La anticonquista contra-imperial: 100 años después del nacimiento de César Rengifo

VOY A CONTARLES EL VIAJE DE AMALIVACÁ EN LA EDAD DE LAS AGUAS DE LOS TAMANACOS DEL ORINOCO

La anticonquista contra-imperial: 100 años después del nacimiento de César Rengifo (14 de mayo 1915-2015)

Voy a contarles

Cómo Amalivacá y su hermano Vochi, el héroe cultural y espiritual de los tamanacos

Creó el viento y el Río Padre Orinoco y multiplicó la especie humana

Con el fruto de la palma del moriche.

De cómo surgió el mundo de los tamanacos y de otras civilizaciones en Guayana y Amazonas a la sombra de los riachuelos y de los humedales, amamantados por los senos maternos de los morichales. Hijas del moriche fueron llamadas aquellas civilizaciones, que labraron piedra, huesos y maderas y surcos por caminos distintos a la rueda, el hierro, la pólvora y la imprenta. Pero que también fueron florecientes y supieron hacer de las adversidades una fuente creadora de su cultura ancestral.

I

En aquel entonces,

Todo había quedado bajo el silbido estrepitoso y profundo de las aguas

Que inundaron la tierra:

40 días y 40 noches sepultaron

Hombres, animales y plantas.

Tronó tanto, que la garganta del cielo ya hablaba en una lengua de ronquidos lluviosos, de aguas desprendidas de nubes tenebrosas.

Y nada se entendía hasta entonces para descifrar el destino del mundo y de todo lo viviente:

De pronto,

Flotando sobre aquel diluvio apareció un día

Amalivacá (y su hermano Vochi).

Venían

En una canoa de aura reluciente (llena de sol y sombra, entre los días apagados y las noches llorosas, con esos ojos de estrellas anegadizas bajo aquel cielo cóncavo, de impetuoso y prolongado silencio)

Entonces deciden reparar los daños de todas las inundaciones. (1)

Curiosamente,

A medida que navegaban y navegaban sobre aquel diluvio

las aguas torrentosas, comenzaron a bajar y bajar..

Y así, por fin aclaró:

EL sol abrió sus pétalos al día.

Al topar de nuevo con la tierra de origen y escuchar el canto de los pájaros

Amalivacá creó el Río-Padre- Orinoco, espejo cósmico de cinta gris-ceniza desplazada sobre el horizonte de montañas azules y verdosas llanuras… de alfombras floreadas de araguaneyes, mastrantos, chaparros, totumos y aromáticos mereyales para fabricar la miel de las abejas en la Mesa de Guanipa.

Así también, Amalivacá creó las leyes que regirían el viento.

Una sola pareja había quedado a salvo para reconstruir la especie humana

A través del pueblo tamanaco.

Amalivacá los convocó a multiplicar la humanidad, regando por montañas y sabanas

El fruto de la palma de moriche.

Y de aquella pareja, si quien arrojaba –hacia atrás- el fruto del moriche contra la tierra era la mujer, salían hombres

Y si lo arrojaba el hombre, salían mujeres

El fruto sagrado,

pan de la vida y hostia del mundo tamanaco, era carne y sangre de Amalivacá.

II

Y así de dos se hizo la unidad de la especie humana, hombre y mujer, como el día y la noche.

Así fueron los tamanacos multiplicando la especie humana y poblando la tierra.

Al principio de los tiempos

Amalivacá los había hecho inmortales

Pero en castigo por sus faltas les quitó la inmortalidad y los hizo perecederos. Y así conocieron la vida y la muerte.

No quiso darles todo hecho y les dejó en libertad para la creatividad y la inventiva, guardando su memoria de generación en generación para mantener su cultura con el sudor de su frente en sintonía con el universo y con todo lo viviente.

Los tamanacos ya querían bajar y subir el Orinoco a su antojo y sin esfuerzos, como quien recibe una casa, una pensión o una beca para cruzarse de brazos y abandonar los morichales, los tejidos y el conuco.

Pero, no. Eso no.

Nada de vida fácil de ahora en adelante, les dijo molesto el Padre Creador iluminado por los rayos del Catatumbo y tomando la voz prestada a los saltos del Caroní:

Entonces, Amalivacá los convocó para que mediante el trabajo creador y productivo aprendieran a manejar las leyes del viento

En sus distintas direcciones (siempre en alianza con la madre naturaleza): (2)

Para que sus canoas pudieran dirigir sus velas y subir en las alas de ese aire huracanado sobre aquella inmensa serpiente de agua dulce

Y bajarlo con la fuerza de todos los afluentes que alimentaban al Río Padre, pero siempre atentos a la velocidad de sus torrentes

Y los peligros inesperados, de islotes y de raudales. De bestias y de malezas atravesadas en el curso de las aguas embravecidas.

