I
¡Qué hermosa joven! ¡Qué conmovedoras palabras! Es ella: tenía que ser Rosinés Chávez. La última hija del más grande venezolano de estos últimos cien años. Duélale a quien le duela, hay que decirlo. Es la pura verdad. El padre de esta joven fue un venezolano puro, íntegro; que amó a su pueblo como pocos en la historia de este país. Y ella ha crecido en revolución. Su padre la amó y la consintió ante las cámaras de televisión, y ante los ojos del mundo. La llevaba en sus giras. Siempre le tuvo una gran deferencia. Y de tanto nombrarla se nos metió en los huesos ese nombre. Dejó la niñez atrás. Ahora es una joven capaz de pararse ante un público y leer, llena de emoción y de recuerdos, unas palabras para que sepa la gente que Chávez sembró en ella una semilla que comienza a germinar.
II
El escenario que la vida le presentó a Rosinés no podía ser mejor que en el “Cuartel de la Montaña”, donde yace el féretro del Gigante, y donde se le brindaba un emotivo y conmovedor homenaje por sus dos años de su desaparición física. Allí estaba Maduro. Allí estaban los ministros. Allí había chavistas puros y leales e invitados especiales. Pero allí no podían faltar los abuelos de Rosinés, sus hermanas y sus tíos y tías. En medio de las palabras de Rosinés, se le quebró la voz, más de una vez, y las lágrimas de sus familiares no pudieron aguantarse.
III
Estas fueron sus palabras: “Gracias, papá, por quedarte como una lucecita cuándo sentimos que no vemos el camino. Gracias por seguir brillando en la mirada de un niño y en la sonrisa de un abuelo, gracias por habernos llenado de tantos recuerdos, muchos de ellos cargados de tantas ocurrencias…” Más adelante añadió, mientras se reponía del quiebre de palabra, lo siguiente: “El camino que queda por recorrer no es sencillo, como persona, como familia y como país pasamos por altos y bajos, pero seguiremos construyendo y luchando por esta hermosa patria a la que amaste tanto o más que tu propia vida, esta patria por la que tanto te sacrificaste…”.
“Antes de partida física intentaste prepararnos para estos momentos y dijiste que debíamos ser fuertes y seguir el camino, que debíamos ser valientes como el abuelo Maisanta. Hoy día seguimos sintiendo esa fuerza que nos trasmitiste y que de alguna manera, seguimos transmitiéndonos”. Y añadió, para terminar: “Lo que me dijiste un día, lo digo ahora porque no hay palabras más exactas para expresarlo: ´Te veo en todas partes y en todas partes te siento´. Una vez más gracias, ahora entiendo lo que un día expresaste al decir: ´Cuando hay amor de verdad uno se queda para siempre´. Te amamos y te recordamos tu pueblo y tu familia… Gracias, papá.
¡Volveré!