La atroz dictadura le da casa por cárcel a los difamadores de oficio y, en un arrebato de fastidio, decide darles la calle completa y luego, la libertad plena. A los fugaces ex presidiarios no les gusta mucho que el show auto heroico se trunque tan rápido, pensaban sacarle un poco más de gloria mediática, sólo que el régimen no los dejó. Denunciarán este nuevo atropello ante la CIDH y la SIP. Sabían que no les darían mucho tiempo de arresto –de allí su irradiada “valentía”-, pero truncarles el show es un acto represivo, típico de las más feroces dictaduras, como ya está dicho.
Así mismo lo hizo el rrrégimen con quien lo eliminó por decreto, el recordado Pedro Carmona Estanga. Al fugaz dictador lo envió a su hogar, de allí el hombre se piró sin que nadie lo viera y apareció en la embajada de Colombia. La intolerante autocracia le otorgó el salvoconducto para que viajara a Bogotá, desde donde el hombrecito conspira sin mayores problemas.
El totalitarismo invita a dos de los más connotados adversarios mediáticos, magnates de la televisión ellos, uno más que el otro, para que ataquen al régimen desde el centro mismo del poder, esto es, la Asamblea Nacional. Los dos hombres despotrican desde allí contra todo el mundo chavista y denuncian que en el país no existe libertad de expresión. A estos pobres perseguidos del autócrata (esta palabra se pronuncia masticada, como lo hace Pompeyo Márquez) les colocan las cámaras y micrófonos del canal 8 y demás medios del Estado para que hablen a todo el país durante horas. Ambos le dicen al presidente de la República hasta del mal que se va a morir, a la par que lo acusan y tildan de tirano. Los diputados del régimen los escuchan con atención y ordenan llevarles agua y café.
Así transcurre en Venezuela lo que algunos denominan “pesadilla”, con los hoteles atiborrados y las líneas aéreas sin cupo para el interior o exterior del país, desde semana santa hasta diciembre. Las víctimas de la autocracia le dan a la lengua durante las 24 horas del día y, cuando se cansan de sus cadenas radioeléctricas privadas, logran ser invitadas a la Asamblea Nacional , lugar privilegiado desde donde denuncian la persecución y la mordaza a la que están sometidas. Algunos talibanes (o mal agradecidos) llegan a decir que el régimen, con esas facilidades que otorga para que lo denuncien, e incluso intenten tumbarlo, lo que busca es mediatizar la lucha de la “sociedad democrática”.
“Eso es una provocación”, vociferó ante la SIP un magnate de la televisión, mientras mostraba el video de su comparecencia en la Asamblea Nacional , donde lo dejaron decir de todo contra la dictadura con el único fin de perjudicarlo frente a sus compañeros de lucha. El hombre, en un arrebato de lucidez política, informó a sus colegas que la oposición democrática del país se ha trazado dos claros objetivos: 1) lograr el conteo manual de todos los votos y 2) abstenerse de participar en cualquier proceso electoral. “Nos vamos a abstener, asentó categórico, pero eso no impide que exijamos la eliminación de las máquinas captahuellas y que reclamemos el conteo manual hasta del último voto”.
La máxima paradoja de la oposición ha sido dejar en manos del oficialismo el rol de la oposición. Cómo será, que las más graves denuncias contra el gobierno salen del mismo gobierno. Mientras la real oposición se dedica a desbordar, destejer y romper por allí la octava estrella, una bandera tras otra. En eso se la pasa.