Momoy

Invito a no caer en el facilismo eurocentrista de confundir Momoy con algún remedo del Rey Momo o los Gnomos, relaciones que la ignorancia hace tentadoras para despachar rápido una explicación del fenómeno mítico andino.

Lo primero que me apresuro a aportar en una franca conversa, son las palabras de origen indígena que nos ayudarán a encontrar el magnético significado de Momoy.

Digamos, por ejemplo: Torondoy, Mintoy (cueva o gruta), Moromoy, Iscacoy, Momboy, Mocoy, Mitoy (sepulcro), Mojojoy (gusano comestible), Chocorocoy (pájaro silvestre), Morrocoy (tortuga de tierra).

Se nota la común combinación de sonidos que en las raíces idiomáticas designan sitios específicos de la región trujillana y algunos animales vernáculos.

Correlacionemos que el sonido "Mó" en las lenguas originarias del Ande venezolano refiere el extracto del tabaco, usado para diversos fines medicinales y rituales. Es la misma base del chimó. Y sumemos que en idiomas de pueblos próximos a la nación cuica, como el añu del Lago Maracaibo, el prefijo "mo" hace alusión a la tierra, la masa mineral-vegetal donde vivimos y morimos con los hermanos animales.

Queremos establecer que la voz "mo" que se repite en Momoy es familiar en el habla de los originales habitantes de los actuales estados Trujillo, Mérida y Zulia, y de paso confirmar que la terminación "oy", igual que "ay" y "uy", son raigalmente andinas, previas a cualquier imposición europea, llámese Momo o Gnomo o duende o lo que sea.

Ya mis ancestros añú del Lago Maracaibo y otros pueblos ribereños del río Magdalena, vimos como el clero católico desvirtuó la existencia de nuestros sabios comunitarios llamados Mohán o Mohanes en plural castellanizado, contra los cuales tendieron toda una leyenda diabólica de lujuria y terror, más allá de las meras y comprensibles especulaciones populares sobre fenómenos indescriptibles.

El Momoy conserva de la tradición indígena, esa ética ecológica que pregona y practica los derechos de la Madre Tierra o la Madre Agua, por lo que exhorta a tratar con amor y respeto las criaturas de la naturaleza.

Momoy y Mohán tienen en común ser espíritus del agua, emerger del follaje húmedo, dejar una estela de misterio porque representan aquello que nos es desconocido porque nos lo negó la Colonia. Ambos son reductos de una resistencia que sigue en pié, a pesar de los olvidos.

El Momoy (o ¿la Momoy?) es un mensaje del cosmos, un llamado de atención que la vida expresa desde su soledad de excluida.

Motatán, Mocoty o Mocotíes, Miquinbay (donde habitan los venados), Mirinday (donde reposan los espíritus), Monay, Burbusay, son el eco de unas culturas asesinadas que desandan en las nieblas, nieves y distancias; como Momil, otro reencuentro donde se cruzan de nuevo los amigos espectrales en un cerro Mohán, por allá por Córdoba, Colombia.

No busquemos nuestras verdades en las memorias del invasor. Las almas de los indios muertos nos guiarán a la fuente de los enigmas, los secretos y las apariciones.



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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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