..., y así, para el capitalista, primero es la renta y después el amor
Adenda: Los propios comerciantes lanzan matrices de opinión antigubernamentales de que no hay tal mercancía, de que si el precio elevado lo fijó Cadivi-se refieren a las nueces peladas, por ejemplo- También, a las mercancías exhibidas en inventarios les colocan códigos particulares en lugar del precio regulado y ajustado a la Ley. De esa manera, cuando el Fiscal de la Superintendencia los visite y pille, posiblemente le pongan el justiprecio, cosas y matrices así, siempre sobre la base de que ambos, pueblo y gobierno popular, son tremendos pendejos. Este criterio es común a todo comerciante: sus clientes son víctimas por naturaleza propia.[1].
La divulgada obra literaria de Henry Ford[2], particularmente durante la Alemania hitleriana, ha sido una eficiente fuente de tergiversaciones dentro y fuera de los análisis y críticas del sistema de producción burgués. A Ford se le acusó de instigador del nazismo, y este ha sido vendido por la mediática anticomunista, como la forma subjetiva de un gobierno feroz y asesino, pero escondiendo siempre su carácter crítico y aberradamente burgués, cosas así.
Sin embargo, la continuidad de su vigencia como libro de consulta por parte de empresarios burgueses y de políticos apologistas del mismo sistema respondería a que la cuestión de la plusvalía, la cuestión de la explotación de asalariados de cualquier etnia y procedencia geográfica, de cualesquiera religiones, suele pasar inadvertida en ese libro.
Efectivamente, Ford sobremagnificó el protagonismo judaico en el ejercicio de las relaciones sociales de producción burguesas sin que él las llamara como tales, o sea, se obstina en culpar al judío y no la relación capitalista que se halla en juego, como si las relacione sociales fueran algo subjetivo. Silencia que se nace proletario o se nace burgués, pero no por proceder de padres judíos ni cristianos, ni europeos ni asiáticos, sino por proceder de gente pobre o rica, según el caso; ¿acaso no hay judíos proletarios? Cuando Ford reconoce que los judíos son un puñado grande de magnates dueños de las finanzas más importantes de las economías nacionales e internacionales, ¿acaso no está diciendo aunque sin proponérselo que es cuestión de riqueza burguesa y no de procedencia etnorreligiosa?
No es un asunto religioso ni étnico ni etológico, según queda demostrado en El Capital, de Carlos Marx. Por supuesto, el hecho aconsejado por la Biblia de que los judíos no le prestaban con usura a sus paisanos pudo haber regido antes del capitalismo, pero entrado ya el sistema capitalista o posmercantilista, la usura rige hasta para los familiares más queridos porque "negocios son negocios". Todos los cristianos, por ejemplo, si se meten a capitalistas, especularán de lo lindo, y tampoco respetarán ipso facto los precios justos, y acapararán, y dejarán si trabajo a muchedumbres de asalariados porque como empresarios buscan rentabilidad y no el amor de sus semejantes.
Así, este pionero de la próspera industria automotriz yanqui, por haberse sentido aludido por los mensajes y contenidos en la Crítica de Marx, para él, que ya tenía un capital fabuloso, que había descubierto una mina de oro con la contrata salarial de muchos pobres proletarios sumisos, tuvo que atemorizarse ante las tremendas e irrefutables verdades expresadas en el Manifiesto Comunista, harto leído y conocido por Ford, el industrial burgués. Por eso le buscó otra causa a su enriquecimiento para que resultara ajeno a la plusvalía.
En el libro se pretendió soslayar el meollo del sistema capitalista y endilgárselo a los judíos como si estos fueran sus únicos practicantes, o aun mejor, como si los males sociales del mundo moderno fueran un asunto subjetivo o de razas, etnias y religiones.
La subjetividad, las etnias y religiones pertenecen a la superestructura del sistema, no a su base, y Ford así lo leyó en la Crítica marxiana del último tercio del siglo XVIII.
Científicamente, esa pésima versión de las causas de los males sociales quedó obsoleta desde el mismo año 1848 con la aparición de la genial obra de Marx y Engels, El Manifiesto del Partido Comunista[3] de marras.
