Pildoritas 223 (año VII)

Una realidad que ningún verdadero patriota quisiese oír

En un medio de comunicación regional se reseña que desde Colombia fueron deportados varios venezolanos que se encontraban en situación irregular, sin documentación y trabajando, la noticia se refiere a cinco, pero deja entrever que es una de tantas deportaciones colectivas que casi a diario hacen las autoridades, eso no merecería comentarios pues es normal que cada país proteja a sus ciudadanos evitando que mano de obra calificada o no, profesional o no, desplace a la nacional o se convierta en una carga para la economía, lo que sucede es que mientras se dice que en toda Colombia hay cerca de 35 mil venezolanos, aquí tenemos más de 5 millones de colombianos, lo cual es totalmente desvasado desde el punto de vista cuantitativo, pero además es público y notorio que muchísimos de esos vecinos vienen no solo competir y desplazar laboralmente a los venezolanos en múltiples campos y además obviando trámites legales que permitan su permanencia regular.

Aquí en la frontera es casi que una costumbre la penetración por los caminos verdes y por la venalidad de funcionarios inescrupulosos, de indocumentados de todo tipo, desde los que vienen en busca de trabajo en virtud de que es su país el desempleo es muy alto, hasta los que vienen con fines no muy santos, que incluyen sicarios, damas de vida alegre, vendedores de baratijas, buhoneros etc., y entonces al no haber reciprocidad, pues si se deportaran los miles de colombianos indocumentados que aquí hacen vida, no se justifica que allá exista instituida prácticamente una cacería de venezolanos en situación irregular para echarlos del país.

En nuestro estado la situación de invasión silenciosa es muy grave, es un hecho que nuestros productos básicos nacionales o importados, debido al contrabando, subsidian a millones de colombianos, en Cúcuta especialmente hay cerca de un 60 por ciento que poseen cédula venezolana, muchas de ellas obtenidas de manera irregular, con documentos falsos, tales como constancias de residencia y/o de trabajo compradas a inescrupulosos sin vivir acá ni trabajar acá, lo cual quedó evidenciado cuando se comenzaron a establecer controles para la remesas porque se pudo comprobar lo que aquí afirmo.

Ello trajo como consecuencia que quienes se beneficiaban fraudulentamente de los dólares que el estado asignaba para dichas remesas, cambiaran de estrategia y se convirtieran en bachaqueros, y/o contrabandistas de gasolina, siempre con la anuencia de muchos funcionarios que de manera inmoral y apátrida venden su conciencia para darle vía libre a los delincuentes.

Sería procedente, si en verdad se quiere ganar la guerra que nos tiene planteada la derecha, uno de cuyos frentes es el que sucede con enorme número de colombianos cedulados venezolanos y que viajan libremente contribuyendo al desangramiento de nuestra economía y operando a favor de las estrategias oposicionistas.

En estos días me vi obligado a utilizar el servido de taxis pues mi carro necesitó reparaciones que llevaron tiempo, la dificultad para conseguir dicho servicio es desesperante, pues habiendo como hay en esta ciudad una gran cantidad de taxistas, a quienes me hacían el servicio, a todos, les indagué el por qué de dicha dificultad y la respuesta fue la misma. “es que los choferes de taxi se prefieren “gasolinear” pues en cada viaje se ganan dos mil bolívares, y hacen varios al día, todo con la complicidad de oficiales destacados en los puestos de control.

Uno de ellos me confió que un sobrino suyo a quien, a través de un coronel amigo le consiguió cupo en la Escuela de Guardias Nacionales de la ciudad de Cordero en este estado, al regresar de una pasantía de dos días en el puesto de Peracal le entregó cinco mil bolívares para que se los guardara. él extrañado le exigió explicarle de dónde había sacado ese dinero y la respuesta lo dejó frío pues el cuento es que se lo habían dado “para que muriera callado” pero además le contó lo que en tan poco tiempo había observado, entre otras cosas de cómo tenían un pipote de esos gigantes que se utilizan para envasar gasoil o aceite, lleno de billetes de a cien bolívares y se pudo enterar que al general debían entregarle 25 mil diarios y lo que sobraba repartirlo equitativamente entre los funcionarios de guardia, de ser ello cierto y no hay porque dudarlo, allí está la explicación del por qué los resultados son tan exiguos pues no se sienten ni se reflejan en la disminución del desabastecimiento de productos puntuales, el bachaqueo sigue vivo y coleando, la escases es cada vez mayor y las interminables colas no merman, mientras la derecha baila en una pata, porque piensa que de mantenerse esa situación en el 2015, tendrán en bandeja de plata, servido el triunfo que hasta ahora no han podido lograr en ninguna elección popular, con la sola excepción del referéndum pro reforma en el cual no se elegía ninguna autoridad.

La situación está tan arraigada, quienes podrían evitarla, se han entregado en su mayoría al enemigo, sin querer queriendo están destrozando la esperanza de un sector del pueblo que ha encontrado por medios lícitos mejorar su vida, abrazados a la revolución bolivariana y cuyos anhelos podrían perderse si no se consiguen la fórmula de matar al monstruo que se engulle gran parte de los logros de este proceso, pues el mismo los hace pasar desapercibidos, al imponerse por encima de lo positivo lo negativo, que viene dado por la maldita corrupción que luce indestructible y vacunada contra cualquier acción que busque su destrucción.-



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Saúl Molina


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