Esta no es la primera vez que me refiero al tema de esta manera tan tajante. Sé que la afirmación despierta dudas y también descalificaciones a quien la hace, por considerar que soy un absolutista, un fanatizado o alguien que se propone reducir todo a una especie de panacea llamada socialismo. La verdad es otra. Enfermedades como el cáncer, para nombrar sólo una de un peso específico, están definidas o deben sus estragos, casi masivos, por la voracidad del capitalismo.
Se sabe que el cáncer es una patología de muy vieja data, que afecta no solamente a los humanos sino a la vida toda. Se trata del desarrollo acelerado de células anormales, que se dividen sin control y pueden invadir otros tejidos. Hasta las plantas son víctimas del cáncer. Toda la vida, en sus diversas composiciones celulares, contiene formas de cáncer que participan en los procesos naturales de oxidación, acelerándolos bajo determinadas circunstancias.
La mayor de las circunstancias para acelerar esos procesos, para acentuar formas de cáncer y disparar tumoraciones mortales, es el capitalismo. El estrés, que es un proceso natural de respuesta orgánica que compromete emociones y fisiología en los individuos, si es requerido de manera permanente por la repetición de las circunstancias, contribuye a desarrollos patógenos de esas "células malignas" o cancerígenas, que todos los organismos vivos poseen como parte de su perfecto equilibrio.
Visto de esta manera muy general, pero comprobada por innumerables estudios, el cáncer, en sus diversos tipos, es una consecuencia del capitalismo, de sus procesos de industrialización y de la forma como los individuos se relacionan en esa forma de producción que está basada en la explotación de los seres humanos, en su inmensa mayoría. Ello se refleja en toda la vida. De allí que plantas sobresaturadas por el estrés de los humanos desarrollan por empatía su propio estrés protector que, en muchos casos, genera formas de cáncer en ellas.
No es casual que el cáncer haya aumentado su incidencia en la medida histórica en la que el capitalismo ha afianzado más sus formas de dominación, de explotación y de enajenación de los individuos. Es por ello que revertir la causa fundamental que ocasiona la morbilidad y mortalidad por desarrollo y multiplicación desmedida de células patógenas que, en condiciones de equilibrio, podrían ser controladas por un organismo sano, es un imperativo social y revolucionario.
No es un exabrupto afirmar que la cura del cáncer es el socialismo. Hoy podrán intentarse terapias preventivas individuales, con relativos resultados favorables a la contención de desarrollos de patologías cancerosas. Podrá jugarse con la posibilidad de generar vacunas para ciertos tipos de cáncer y, sin embargo, sus resultados no lograrán contener el avance, casi epidémico, del mismo, hasta tanto no se haya logrado superar al capitalismo, vencer su forma antihumana y explotadora de producir los bienes en condiciones de tal desigualdad.