Desde luego, podríamos decir que, por tradición histórica, los primeros comerciantes meramente intermediarios entre productores y consumidores finales han sido árabes en general, como árabes fueron también los enterradores del sistema feudal dominado e imperado por los romanos, lo que no nos autoriza a considera el sistema feudal como algo marcadamente italocristiano.
Asimismo, de procedencia oriental nos lucen casi todos los pobladores de la Europa Occidental, y con ello los mestizos americanos que recibieron la invasión de iberoanglosajones, de holandeses y franceses, pero hay más: Un recorrido observador de su obra-la que nos llega ya maquillada por la mediática burguesa-nos deja entrever que este autor atribuye a los judíos no solo internacionalidad o ubicuidad comercial, su diáspora mundial, sino que le atribuye, de manera empírica, especulativa y vulgar, las características sistemáticas que Carlos Marx pudo científicamente descubrirle y con amplias demostraciones al sistema burgués o capitalista.
Realmente, el sistema capitalista no tiene fronteras ideológicas dentro de sí mismo; admite cualesquiera religiones, es practicable sin cortapisa alguna por etnias de variopintas procedencias y lugares; la nacionalidad burguesa es planetaria, y tampoco excluye a los pobres, a quienes, por el contario, los multiplica aceleradamente, cosas así
Precisamente, los choques entre el empresariado burgués y el Estado descansa en las posibles regulaciones que este suele tomar ante los descarados abusos de muchos empresarios para quienes el libre comercio supone libertad, impunidad y rueda libre para especular, mal pagar a los obreros ya bastante explotados como asalariados: libre mercado para acaparar, para inflar precios, para disponer de personal especializado y de confianza en el cual delegar las funcione directas de la explotación fabril, comercial y financiera. Este personal de confianza pasa a convertirse en los autores materiales de la explotación burguesa.
Sin embargo, si democrático es el sistema capitalista, infiérase cuán superdemocrático es el sistema socialista tendente al Comunismo ya que entonces y sólo entonces la democratización del poder económico no será exclusiva de la clase burguesa, de los dueños del dinero, de los capitalistas, sino que pertenecerá exclusivamente a los trabajadores.
Con el socialismo ya no se trata de libertades para ejercer el comercio a voluntad de una clase, sino de libertad para controlar directamente todos los procesos económicos de trabajo referidos a la fabricación y comercialización de la oferta. Control económico que se logra con el control político como fase transitoria hacia la desprivatización de la propiedad privada de las fábricas de manos de la clase capitalista y contratista de asalariados.
Con el socialismo, los trabajadores cobrarán según su participación directa en la producción de los bienes, y los excedentes productivos pasarán a la propiedad colectiva que desde el Estado velará por los altibajos de la producción, una colectivización de los excedentes productivos usados para incrementar la capacidad productiva nacional, suplir déficit productivos y agrandar los parques productivos y la contrata de más trabajadores con jornadas tendenciosamente menores.
29/12/2014 08:40:51 a.m.
[1] Como quiera que entre la buhonería y el comercio mediano y menor se cuenta a muchos nacionalizados; es de esperarse que el Estado aproveche las posibles renovaciones para sancionar o premiar a los violadores y respetuosos de nuestras leyes, sean ellos nacionales o/y nacionalizados.
[2] Trátase de El Judío Internacional; data de los años 20 y de más acá. Véase, por ejemplo: http://es.wikipedia.org/wiki/
[3] Por allí se afirma que es el libro más leído en el mundo, luego de la Biblia, aunque la prioridad numérica de ésta respondería que es una obra con varios siglos de antigüedad mayor respecto de la primera. Súmese que son escasas las editoriales dispuestas a reimprimir una obra que, sg. Ellas, les resulta contraria a sus intereses burgueses, y, además, agréguese la clandestinidad en que cayó luego de la sistemática campaña anticomunista emprendida todavía por los imperios de la Europa Occidental desde comienzos del siglo XX. Recordemos que Gutenberg usó la Biblia como su primera prueba de impresión revolucionaria con caracteres móviles, a sabiendas de que tendría un mercado seguro debido a su previa divulgación durante las varias generaciones precedentes.