Nota: En agosto del 2008 publiqué este trabajo como un humilde homenaje a,“María Rodríguez, "el alma cumanesa", Premio Nacional de Cultura Popular", quien el martes 30, próximo pasado, murió a la edad de 90 años. En esa oportunidad se le concedió el premio Nacional de Cultura. Por lo que ella representa, su titánica labor y la admiración que le profeso, repongo este trabajo contando con la colaboración de Aporrea.
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El Ministerio del Poder Popular de la Cultura, por intermedio de un jurado designado al efecto, escogió a la cumanesa María Rodríguez para otorgarle el Premio Nacional de Cultura Popular. Eso constituye un acto no solamente justo, sino que parece obvio, porque esa artista que es “El alma cumanesa”, para decirlo con el título de la canción de José Antonio López, tiene un largo, profundo y significativo trabajo por la cultura nacional.
Lyl Rodríguez Serrano, directora de TVES y por encima de todo periodista comprometida y de exquisita sensibilidad, escribió para “Últimas Noticias”, el día jueves catorce, o mejor ayer, a propósito del reconocimiento, como ella misma dijese, “de lo que el pueblo ya ha reconocido”, de la labor de María Rodríguez, a quien han llamado “La Sirena de Cumanà”:
“Quien esto escribe- dijo la periodista mencionada- recuerda a María desde los tiempos de las tabaqueras cumanesas donde laboraba y desde los tiempos de su canto confundido con el murmullo del Manzanares, que son los tiempos en que Benito Irady, en la Dirección de Cultura de la UDO, ratificó la búsqueda de lo que en verdad nos representa para preservarlo así fuera en un afiche, un poema, una canción, un video o una fotografía”.
En verdad, no sé con certeza si “el reconocimiento” inicial de lo que María Rodríguez representaba y representa por parte de la UDO, se le debe a Benito Iradi o Alfredo Armas Alfonzo, el exitoso escritor nativo de Clarines y autor entre otras obras significativas del “Osario de Dios”, en la que las ánimas en pena van de aquí para allá como en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo.
Pero lo que si recuerdo con certeza es que, antes que los dos nombrados apareciesen por Cumanà - no navegaos pero si viajados, para rememorar a los margariteños- y que la UDO naciese, ya María había fundado su cátedra ambulante de folclore (¿o folclor?), canto, comparsas y teatro popular.
Los cines cumaneses “La Glaciere”, “Paramount” y más tarde el Pichincha, con sus series de episodios y sus películas de vaqueros, como las estelarizadas por Bob Jones y Tim Mccoy, contaban con una suerte de competencia en el teatro popular y verbenas de María Rodríguez. Sólo que ella entregaba su arte por placer, a cambio del aplauso y reconocimiento de la sensibilidad cumanesa. Lo de la UDO llegó cuando la incansable y tenaz artista popular llevaba unos cuantos años deleitando a sus paisanos y haciendo arte. La televisión aún no había aparecido y encargado, en gran medida, de poner a la gente a ver en la pantalla totalizadora y enlatadora en lugar de seguir mirándose a sí misma. En Cumanà, Radio Sucre apenas comenzaba a oírse; “La publicidad Sol”, una emisora de circuito cerrado y el periódico “El Renacimiento”, del editor Juan José Acuña, eran los medios encargados de difundir las acontecimientos locales, nacionales y hasta internacionales. “El Crimen Más grande del Mundo”- título de una novela inédita de quien esto escribe- que se refiere al ecocidio que significó la destrucción del manglar y la laguna en la parte norte costera de la ciudad, para construir la llamada Avenida Perimetral, todavía no se había cometido.
Imagínense ustedes que cuando Luis del Valle Hurtado, se cansó de recorrer las calles de la “Sultana del Manzanares”, desde Caigüire hasta el Salao, en los días de fiesta, fingiendo ser Tarzán de los Monos” y optase por convertirse en el célebre “Diablo de Cumanà”, ya María Rodríguez tenía un largo historial de actividad creativa, de cantante, bailadora, teatrera, maestra de folclor y diría que, por encima de todo, comparsera.
