El convulsionado mundo político de fines del SXX y lo que va del presente nos está revelando aristas, manifestaciones y verdades que no habían madurado ante la conciencia crítica de los analistas de la Economía Política.
Por ejemplo, la plusvalía sólo pudo aflorar al pensamiento de Karl Marx, luego de que pensadores de alta talla como Adam Smith y David Ricardo abordaron directamente la importancia del trabajo dividido de los asalariados, más allá del plusvalor oculto hasta entonces para aquella economía fisiocrática que mantenía un velo sobre los orígenes de la riqueza de las naciones, al punto de silenciar o ignorar el trabajo de los trabajadores no agricultores.
Ahora, con el despertar de millones de trabajadores y pueblos que estaban siendo atropellados porque su poder de compra salarial nunca fue suficiente para demandar la plusvalía que gratuitamente recibe el capitalista, estos trabajadores están cayendo en la cuenta de que para ser bodeguero, quincallero, industrial menor, mediano y grande no hace falta el asesoramiento de ningún Economista burgués o vulgar, como bien los calificó Karl Marx.
En el caso venezolano y de los demás países anotados con el proyecto bolivariano, introducido, diseñado e implementado por Hugo Chávez, los trabajadores están recibiendo y hasta con creces el equivalente a la plusvalía que les sustrae el capitalista. Esta mejoría en su renta personal pone en evidencia que su mayor poder de compra no se está correspondiendo con ninguna asesoría posible de Economista alguno para que los capitalistas amplíen su oferta en correlación con la nueva y abultada demanda, ni tampoco los requiere el gobierno para incrementarla.
Vemos ahora que sencillamente, que empíricamente, hasta el gato, el buhonero menor, el bodeguero, el quincallero y hasta el obrero activo en alguna fábrica o comercio se están dedicando a la compraeventa de mercancías que escasean y por las que los consumidores que ahora son más y con más poder de compra per cápita están en capacidad de comprarles.
Efectivamente, se está comprobando que las enseñanzas y los aportes de los Economistas son meramente técnicos a fin de que el capitalista logre maximizar los rendimientos de sus medios de producción, y así evitar despilfarros, adquirir maquinarias y materias primas de alta calidad, y organizar a los trabajadores y los medios de producción de tal manera que su labor en equipo dé una mayor productividad per cápita.
Ocurre que esa asesoría es perfectamente estereotipable y como tal termina aprendiéndose con la práctica, sin mayores ni sofisticados estudios académicos ni universitarios. Esto hace de cada trabajador un especialista económico de hecho.
Y en cuanto a la cuantificación e incremento de las ganancias de las fábricas, comercios y bancos, todo ese estudio y aprendizaje empírico sobre la organización productiva del capital constante y el variable es usualmente reducible a la sencilla norma, al alcance hasta de analfabetos formales, según la cual la idea económica que priva en todo capitalista, fabricante, comerciante o banquero, queda reducida a comprar bien barato y vender al mayor precio posible, algo semejante al comportamiento de los abogados, quienes aprenden antes de graduarse a hacer malos arreglos en reemplazo directo de buenos juicios.
En ese sentido, son los propios políticos y gobernantes de este siglo quienes mejor están asesorando a los empresarios burguesas ya que al optar, por ejemplo, por una mejor distribución del Presupuesto Nacional en una mayor cantidad de ciudadanos a fin de garantizarles una mayor suma de bienestar, con esas acciones politicogubernamentales ya no hace falta asesoría económica alguna de ningún Economista, porque, en principio, con esas acciones políticas se amplía la demanda, consecuencialmente los precios suben y finalmente el capitalista gana más.
Entonces, nos preguntamos: ¿para qué sirven o están quedando, pues, los Economistas? La respuesta no se hace esperar: están sirviendo para reafirmar que la riqueza de un país la producen los trabajadores y no los empresarios, por capaces que ellos sean en materia del manejo de su patrimonio y de sus inversiones o trasformaciones del capital dinero en capital de producción, en mano de obra, materias primas y otros medios complementarios de producción. Como esto es así, ¿para qué contratar Economistas, porque, si no hace falta el dueño de los medios de producción para que una empresa dé guanacias, mucho menos hace falta el asesor de aquel?
[1] Obsérvese que los contadores públicos, los contables e ingenieros en general suelen suplir con mucho éxito en casi todas las empresas privadas a los economistas de profesión porque los conocimientos y potenciales aportes técnicos de estos comprenden perfectamente los de aquellos y viceversa.