Una situación aún más riesgosa para la revolución socialista

La construcción del socialismo revolucionario nunca debiera verse como un asunto u objetivo extraño y diferenciado de la experiencia y de la cotidianidad práctica de los sectores populares y, más concretamente, de los trabajadores. Esto obligaría a quienes se planteen la transformación radical del actual modelo civilizatorio a recurrir a un constante debate teórico -sin olvidar por ello la praxis- con la finalidad inmediata de contrastar el discurso frente a la realidad de las cosas, con lo que se logrará, sin duda alguna, eliminar y evitar todas las deficiencias, los errores y las debilidades durante el proceso de cimentación de la revolución socialista. Sin embargo, a pesar de reconocerse la necesidad de tal debate, muchos de aquellos que ejercen el poder en nombre de la revolución socialista prefieren ignorarlo y descalificarlo sin disponer de muchas razones de peso. Algunos de ellos simplemente aducen que ésta es una artimaña de los enemigos de la revolución para debilitar y dividir las fuerzas revolucionarias, lo que les facilita salvaguardar el poder conquistado para beneficio propio e inculcar en los sectores de base el convencimiento generalizado que nada podría cambiar y que, por consiguiente, cualquier esfuerzo tendente a ello resultará completamente inútil.

A simple vista, dicha situación es aún más riesgosa que las producidas por la contrarrevolución, ya que desmoraliza y desmoviliza a la militancia revolucionaria, restándole un importante apoyo a la revolución en marcha. Muy escasamente, quienes se hallan frente a esta situación llegan a comprender cabalmente la necesidad de la organización y de la difusión masiva de sus propuestas respecto a la revolución, forzando así al debate a sus detractores. Esto permite que prevalezca una dirigencia de estirpe reformista, cuyo interés fundamental es la preservación y ampliación de sus cuotas de poder, muy contrariamente a las expectativas creadas entre el pueblo, de tal manera que pocos llegan a creer que exista algún tipo de socialismo revolucionario en todo lo que se hace desde las esferas de gobierno.

No obstante, los únicos modos de asegurar el avance y la consolidación del proceso de cambios revolucionarios en cualquier latitud de nuestro planeta siguen siendo la toma de conciencia, la organización autónoma y la movilización permanente de los sectores populares. No hay otros. Esto, por supuesto, exige producir una forma política que garantice y vele por la emancipación colectiva y no solamente asumir el control de todas las instancias del viejo Estado liberal-burgués al cual estamos todos acostumbrados. La idea primordial en cada uno de los revolucionarios conscientes es que la construcción del socialismo revolucionario no es nada abstracto sino expresión viva de las experiencias acumuladas en la lucha de clases y de la acción práctica emancipatoria de todos los sectores populares. Al plasmarse esto en nuestra realidad cotidiana, su consecuencia visible tendría que manifestarse de lo interior de cada persona a lo exterior de la vida social, dando origen, por tanto, a una revolución de contenido e inspiración verdaderamente socialistas.-


Maestro ambulante
¡¡¡Rebelde y Revolucionario itinerante!!!
¡¡¡Hasta la Victoria siempre!!!
¡¡¡Luchar hasta vencer!!!



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Homar Garcés


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