La más significativa comparsa cumanesa, que es una mezcla de baile, música, canto, poesía y teatro, para escenificarlo en la calle, “La culebra”, llegué a verla por primera vez, creo que en la calle Rendón, en mis años de niño, bajo la dirección y figura principal de esa exquisita, sensible e incansable artista de mi pueblo.
Hoy día de Santa Inés,
patrona de Cumanà,
hemos venido la culebra a celebrar.
Esta comparsa fue tan celebrada y escenificada como aquella otra, que ganase un premio nacional de la especialidad, llamada “El Zamuro”. Uno de cuyos versos canta:
Este zamurito que viene de Roma
A comer podrìo aquí en Las Palomas….
Y mientras el coro cantaba los versos, el bailarín que hacia de zamuro, interpretaba con gracia lo que he llamado “la danza fúnebre del zamuro”; los pasos que el ave de rapiña desconfiada da, antes de decidirse a picotear la carroña. “No vaya a ser que este hijo de puta esté vivo”, como se expresa en la novela antes mencionada.
Porque los cumaneses de siempre, sobre todo las generaciones del siglo veinte avanzado, fueron grandes comparseros Y entre ellos María fue “La Reina”.
El pañuelo era lanzado al final de la actuación, con discreción y humildad, para que en él el público premiase, además del aplauso, a los artistas, colocando monedas. Era la manera de contribuir un poco con aquellos espectáculos populares, pues sólo podía servir para cubrir algunos gastos hechos por los abnegados promotores y participantes. Muchas veces, sólo para hidratar a los comparseros que bailaban, cantaban, tocaban, actuaban todo el día y caminaban unos cuantos kilómetros bajo un sol sofocante.
. En las fiestas de carnaval, semana santa y decembrinas, María recorría la ciudad de “cabo a rabo” con sus comparsas, usualmente seguida por una multitud. Luego se unió a un insigne bandolinista sucrense llamado Daniel Maíz y entre ambos enriquecieron la música y el canto popular de su tierra.
Para quien esto escribe, salvando las especificaciones, los estilos y hasta las distancias, Maria ha sido para los cumaneses como a París, Edith Piaf, “La Alondra de París”. La nuestra es como se dijo arriba, “La Sirena de Cumanà”.
Cuando la Dirección de Cultura de la UDO, institución nacida comenzando la década del sesenta del siglo veinte, hizo el reconocimiento de la labor de la artista María Rodríguez, ésta ya era una institución sembrada en el pueblo cumanés.
También, Mariìta, como le dicen en Cumanà, era una destacada folclorista, para cuando José Antonio López, un cumanés invidente, residenciado en Caracas, compuso aquella pieza musical, que es como de los himnos de la ciudad, llamada “Río Manzanares”, uno de cuyos versos canta:
“Río Manzanares, déjame pasar
que mi madre enferma me mandó
a llamar”.
Y recoge la copla cantada allá en Bolivia, por uno de los soldados cumaneses del Mariscal Sucre:
Ay Cumanà quién te viera,
por tus calles paseara
y a San Francisco fuera
a misa de madrugada.
De modo que esta dama, que ahora ha recibido el premio nacional de Cultura Popular bien lo merece. El haber pasado toda su vida, mucho más de cincuenta años, con tenacidad, sin decaer, a promover y exaltar la música, la cultura popular de su terruño, que forma parte del patrimonio venezolano, sin hacer concesiones, con la convicción y firmeza que la caracteriza es más que suficiente. No obstante, a ello habría que agregarle su amor por los valores que ha promovido.
La canción de José Antonio López, “Alma Cumanesa”, que dice como en esa ciudad se cantan y componen distintos ritmos, es una manera de expresar las diferentes y ricas facetas de la artista popular premiada:
“En Cumaná se canta la malagueña
el maremare, la jota y el galeròn,
el estribillo como este que el que estoy cantando,
zumba que zumba, cumanés de corazón”.
Aporrea.org: 16-08-08