Y conste que no se trata de burocratismo alguno; de lo que se trata es de oír a Judas y a Judito, pero no para criticar en positivo ni en negativo, es que hay ideas potencialmente muy útiles dispersas en la población que podrían estarse desaprovechándose o subutuilizándoselas en el mejor de los casos.
El Presidente Chávez llegó a tomar consejos hasta de sus peores enemigos subyacentes que luego se quitaron sus horrorosas máscaras del tipo Miquilena, mientras desoyó o no supo de la existencia de otros y otras consejeros y consejeras del pueblo.
El síndrome del cogollismo ha sido un pesado legado dejado por la 4ta República. En esos nefastos y sangrientos y hambreadores y excluyentistas 40 años de mando impopular se sembraron a fondo mil y un antivalores de toda índole que hoy seguimos arrastrando cual yerba que merece ser arrancada de raíz, so pena de seguir contaminando las plantas nacientes.
Los cogollos puntofijistas sólo discutían entre sí y decían que ninguno tomaba una decisión unipersonal. En los casos de Ramos Allup, y de Claudio Fermín, por ejemplo, ambos perdieron su gran y única oportunidad de asumir la presidencia o la candidatura presidencial porque, precisamente, fueron incapaces de oír a terceros fuera del cogollito, hicieron mutis en el caso del desfalco de Lusinchi, callaron y el pueblo después los execró a todos, a jóvenes y no tan jóvenes.