Ya algunos analistas que me ha precedido dejaron en claro que la inundación del mercado con el esquisto tenía como fin desajustar los presupuestos nacionales de países liberados del yugo yanqui, mediante la baja del precio del petróleo sufrida hasta ahora.
Ese posible desajuste presupuestario obligaría a Venezuela, por ejemplo, a buscar recurso alternos, además de apretarse el cinturón en sus inversiones sociales, como las Misiones.
Entre esos recursos alternos estaría una mayor recaudación de impuestos que pueden ser tolerados con ajustes prudenciales como se viene haciendo.
Desde luego, con un precio de la gasolina que toda la vida ha estado por el suelo, y cuyos ajustes sirvieron de detonante para la salida del CAP, no obstante, pareciera oportuno y justificado ajustarlo, máxime cuando su precio actual ha servido no sólo para despilfarrarla, sino que alimenta el dañino contrabando de extracción, con lo cual ya los beneficiarios no son venezolanos, sino comerciantes ilegales de toda índole involucrados en ese negocito, con anuencia-sobreentendida-de burócratas varios que lo han tolerado y ayudado a desarrollarse.
Sin embargo, ante la actual guerra económica, lo menos que le convendría a la paz que hasta ahora hemos preservado es ajustar dicho precio. Sólo en críticas y graves situaciones deficitarias presupuestarias podía acudirse a esta peligrosa alternativa, pero, en todo caso, cualquier ajuste del dicho precio sólo convendría hacerlo en paz, en paz, en paz.
Recordemos que la gasolina es un componente de costo de fabricación y de distribución de mercancías, y posiblemente la inflación se despegaría con justificaciones reales y contables, cosas así, en beneficio precisamente del contrario en esta perversa guerra comercial. Es sospechoso que muchas encuestas estén contestes en ese aumento, cuando en toda sociedad burguesa, el usuario desea que le regalen las mercancías o se las vendan bien baraticas.
12/04/2015 06:52:33 p.m.
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