La oposición se desinfló porque no responde a una dinámica cualquiera del país sino a los requerimientos de Washington. Venezuela no necesita separar el Zulia, ni repudiar el CNE, ni defender a tracaleros disfrazados de periodistas, ni matar fiscales. El país requiere alfabetizarse, puentes sobre el Orinoco, nuevas represas, desarrollar el agro, recuperar la vista, más salud, más educación, eliminar el crédito mexicano, más vivienda, que recojan la basura, más seguridad, etc. Quien no responda a esas exigencias se quedará por el camino, como los políticos que solo existen por Globovisión. El país necesita funcionarios que resuelvan, no funcionarios que se resuelvan.
Se llama soberanía, cuando un país rechaza imposiciones externas, golpes inspirados por la CIA, magnicidios, invasiones. Habrá sectores que quieran eso, que nunca faltan, pero son una minoría cada vez más inoperante, como vemos en las marchas exiguas de la oposición, magnificadas por la ilusiones ópticas e ideológicas de Globovisión. Solo les queda Bush, es decir, solo les queda Globovisión, día y noche, porque los otros canales han ido apartándose y RCTV se distrae mucho con sus telenovelas y su envilecimiento constante del cuerpo femenino. Por eso solo se encadena por ratos con Globovisión. Y los periódicos solo circulan en unas decenas de miles como para movilizar a nadie. Despilfarraron el apoyo que los acompañó hasta el Referendo, cuando anunciaron unas pruebas de un fraude y solo sacaron el sofisma del cisne negro. En lugar de organizar ese nada desdeñable 40%, a responder a sus necesidades reales, se dedicaron a seguir las líneas de Washington, tan ajenas a ese 40%. Ese 40% se está beneficiando de la baja inflación y del crecimiento económico.
Fruncidos como están, solo les queda Bush, es decir, golpe, magnicidio e invasión, es decir, suicidio colectivo, porque serían las primeras víctimas de una revuelta general de consecuencias impredecibles, una revuelta que solo está conteniendo Hugo Chávez, como contuvo aquella del 14 de abril de 2002, cuando estaban incendiando a Caracas. Esa quema no la detuvo ninguna policía ni ningún ejército, políticamente exhaustos, sino el llamado de Chávez esa madrugada.