Hay muchas curiosidades en la vida del general, héroe epónimo de Barcelona y de toda esta región, José Antonio Anzoátegui. El mes de noviembre fue clave en su vida y en su aun no bien explicada muerte. En ese mes 11 del año, nació placenteramente en la cálida Barcelona, cuando Venezuela estaba bajo el dominio colonial español. En la montañosa ciudad de Pamplona, donde los vientos laceran inclementes, murió o fue asesinado por misteriosa mano, también en noviembre; en la muerte reaparece curiosamente el número 11. Aquí, al evocar la muerte lejana del mártir y héroe de la patria, cabe recordar al poeta cumanés Andrés Eloy Blanco, quien dijese que la tragedia nacional era “que el hijo bueno se le muere fuera y el hijo malo se le eterniza adentro”. Y hay mucho de verdad en eso. Bolívar, Sucre, Anzoátegui y hasta el propio bardo del Manzanares, se murieron fuera. Y esto, no deja de envolver también un misterio y un motivo de reflexión.
Y nació el general Anzoátegui un día 14 y falleció, misteriosamente, porque así fue su muerte, misteriosa, un día 15, como respetando escrupulosamente el orden cronológico. El mismo mes y un día tras otro. Como decir, un poco en la fantasía y sin tratar de comprender lo inexplicable, murió o le mató ya de por sí una misteriosa mano, veinticuatro horas después de haber nacido, descontando los intensos treinta años de su vida, transcurrida y sobre todo, los últimos diez, metido en el vendaval de la guerra, conviviendo con la muerte.
Y hay algo más, nació de parto natural que, aunque alguien ha dicho que el nacimiento, el asomarse a la vida, no por hermoso, deja de ser un hecho violento, el año de 1789. Y murió no en la tranquilidad, en la resignación de la vejez, por una disposición divina o por lo menos, como hubiese sido natural en ellos, en medio del combate, sino por la intermediación de la traición, según la opinión más generalizada. Y cuando eso sucedió, allá en Pamplona, era el año 1819. Ahora quiero destacar que el número nueve (9) aparece asociado en el nacer y morir del héroe barcelonés.
Y no es descabellada la tesis del asesinato. Ya Bolívar anda disparado creando la Gran Colombia, construyendo su gran sueño americano. Y Anzoátegui, desde los tempranos tiempos del retiro a Cartagena, forma parte del círculo íntimo del futuro Libertador. No olvidemos que por eso mismo, once años más tarde (1830), en la montaña de Berruecos, emboscaron al Gran Mariscal de Ayacucho.