Y así comenzaba a poblar la tierra el pueblo de los tamanacos en aquella convergencia

Entre la caída natural de las aguas que se precipitaban sobre los caños y mares y la fuerza impetuosa del viento

opuesta a las caminantes aguas abajo del Río Padre,

Orinoco arriba, con las canoas de brazos extendidos al cielo

Manejando, velero adentro, aquellas dos vertientes encontradas

Como el pecho del cóndor que se levanta sobre los nubarrones:

Del agua

Y del viento…

Ahora, con el fruto del trabajo y del ocio creador

Cultivando la tierra con el arte, la ciencia

Y su espiritualidad.

Así florecieron los tamanacos en comunión con la hostia del moriche entramada en comunidades y pueblos.

Y sus palmeras para darles techo, chinchorro y catumare y múltiples utensilios para facilitar la organización social y la convivencia comunal y política:

Sombra viviente bajo aquella luz encendida de aquel sol pos-diluviano.(3)

III

Al final, los tamanacos del Orinoco caminaron y caminaron bajo siglos y milenios, hasta encontrar con asombro en su camino un extraño objeto. Es el casco de hierro de las viejas y nuevas conquistas. Es "la planta insolente del extranjero que ha profanado el suelo sagrado de la patria".

-Miren….el Decreto de Obama. Es el mismo "Requerimiento" leído en latín, ahora en inglés para los "indios sin alma" del siglo XXI. Recibió el Nobel de la Paz en nombre de la doctrina de "La justa guerra"….

Es el mismo musiú con diferente cachimba. Que ayer fue hispánico o ibérico, después fue inglés, ahora es gringo. Pero los hijos del moriche y del maíz, lucharemos y venceremos. Los tamanacos del Orinoco y sus descendientes viviremos siempre. Estrellas, lunas y luceros, retomarán en el Alba la esperanza y la vida: para anunciar el sol de cada día. Un nuevo amanecer vendrá para todos en sueños, señales y gritos libertarios. Por otros mundos posibles en el socialismo del siglo XXI-…

NOTAS AL MARGEN

(1)Dicen los misioneros –y lo repiten los indios por ellos aculturados- que Amalivacá era blanco, de barba y de túnica blanca. Falta que viniera ahora hablando ayer en español o en inglés en la era del petróleo. Además se le atribuye haber venido del otro lado del océano. ¿Pura casualidad? Para ellos también la Koromoto venía tal vez en los barcos de Colón, traía un rostro de misionera española, la piel blanca, los ojos azules y le pedía a los indios kospes que abandonaran el conuco y las costumbres indígenas y asumieran las costumbres españolas junto con la religión católica.

Sin embargo, el indio Cayupare se arma desde su shamanismo para asegurarnos que la túnica de Amalivacá era de hilos relucientes del moriche, su piel tostada por el trópico y hablaba en la lengua sagrada de los caribe-tamanacos, muy emparentada con la lengua de Guaicaipuro, que Él y su nave venían de las estrellas como los primeros kuna de Abya Yala y como los primeros warao del Delta y del golfo del Uriapari.

(2) No negamos los estudios que buscan lo que todos estos grandes mitos de la humanidad tienen en común con los mitos griegos, romanos y judeo-cristianos, pero también es necesario tener claro lo que esos mitos indígenas tienen de propios, de irreductibles al mundo occidental. Lo que queremos denunciar es que esos mitos indígenas, ligados a la historia y cosmovisiones de los pueblos indígenas son manipulados por misioneros y algunos filósofos y antropólogos occidentales, con la finalidad de quitarles su especificidad histórica, cultural, ecológica y espiritual. Incluso desgajarlos de sus contextos lingûísticos, cosmovisiones y cosmovivencias específicas en sus búsquedas del buen vivir.

(3)Sin embargo, en el corazón del mito-historia de Amalivacá, anidaba una profecía:

-Con el tiempo, gente extraña llegarían a estas tierras. Después de miles de años de desenvolvimiento de la vida tamanaco, la genialidad de César Rengifo, representaría ese momento con el encuentro de una nueva era, la era de la conquista, encarnada en el encontronazo con el casco del conquistador. Era el símbolo de la búsqueda de El Dorado, de la sed del oro, pero también de "Las Torres y el viento" y de "El vendaval amarillo": la llegada de los jorungos en la era del imperialismo. Es la misma era de la anticonquista o de la resistencia indígena que comienza el 12 de octubre de 1492 hasta hoy. Resistencia y emancipación, independencia y liberación frente a cualquier tentación del derrotismo cultural y de dominación extranjera. Es el llamado quemante a nuestra independencia y autonomía cultural y educativa dentro de nuestro contexto multiétnico y pluricultural, con vocación ecuménica intercultural, superando castas, clases y estamentos en una sociedad diferente. El mito de Amalivacá lo plasma Rengifo en el mural del Centro Simón Bolívar para fortalecer el imaginario indígena del venezolano, muy debilitado por la subcultura del petróleo, mientras seguía su curso la sociedad de castas de la colonia con su imaginario de la limpieza étnica y de sangre.



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Saúl Rivas Rivas


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