La rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992 no es un acontecimiento cualquiera que se deba recordar sin tener en cuenta la relevancia histórica que el mismo reviste, aún más de la que puedan prestarle los chavistas en el presente, ya que no sólo sirvió para darle nuevas esperanzas al pueblo de Venezuela sino que le ha permitido a otros pueblos de América Latina y del mundo emprender sus propios procesos revolucionarios, siguiendo el ejemplo de lo hecho por el proceso revolucionario bolivariano socialista liderado por el Comandante Hugo Chávez Frías.
Ahora es cuando se manifiesta con más fuerza la vigencia de esta rebelión y el proyecto de transformación estructural que surge con ella, rompiendo radicalmente con ese pasado de pasividad y de invisibilización al que fueran condenados los sectores populares por las cúpulas corruptas, apátridas y antinacionales que gobernaron por más de cuatro décadas este país, beneficiándose ampliamente del manejo de la renta petrolera. Bajo su influjo, surgió una nueva realidad socio-política, con un poder popular organizado y una Constitución y unas leyes que les garantizan a todos los venezolanos una participación y un protagonismo que antes eran ámbito exclusivo de las clases dominantes.
Por supuesto, para los enemigos eternos de la revolución bolivariana el 4-F siempre representará una fecha nefasta para todos ellos, dado que fue el puntillazo que puso fin al pacto de Punto Fijo, lo que quedaría demostrado años más tarde con la elección del comandante Chávez como Presidente de Venezuela. No asimilan todavía el impacto producido en el espíritu rebelde del pueblo venezolano y, por ello mismo, no atinan en su estrategia conspirativa para convencerlo de sus "bondades democráticas", utilizando calumnias recurrentes, inspiradas y respaldadas al cien por ciento por el imperialismo yanqui, empeñado como está en lograr el control directo de la riqueza petrolera de este país.-