Escribo esto sin hacer mención de nadie, salvo los personajes "puestos bajo observación" por gesto inquisidor o quizás hasta sin intención, sino por simple ligereza, porque no procuro llamar la atención del lector valiéndome de quien sin duda tiene una amplia influencia en estos medios, por razones de sobra conocidos.
Cada quien tiene el perfecto derecho y hasta deber de luchar por recuperar sus espacios y privilegios perdidos. Lo tiene mucho más, si se procedió contra alguien víctima de una patraña. Si se le atribuyen cosas nunca cometidas. Es más, también lo de expiar pecados cometidos. Porque a nadie se le debe tapiar; al hombre debe brindársele la oportunidad de recomponer su vida y con el bien, borrar los antiguos pecados.
Lo que no parece pertinente es intentar borrar los errores, incursión en debilidades, si es válido decir esto, o la mala opinión injusta que de uno pueda haberse formado en ciertos espacios, "con escapulario ajeno". Esto hace de nosotros los pecadores o de quien injustamente se nos tiene como tales, no seres potencialmente perdonables, sino pertinentes a hundirnos donde antes no lo estábamos.
Unos años atrás, no fue la vieja izquierda, aquella que "pactó con Caldera a cambio de unos puestos en el gobierno", la misma que, según quien dijo lo anterior, alguien ansioso de recomponer sus relaciones rotas por excesivo verbalismo y descuido, si uno se atiene a lo poco que conoce, agregó: "Más bien debería mostrar agradecimiento a Chávez, porque les permitió robar 5 años antes de llegar la Revolución Bolivariana al poder en 1998", sino unos varios intelectuales, entre ellos Vladimir Acosta y José Luis Monedero, hoy alto dirigente del exitoso movimiento izquierdista español PODEMOS, quienes en el Celarg, hablaron de "Hiperliderazgo", para referirse al rol desempeñado por el presidente Chávez.
Además, aquella calificación, si hablamos con honradez, objetividad y buena fe, no se hizo, como lo muestran los hechos, con la intención de agredir al presidente Chávez. Porque quienes la hicieron, no dejaron de reconocer nunca antes y ahora, el significativo, resaltante y exitoso rol del comandante, para lograr recoger todo el descontento popular y a la izquierda dispersa, que no era ese pequeño grupo que "se les permitió robar antes de llegar la Revolución Bolivariana".
Aquella crítica, aunque envolviese al presidente Chávez, no ha dejado de tener sentido y hasta significado. Tanto que él, más inteligente que muchos, de manera sutil la recogió y hasta asumió. Por supuesto, aquella manera de proceder se explica en la contingencia que dio nacimiento al movimiento bolivariano y el ascenso del comandante al poder. Fue él, en gran medida, el responsable de la promoción de aquel amplísimo movimiento que le llevó a la presidencia. No había equipo con rostro ni nombres que compitieran con él por el liderazgo. Se trató de una relación casi íntima entre Hugo Chávez y la enorme masa de venezolanos inconformes e insatisfechos. Por eso surgió aquella situación que en el Celarg, llamaron Hiperliderazgo, sin condenarle, sino invitando a la superación. Haber propuesto aquello, en cualquier tiempo y espacio, no constituye un acto de traición, ni de descalificación de nadie sino una intención para avanzar y hacer lo más amplia posible la dirección revolucionaria. Cuando el poder, sobre todo en un instante de ascenso revolucionario, por cualquier imprevisto se centra en una persona, no es la mejor circunstancia, por lo que solicitar ampliar, incorporar nuevos actores, no sólo es saludable sino una muestra de solidaridad. Más bien es censurable que quienes puedan y deban hacer esas observaciones, por razones inexplicables, opten por callarlas.
Por lo demás, no veo el motivo, que por defenderme y buscar se me reconozca y devuelvan los galones, deba lanzar al lodo a personajes de nada dudosa reputación como Vladimir Acosta y José Luis Monederos, entre otros tantos, porque fueron ellos y no "la vieja izquierda corrupta que pactó con Caldera", quienes hablaron de Hiperliderazgo. Sin contar a otros miles de compatriotas que no estuvimos en esa reunión, como tampoco formamos parte de los "corruptos que pactaron con Caldera", pero compartimos aquella crítica e invitación a enmendar la conducta que se observaba, tomando en cuenta que ya había pasado el tiempo necesario para superarla.
Vladimir Acosta, hombre e intelectual suficientemente conocido y otros miles que compartimos aquella opinión, que venimos de lo se ha dado en llamar la vieja izquierda, no por eso se nos puede incluir entre quienes "Chávez les permitió robar 5 años más antes de llegar al poder".
Está bien, que quien quiera se manifieste "más papista que el Papa", más solidario con Maduro y este estado de cosas que todos los demás mortales, quienes creemos que este proceso con sus altibajos tenemos que defenderlo, sin esperar nada a cambio; pero es muy malo, que para dejarnos oír y que nuestra palabra escrita o hablada suene duro como para que se lea u oiga en Miraflores, optemos por lanzar denuestos a diestra y siniestra, sin respeto por la cordialidad, camaradería y hasta méritos y conducta intachable de gente como Vladimir Acosta.
Es verdad que al profesor Acosta y a José Luis Monedero no se les nombró a la hora de "reflexionar humildemente", pero fueron ellos, quienes hablaron por muchos de Hiperliderazgo y eso bien se sabe; como se sabe por dónde vienen los tiros.