En estos días en una reunión donde me encontraba, alguien ilustraba lo que pasa en Venezuela como un barco que se hunde, así como el Titanic, y la solución que planteó fue tomar los botes salvavidas, abandonar el barco, llegar a la orilla, construir otro barco y seguir, a lo que respondí: Si el barco es Venezuela, abandonarlo es entregar la patria, y llegar a la orilla y hacer uno nuevo es irse del país. Nuestro futuro está en lograr que hasta aquellos que como la orquesta del Titanic, que creen que deben seguir tocando a pesar que el barco se hunde, dejen de tocar por un momento y se vayan a buscar las herramientas necesarias para tapar el boquete de proa abierto por el iceberg y los que estamos en el barco logremos repararlo para así retomar el rumbo transformador.
Las cúpulas del gobierno y la oposición, están logrando generar desesperanza en el pueblo venezolano, y esto suma a la polarización pero no suma a la conciencia política y a la movilización, creando así una condición de antipolítica muy peligrosa y definitivamente contrarevolucionaria.
Si a esto le sumamos los gobiernos y las trasnacionales que andan “cazando güire” ante cualquier error que se cometa para clavar los colmillos petroleros, en verdad no entendemos como la exclusión, el sectarismo, el autoritarismo, la ausencia de transparencia y pedagogía política predominan en nuestra agenda pública.
Sin embargo, la paciencia de un pueblo que con las colas expresa claramente que no está a favor de la violencia como alternativa para “salir de la crisis” y que reclama medidas contundentes a favor de quienes viven de su salario, evidencia una gran esperanza de que la solución de nuestros problemas está en más democracia, en mayor inclusión, en un cambio radical de política del gobierno del presidente Maduro, en una aplicación certera del “Golpe de Timón” de Hugo Chávez.
Cuando vemos a un pueblo que ante la escasez de divisas se pone a producir sus propios productos, y se pone creativo para satisfacer sus necesidades sin esperar a que el Estado o el Mercado vengan a decirle qué y cómo hacerlo. Cuando vemos que a pesar de la crisis existen pequeños y medianos empresarios pensando en cómo solucionar problemas, y cuando vemos al Poder Popular y Comunal organizado produciendo sus alimentos y colocándolos al servicio de la gente a pesar de que el gobierno prefiera importar y no proteger la poca producción nacional que existe, podemos decir que ahora es que tenemos esperanza.
Si a esto le sumamos la cantidad de organizaciones, frentes, colectivos, ONGs, articulándose y rearticulando esfuerzos para encontrar coincidencias que permitan trabajar en puntos en común con el fin de salir de la crisis, hay esperanza.
Cuando a pesar de la crisis de valores, aún vemos quien al ver a un anciano desvalido en la calle ofrece su apoyo para pasar la calle, o cuando al dejar algo en algún sitio, al volver encuentras que lo han guardado en espera de devolverlo, definitivamente hay esperanza.
Cuando empieza a nacer una condición emergente que demanda alternativa a lo que existe, convencidos de que la solución de la crisis está en la participación y en la construcción colectiva, hay esperanza.
Cuando un opositor reconoce cuanta falta hace Chávez y ve en el chavismo cosas buenas que reivindicar, y un chavista reconoce que existe gente decente en la oposición y reclama cuanta falta hace una dirigencia opositora seria, no tengo ninguna duda en afirmar que existe esperanza.
Es por ello que la gente decente, debe unirse para que esa esperanza se convierta en la herramienta para arreglar el boquete de la proa hecha por el iceberg y no en unos botes salvavidas para huir…