Venimos expresando nuestra preocupación por la soberanía nacional recientemente alcanzada. Ella se halla en pleno proceso de formación y consolidación de muchos de los aspectos que la envuelven.
Por ejemplo, la autonomía de nuestra moneda nacional sólo será completa cuando tenga valor y poder propio ante los demás países interesados en colocar sus mercancías en nuestro país, y nosotros en colocar las nuestras en ellos, principalmente la mercancía petrolera que, por cierto, jamás la hemos hecho valer en su justo precio. Esta idea ya se halla en su fase de instauración.
La paridad cambiaria que muestre desventaja de la moneda nacional frente a otra moneda, pongamos por caso, el dólar, permite a los compradores del petróleo y de otras mercancías que exportemos tener en cuenta que con pocas monedas “pesadas” al país le ingresa muchos Bs., mientras que cuando esos países compren nuestro Bs. para pagar en esta moneda verán, consecuencialmente, que con pocos dólares cubren sus necesidades. En ambos casos ahorran y minimizan la necesidad de emisión de esa divisa, lo que les garantiza una paridad fuerte para su moneda-el dólar-y nosotros tendemos a abultar el volumen de la nuestra con lo cual la paridad tiende a subir y subir desfavorablemente para nuestro país. Es más, la paridad devaluacionista que hemos mantenido ha inducido a la fabricación de Bs. según dicha paridad, lo cual va llevando a nuestra economía por el camino de las devaluaciones en serie, de la inflación periódica, y en caso de que se quiera revalorizar, el mercado extranjero mediría en muchos dólares los nuevos precios de nuestras exportaciones.
Tenemos una clara dependencia del juego de la oferta-demanda del petróleo de exportación con las evidentes ventajas de los países potencia que, a pesar de necesitar esa mercancía como bien de primera necesidad industrial y doméstica, la han minimizado y subvalorado de mil maneras. Juegan con sus precios como si fuera una pertenencia suya.
Pero, además, el ingreso petrolero en dólares ha estado resultando de un volumen que no se corresponde con el volumen del circulante del país en monada nacional. Esto trae aparejada una paridad cambiaria que siempre se traduce en una devaluación del Bs. frente al $.
Debemos preguntarnos. ¿por qué tenemos que pagar un precio tan elevado para el dólar, si esta moneda mantiene una oferta mundial ya inconmensurable si comparamos su volumen mundial con los volúmenes del resto de las monedas del mundo?
Deberíamos manejarnos con una suerte de multipolaridad cambiaria de manera que el dólar valga, por ejemplo, según el volumen de monedas de otros países frente al ingente volumen e dólares que EEUU ha desparramado por el mundo, sobre todo desde que lograron sacar el patrón oro del mercado financiero internacional.
Como sabemos, buena parte de los dólares petroleros son retornados a EE UU por diferentes conceptos: pago de deudas contraídas por el empresariado burgués, pago de importaciones en general a países que imponen su pago en dólares. Fuga deliberada de divisas por parte de empresarios burgueses a quienes poco les interesa en progreso nacional.
Estaos 3 conceptos minimizan nuestras disponibilidades de esta divisa, mientras la economía nacional va requiriendo más circulante en Bs. por concepto de nóminas burocráticas populistamente incrementadas por los partidos del “Puntofijismo” reciente[1], así como mejoras salariales e inversiones públicas en obras con alto contenido de insumos adquiridos en el exterior.
La idea recientemente lanzada por el Presidente Maduro para que nuestros ministerios vayan reduciendo sus compras de insumos importados en dólares resulta oportuna y muy conveniente.
Es un amanera sutil de ir buscando y armando una multiparidad cambiaria que se convierta en la paridad marcadora de precios de todas las divisas y de todas las monedas nacionales. Si el petróleo lo vendemos en dólares, exigiríamos el pago en bolívares con una multiparidad común, según un promedio ponderado de todas las paridades más importantes del negocio petrolero.
22/10/2014
[1] Bajo el gobierno copeyano de Rafael Caldera se aprobó la famosa inamovilidad laboral del funcionario público que sufría su despido sin prestaciones sociales todos los marzos de cada 5 años en caso de que llegara al poder el partido de oposición. La profesionalidad y la técnica del funcionario afectado no contaba. Poco a poco, la administración pública se llegó de incapaces, limitando su trabajo a vigilar asuntos políticos, a chismorrear, malquistar y denunciar a quienes hicieran críticas al gobierno o de quien sospecharan que se había colado en las nóminas. Cuando Arturo Úslar Pietri fue candidato presidencial enarboló la bandera de “despedir de un plumazo 500 mil burócratas que estaba sobrando en esa Admón. Púb.