Sectores de la derecha venezolana, por decirlo de manera cuidadosa, parecen haber caído en las redes de organizaciones que en espacios cercanos a los nuestros, han hecho de delitos crueles procedimientos para intentar dirimir controversias o contradicciones políticas. Ya lo dijo Gómez Saleh, “si la dirigencia fuese seria ya hubiésemos bajado unos cuantos muñecos en 48 horas”.
Lo sucedido con Robert Serra y su compañera, sin pasar por alto lo relativo a Danilo Anderson y Otaiza, son hechos ajenos a la conducta y cultura política venezolana. Parecieran ser y lo son, provenientes de fuera y de gente “entrenada” para acciones de crueldad desmedida. De donde se forman monstros, fieras humanas que actúan sólo bajo el incentivo económico. Son ejecuciones ensayadas, aprendidas a cabo en laboratorios, campos de entrenamiento, ajenos a la nacionalidad venezolana. Como lo fueron, aquellos abominables hechos, de la década del sesenta, bajo gobiernos de Betancourt y Leoni, de lanzar seres vivos desde helicópteros. Bien se sabe hoy, que agentes extranjeros, enviados a Venezuela para servir a aquellos gobiernos en su tarea de reprimir toda inconformidad y reclamo democrático, fueron directos ejecutores de tales barbaridades y de paso formaron aquí escuela.
Robert Serra era apenas un jovencito de veintisiete años, a quien ningún tribunal del mundo, habría podido condenar por el hecho, casi poético, de soñar con ayudar a construir socialismo en Venezuela. Pero la derecha venezolana, opuesta al gobierno de Maduro, con tenacidad y crueldad absolutamente incongruentes, no sólo le condenó a muerte, sino ejecutó la sentencia con personajes y procedimientos sacados del averno. Ernesto Samper, expresidente colombiano intuye la presencia del paramilitarismo de allá en el crimen de Serra.
No cabe duda, la derecha venezolana, que soltó una jauría al parecer importada, pues cayó en las manos de gente dispuesta a lo que sea en beneficio de los negocios, está dispuesta a desatar una guerra y nos matemos entre vecinos. Pareciera intuir su incapacidad para ganar las elecciones o estar en un estado de excitación y locura que no la hace propensa a esperar los tiempos. Su locura no tiene límites. Su asesor, mentor, guía y hasta financista intermediario, ha demostrado no tener escrúpulos, por algo ahora pasa apuros en su propio país.
Esto pone a los venezolanos bajo la amenaza de las desastrosas consecuencias de una guerra, donde intervendrían más abiertamente sectores extranjeros, para quienes lo venezolano y los venezolanos importamos un comino.
Para la MUD y su nuevo Coordinador Chúo Torrealba, lo sucedido y podría suceder, es un gran reto y les demanda responsabilidad y consecuencia con lo que dicen creer: la paz y democracia. Es momento de definiciones. No hay espera. La historia les juzgará. De persistir en la actitud de ahora, la misma de cuando las guarimbas, terminarán siendo juzgados por los pueblos y la historia como cómplices de horribles delitos e injusticias.