Habida cuenta de que en revolución todo tiende a cambiar cual tortilla al darle una vuelta y hasta dos revolcones, asimismo la condición de pendejos endilgada al proletariado pobre, a quienes esa condición se les impuso por las expropiaciones de las que fueron objeto desde los mismos tiempos posindependentistas; por el sometimiento salarial centenario, con la carga de alienaciones derivadas de la opresión, con las subestimas personales e inducidas, los complejos de inferioridad, y, sobre todo, por ser pobres de dinero salarial, esa condición, decimos asimismo, está cambiando y ahora las pendejas y los pendejos son los miembros de la clase llamada burguesía que incluye, por supuesto, a los trabajadores idiotizados con un servilismo patronal que haya podido sacarles una de las patas del barro o del barranco que la burguesía amasaba y les reservaba antes, mientras acaparaba para sí las mejores tierras e inmuebles varios.
Por ahora, se sigue siendo pendejo cuando no tenemos las cosas claras, cuando nos estancamos en materia académica, en progreso social o cuando nos arruinamos, como el es el caso de la enrevesada y neopendeja derecha agonizante venezolana, incapaz para darse cuenta que, si bien los países “dadivosos” o inversionistas políticos pudieran en verdad entregarles fuertes sumas de dólares, esos inversionistas, esa burguesía extranacional, tardaría más tiempo en arruinarse que las pendejas y los pendejos nacionales que están reemplazando al pendejo y la pendeja de ayer.
Así, como podemos observar, la clase superior de la oposición supuestamente con dinero ajeno financia su guerra antichavista o guerra contra los desempobrecidos por Chávez, y ahora por el Presidente Nicolás Maduro M., decimos, con dinero tan ajeno como lo pudo ser la riqueza heredada por la mayoría de ellos o conseguida con especulaciones comerciales y fabriles de variopintas índoles.
Los medios de producción y las mercancías terminadas que el Estado les confisque como sanciones en especie por sus violaciones a la Ley de precios justos serían capital de la burguesía nacional, un capital que en buena parte procede de la renta petrolera que otrora chupaban al Fisco Nacional venezolano. Como este capital criollo está invirtiéndose políticamente en su guerra, a manera de inversión recuperable con su imaginario retorno al poder, posiblemente sus cuestionables dueños quedarán arruinados y empobrecidos con la mayor brevedad.
Como sábese, el dinero que aporta cualquier burgués procede del trabajo ajeno salarial. Como el rico no auxilia pobres-sería un contrasentido, infiérase que tampoco son pobres estos pedigüeños de colaboraciones dizque para sacar a Venezuela de imaginario caos, pero ya no son tan ricos como antes de Chávez, y cada día irán empobreciéndose más con su obstinada campaña contrarrevolucionaria, con una apuesta en una mesa con patas sueltas donde los dados están marcados.
[1] Una de los más graves pelones de Arturo Úslar Pietri fue bautizar como pendejos a los pobres honestos, a quienes en el supuesto negado de que pudieran robar el Fisco Nacional o a sus conciudadanos, como la ha hecho la burguesía nacional, irían bien “presos”, como efectivamente así fue, puesto que las policías, cárceles y presidios fueron saturados de pendejos metidos a ladrones, a ladronzuelos y a la comisión de delitos mayores.