Según dicen quienes manejan estadísticas al respecto, Venezuela es uno de los países más consumidores de energía del continente y también del mundo. El capitalismo impuso normas de conducta relacionadas con el consumismo y eso que llaman el confort, ayudado por el efecto causado por el mismo sistema, como es el cambio climático. Razones que emanen o se fundamentan en las elevadas temperaturas en gran parte del territorio nacional, ubicado en un área geográfica y astronómica de enorme irradiación solar y de la cultura consumista difundida por el capitalismo, sobre la base de la renta petrolera, convirtieron al venezolano en alto consumidor de energía eléctrica.
Claro, somos consumidores en demasía de todo, lo que venga; también, por lo que ya dijimos y como lo dijimos, de energía eléctrica. Esto, nos ha convertido al mismo tiempo en gran productor de la misma, uno de los mayores del continente, según le hemos escuchado decir a Jesse Chacón y él sabe de lo que habla, por algo es el ministro del área.
Poco tiempo atrás, estando Chávez vivo, antes que nos robasen la bicoca de 20 mil millones de dólares, sin que todavía sepamos quiénes fueron, por efectos del niño y la niña, como jugando al escondite, se nos vino encima una sequía atroz que casi nos seca a todos, tanto como por los efectos de la estafa de la cual ya hablamos. Por aquella, la sequía, se produjo una crisis honda en el área de producción de energía que dependía en gran medida de la represa de El Guri. Por esos avatares, el gobierno se propuso una serie de medidas emergentes entre las cuales estuvo la de lograr que los consumidores se pasasen de los viejos bombillos a los ahorradores. El gobierno como para ayudar al cambio y no quedarse en el discurso, empezó en la época de las vacas gordas a regalar esos bombillos a los venezolanos. Todo fue de maravilla. Los bombillos consumían poco, producían menos calor, duraban mucho más y no costaban nada; y esto de “no me cuesta nada” a nosotros los venezolanos parece nos gusta más que a nadie. Ahora mismo, una joven presentadora en VTV, promoviendo un acto para esta noche de viernes, enmarcado en el festival “Suena Caracas”, le dice a la teleaudiencia: “Aprovechen que es de gratis”.
Por esas cosas todas, los partidarios del gobierno nos pasamos al bombillo ahorrador alegres y contentos; en eso cambiamos en lo que canta un gallo. Nunca un pueblo había cambiado con tanta rapidez.
Los adversarios del gobierno – no voy a llamarles de otra manera para contribuir con tolerancia y paz - no aceptaron el cambio. ¿La razón? Muy simple de entender, según razonaron:
-“Esos bombillos tienen – decían ellos – algo así como un chip, mediante el cual Fidel Castro, nos espiaría”.
Recordemos esa curiosidad amigos. El bombillo no era para ahorrar sino para espiar. Pero para más curiosidad, quien espiaría no sería Chávez, el SEBIN ni la policía política cubana, sino Fidel Castro en persona. De esa manera, éste, no sé cómo podría hacerlo, se enteraría de todo lo que hacíamos, decíamos o dejábamos de hacer y decir los venezolanos. ¡Vaya para la auyama!
Al fin, dejándolos que se golpeasen contra la pared y encontrasen cómo se calienta el agua, los opositores se percataron de las ventajas de los bombillos ahorradores, aunque ahora se nos advierte que son contaminantes por el mercurio y tendremos que pasarnos a otra opción más sana, pero mucho más cara y sin la posibilidad del regalo.
Esta tarde, un señor, opositor por su discurso que no dejó de ser discreto, pidió dos bombillos de los viejos.
-“Por favor, deme dos bombillos de esos”, dijo y de inmediato preguntó, ¿cuánto valen?”
-“Cien bolívares cada uno”, respondió el ferretero.
-“¡Qué se va a hacer!” Expresó con asombro el comprador. “Démelos, aunque a mis hijos no les gustan porque les encandilan, dicen ellos”, agrego el comprador.
Es decir, según lo dicho por el señor que pidió los bombillos, ya sus niños de la clase media y de una familia opositora, prefieren los bombillos ahorradores; de donde uno, por esto y lo que ha visto, oído y sabe, que la idea de pasarnos a los bombillos ahorradores ha ganado adeptos; es triunfante. El cambio ahora pareciera ser completo.
Pero, pese lo anterior, el triunfo de la idea, el señor fue a comprar dos bombillos de los de alto consumo, productores de mucho calor y vida corta, de los de antes, que no les gustan a sus hijos, porque los bombillos ahorradores alcanzaron un precio prohibitivo, escandaloso; tanto que se convirtieron en artículos de lujo. Fue a adquirirlos, no porque no le gusten los ahorradores ni por temor que Fidel les vigile, sino porque están fuera de su alcance o por disposición a no gastar en exceso.
Como tuve que comprar varios bombillos, me percaté de aquello que no sabía y concluí que el venezolano, ahora que el gobierno no tiene como regalar más bombillos, por lo menos por ahora, se está volviendo a los viejos, y sus razones le sobran, lo que no favorece el deseo de mantenerse “en la banda verde”.
¿Adiós a los bombillos ahorradores de mercurio? ¿Y los LED? Imagino que estos quizás no los lleguemos a usar, por lo menos a mediano plazo, pues tal como va el dólar dando tropezones, costarían no sólo mucho más que los costosos de mercurio, sino que “los ojos de la cara”. Ahora mismo, uno se asusta de sólo mirar aunque sea de reojo cuánto cuestan.
Total que si nos pela el chingo nos agarra el sin nariz. ¿Y la banda verde?