Hoy, cómo casi todos los días para llegar a mi sitio de trabajo, caminé por el bulevar de Sabana Grande, notando algún nivel de incremento de la economía informal en sus hermosos espacios recuperados por la revolución. Esto me puso algo nostálgico, comprendí de inmediato que estando ya en época prenavideña, la economía informal tiene algo más de licencia para operar en las calles, así ha sido por tradición, pero a su vez recordé la lucha que libramos en algún momento por lograr que nuestro bulevar hoy fuese un espacio público recuperado para la ciudadanía, y rememoré como también comprendimos en ese momento que el problema no eran los mal llamados “buhoneros” sino la incapacidad del sistema por incluir a un sector social que desea ganarse su pan producto de su trabajo, pero que simplemente no sabe trabajar, no sabe ser productivo.
Nos planteamos en aquel momento que era imprescindible dignificar al trabajador informal, dejando primero de llamarlo “buhonero”, para después plantearle un esquema de inclusión que permitiera hacer de ese sector algo productivo y organizado, para así pasar de la economía informal, a la economía popular, una suerte de etapa intermedia que buscaba superar la informalidad para formarse en actividades económicas productivas o útiles a la sociedad, con un mejor nivel se seguridad social, así llegaríamos a impulsar un grupo de trabajadores para empezar a constituir un tejido productivo rumbo a una economía socialista.
Este proceso antes descrito se inició con éxito. Logramos desalojar el bulevar y ganar la voluntad del ejecutivo nacional para iniciar un proceso de formación a los trabajadores informales desocupados, ubicando un espacio transitorio para que quienes lo deseasen siguieran su actividad económica de manera más organizada, o quienes optaban por formarse accedían a una beca, mientras montaban su nuevo proyecto productivo y se acondicionaban los nuevos espacios ofrecidos en pleno bulevar para reactivar sus iniciativas productivas, este espacio era el Edificio “Insimar”, hoy llamado “Centro de Economía comunal Manuelita Saenz”.
Sin embargo, hoy veo con estupor, no sólo que a estas alturas aún haya gente que tenga que lazarse a la calle a tratar de ganarse el pan de cada día de la manera que lo hacen estos hombres y mujeres mal llamados “buhoneros”, sorteando la persecución policial por querer ganarse su sustento honestamente, trabajando, sino que después de tanta lucha, el decreto que les prohíbe vender productos de primera necesidad los vuelve a llamar buhoneros y los criminaliza:
“24 octubre 2014, Decreto 1348 prohibición venta productos básicos por buhoneros gaceta 40526 del 24/10/2014.
…Considerando: Que a pesar del gran esfuerzo del Poder Público y el sólido apoyo del pueblo venezolano, grandes mafias económicas, sobre la base de intereses estrictamente particulares, han creado perversos mecanismos para beneficiarse de las políticas públicas de acceso a productos e insumos básicos para el pueblo venezolano, entre los cuales se encuentra el comercio informal, ambulante o eventual…”
¿Perverso mecanismo?, sí, podemos estar de acuerdos que existen mafias, que especulan, y que atentan contra la estabilidad del país, pero: ¿Son los buhoneros “perversos mecanismos” que deben criminalizarse? O ¿son hombres y mujeres que no han tenido otra opción para sobrevivir?
Un decreto como ese, más allá de criminalizar ¿qué ofrece a ese hombre o mujer que no ha conseguido otro destino para poder labrar un camino mejor? ¿Qué diferencia ese decreto de las viejas políticas clasistas y excluyentes de la IV República?
Mientras esto sucede, los verdaderos “perversos mecanismos” que permiten que nuestras divisas se fuguen: los corruptos dentro del Estado y el gobierno, y dentro de los empresarios, desangran los dólares que necesitamos para importar los productos que escasean en los anaqueles, pero la culpa final es de los buhoneros. Misterios de la Ciencia, diría el profesor Lupa.
(Publicado originalmente el www.elestimulo.com)