Hay quienes creen que el socialismo existe. Hay quienes todavía son capaces de afirmar que lo que hubo por muchos años en Rusia y que, más tarde, se convirtió en la Unión de Repúblicas socialistas soviéticas, conocida por las siglas URSS, era socialismo. No solo eso, sino que el mismísimo Vladimir Ilich Ulianov, a quien recordamos mejor como Lenin, murió creyendo que la revolución que encabezó junto al proletariado ruso y los soviets, era la aurora de la sociedad liberada, del gobierno de las y los trabajadores, en fin, del proletariado.
A lo largo del desarrollo de las luchas de clases proletaria y burguesa, por el mundo entero, muchas han sido las aproximaciones a la utopía del socialismo.
En medio de la triunfante burguesía francesa, que hasta hizo su revolución en el siglo XVIII, el proletariado siempre rebelde llega a tomar el poder y establecer un breve gobierno de las y los trabajadores, que se conoce históricamente como la Comuna de Paris.
En Nuestramérica, para referirnos tan solo a unos pocos casos de los que se han conocido y conocen por el mundo, la victoriosa revolución cubana de mediados del siglo pasado se calificó desde muy temprano como socialista y hoy se mantiene su Estado con esa caracterización.
Sin ir muy lejos, nuestra Venezuela de este nuevo siglo, luego del triunfo de la Revolución Bolivariana y bajo el liderazgo de quien es hoy nuestro Comandante eterno, Hugo Chávez, es definida por éste como revolución socialista. Nuestro vigente Plan de la Patria, contempla como prioritaria la tarea de construir el socialismo. Pero, es más, en una especie de imaginario colectivo -del cual la burguesía transnacional y sus aliados locales, hacen una lectura interesadamente conspirativa- hay quienes creen que Nuestra Venezuela es socialista. Nada más falso.
No tengo duda acerca de la necesidad de declarar nuestros fines, tal como está claramente explícito en el Manifiesto del Partido Comunista. En este sentido militante, cabe decir: somos socialistas, o más bien, somos comunistas. Lo que no cabe es creerse que porque nuestro pensamiento sea el del proletariado como clase, inmediatamente comenzamos a tener países socialistas, o modos de producción socialistas, como si nuestra palabra y pensamiento viniesen a reemplazar la tarea histórica de la clase obrera, que es construir el socialismo.
Los comentarios aquí precedentes están hechos a propósito de dos artículos anteriores en los que me he referido, en una reflexión crítica de la sociedad conocida y que padecemos, llamada capitalismo, a que la sanación del cáncer es el socialismo.
Con ironía y hasta tono de burlona venganza, hubo quienes pretendieron llegar, por un camino muy expedito, a la conclusión o a la pregunta de que, entonces por qué si eso es así, cómo es que Chávez murió y no lo salvó su condición de socialista, de vivir en una “Venezuela socialista” o de tener amigos en el ya añejo socialismo cubano. Tropelías muy propias de quienes, desde el pensamiento burgués y sus soportes mediáticos, generalmente banalizan todo hecho, reflexión o crítica que provenga del campo de las izquierdas, del anticapitalismo y del antiimperialismo.
Nunca entendieron, no quisieron entender o se propusieron confundir, transmitiendo ese mensaje banal. Ante esos hechos, es importante recordarles que, primero, no hay ni habrá nunca, socialismo en un solo país. Segundo, el socialismo no es una forma de gobierno sino una forma de producción en condiciones de igualdad. Tercero, el socialismo se conquista peleando y la pelea no es otra sino la lucha de clases, motor de la historia hasta el presente.Por tanto, para creerse el socialismo no hace falta una fe devocional sino un compromiso de clase proletaria y ser consecuentes con los objetivos de derribar el imperio de la explotación capitalista.