Mucho se ha hablado en estos días de "Máximo Canales", aquel jovencito, como lo éramos entonces, quien fue militante del MIR y líder del grupo de comando que secuestró al genial futbolista, todavía sólo argentino, Alfredo Di Estéfano, conocido entonces como "la saeta rubia". Comenzaba a correr la década del sesenta; ya el MIR y el PCV, por aquella política particularmente represiva del gobierno de Rómulo Betancourt, caracterizada por la demoníaca frase "disparen primero y averigüen después", habían comenzado el paulatino proceso de trasladar el centro de operaciones de la lucha popular a la montaña, para una guerra que sería "muy larga", como me dijo entonces uno de sus promotores, ahora en los comandos de la MUD.
Si mal no recuerdo, también estuvo Paul del Río, junto con Rómulo Niño y otros compañeros del MIR, en aquella audaz y hasta alegre acción de secuestrar un barco de la Venezolana de Navegación, cuya proa pusieron hacia un puerto brasileño, en cuyo país, entonces era presidente una figura militante de las ideas progresistas y solidarias de aquel país. Por eso pudieron llegar allí sanos y salvos y muy pronto regresar a Venezuela a reincorporarse a sus tareas clandestinas.
Como sucede siempre cuando se producen hechos como estos y liderados por personajes como los antes mencionados, mientras el buque "Anzoátegui", creo ese era el nombre de la nave secuestrada, avanzaba por el Atlántico, rumbo al sur, fue sometido a bombardeo a sus alrededores, intentando amedrentar a tripulantes y secuestradores, para hacerlos volver o atracar donde les indicasen sus hostigadores, por aviones de la fuerza aérea de EEUU. En este caso el destructor USS William M. Wood DD-715 y el portaviones USS Intrepid CV-11, fueron los encargados de acosar y hostigar a los osados navegantes. Para evadir ese acoso, quienes controlaban el "Anzoátegui" optaron por atracar en el puerto de Belem do Pará, para luego ser trasladados a Brasilia, donde el entonces presidente brasileño Joa Goulart, les dio asilo político, pese a que el gobierno venezolano de Betancourt, alegó el delito de piratería.
Era aquel gobierno brasileño en buena medida progresista. El presidente Goulart había sido ministro de Getulio Vargas, el sacrificado presidente considerado un hombre aliado de las luchas por la justicia social y hasta antimperialistas.
El régimen de Goulart se puede evaluar además, tomando en cuenta que en su gabinete estuvieron hombres como Celso Furtado y Darcy Riveiro. Sabiendo esto, los hombres que tomaron el control del "Anzoátegui", en aquellas circunstancias y el cuadro político latinoamericano, optaron por las costas brasileñas y pusieron rumbo al sur.
Quiero destacar, es valedero hacerlo, unas declaraciones de Canales, en las cuales puso énfasis en una gran verdad. Por las acciones de aquel movimiento vanguardista del cual formó parte, jamás se le causó daño a nadie, no se viole los derechos de ninguno y jamás se hicieron para cobrar rescate o recompensa; sólo privó el objetivo de hacer propaganda y denunciar el carácter extremadamente represivo del gobierno. De acciones con esas características recordamos "el vuelo de los aguiluchos", o el secuestro de un avión comercial de la ruta venezolana y de unos cuadros de una exposición francesa o mejor procedentes del Museo de Louvre.
Ayer, en un acto en el cual se homenajeó, en justicia, a Paul del Río con la "Orden del Libertador", una de sus hijas expresó lo siguiente:
"Y con todos sus camaradas que están en las mismas condiciones,
que no se espere hasta que sea tarde para que sus nombres sean
lanzados al viento e izados como mártires de La Revolución….."
Bartolomé Vielma Hernández, el "negro Antonio" de la etapa clandestina, era el responsable del frente al cual pertenecía entonces Máximo Canales. Como tal, le tocó planificar y coordinar algunas de aquellas acciones que aquí se han nombrado. El desempeño de Bartolomé en la lucha clandestina, sobre todo en el sector urbano, fue significativo. Se jugó la vida todos los días, desde que habiendo llegado a Caracas, proveniente de Cumaná, donde fue de los fundadores del MIR, hasta que ya en el intento de retornar a la legalidad, por aquello de la pacificación, fue detenido y hoy es todavía uno de los tantos desaparecidos de quienes nadie habla, sino se le envuelve en esa genérica y difusa clasificación.
Es uno de esos tantos hombres que están dentro del reclamo de la hija de Paul del Río, pero de quienes cada día hay menos de quienes le recuerdan pese su enorme aporte a las luchas del pueblo contra el imperialismo, las dictaduras disfrazadas como la de Betancourt, en favor de los más débiles y por una Venezuela independiente y próspera.
Bartolomé fue un militante fundador y dirigente del MIR; partido ya desaparecido y cuyos viejos militantes están ahora en otros espacios, hasta en la derecha. Fue un héroe que, por la circunstancia antes anotada, pareciera no tener dolientes, por lo menos en los espacios donde se influye. En la revolución bolivariana hay de todo, menos una fracción o tendencia de ex miristas. Estos se incorporaron, como Lino Martínez, salvo quienes se quedaron en el camino o se plegaron a la derecha, como tantos de otros partidos, incluyendo al PCV, Liga Socialista, etc., al movimiento liderado por Chávez, cada uno por su cuenta, sin formar grupo, quizás hastiados de la esa insana práctica que destruyó su vieja y gloriosa organización. Esta circunstancia y la temprana desaparición de Vielma Hernández - no tuvo la fortuna nuestra de ver llegar a Chávez al poder- hicieron que se haya vuelto un héroe olvidado a quien nadie recuerda. Hasta ni siquiera tiene la categoría que le asignamos salvo entre sus amigos y viejos compañeros que no le hemos olvidado.
Estas cosas dichas al final, motivan este trabajo; sin que eso implique que Paul del Río, Máximo Canales, aquel muchacho que se volvió una figura trascendente y renombrada, un heroico personaje urbano en la Caracas de la década del sesenta y luego fue a contribuir en otras partes del mundo, como Nicaragua, con la lucha popular, no sea merecedor de mi respeto, admiración y cariño. Por algo fuimos compañeros. Esto significa que después de habernos entristecido por su muerte nos reconforta se le haya hecha tan meritorio reconocimiento.
Pero de lo que se trata aquí es, como dijo la hija del héroe reconocido con la "Orden del Libertador", hay que rescatar a muchos del olvido.