Los adecos de la vieja escuela, antes de Leonardo Ruiz Pineda, en la clandestinidad, mientras Betancourt andaba de tertulia en tertulia con personajes como Nelson Rockefeller allá en EEUU, y aún después de caído Pérez Jiménez y pese a todo lo que pasó, como aquellos extraordinarios movimientos de masas que influyeron en aquello, solían decirle a uno, mientras le entregaban un “rolo de policía de goma”:
“Tome compañero, esa es su arma. EN UN MOMENTO DADO, usted se coloca en la puerta del cuartel más próximo y con ella ayuda a tomarlo”.
“UN MOMENTO DADO”, en el pedestre lenguaje adeco, significaba un golpe, un alzamiento militar. La recomendación era parte de la parafernalia betancourista, según la cual los golpes se afrontaban de esa manera. Que el pendejo se inmolase, mientras ellos, los jefes, EN UN MOMENTO DADO, ponían la proa hacia la embajada más próxima.
Imagínese lector a usted mismo, parado al lado de un cuartel alzado contra lo que cree, armado con una de aquellas armas de goma, con la obligación de enfrentarlo o sumarse al mismo. Piense también que al ver el desorden y el zaperoco, se manifiesta a favor del golpe asido a su bastón de goma y resulta equivocado; el cuartel está en contra del golpe que usted apoya solitario y con tan precaria arma.
Si se revisa la historia de AD en la clandestinidad, se podrá saber que Betancourt, desde el exterior, era “aficionado” a promover golpes que siempre fracasaban y ordenar a la militancia de base, siempre heroica y arrojada, a inmolarse en acciones vanguardistas que terminaban con la vida de quienes en ella participaban; en la ejecución misma o después en las cámaras de tortura. Le fascinaba el terrorismo; el mandar a poner bombas a diestra y siniestra. Menos mal que Leonardo significó un virtual rompimiento con la dirección instalada fuera del país, se impuso otra estrategia hasta arribar aquella de la unidad y la lucha de masas en la cual el PCV y la juventud adeca fueron vanguardias.
Pero si revisamos la historia anterior, nos encontramos con la bendita palabra “FEDERACIÓN”. En ella, los patriotas y republicanos, quisieron tener un motivo para dividirse y volverse a dividir, hasta quedar exhaustos. La primera república, nació bajo ese signo. El libertador, en “El Manifiesto de Cartagena”, creyó encontrar en el carácter federal de nuestra primera constitución, la caída de la Primera República. Se dijo contra ella que fue una copia mecánica de la norteamericana.
No creo en el peso dado a ese argumento. Si se estudia como el régimen hispano mantuvo a las provincias siempre separadas, tanto que Cumaná, por ejemplo, vivió por años a espaldas de la provincia de Caracas y ellas a la de Maracaibo; impedidas de comerciar entre sí y de otro tipo de relación; si se conoce que el 19 de abril de 1810, sólo fue la expresión frente al régimen español de los caraqueños, mientas los cumaneses, barceloneses, etc. se manifestaban por su cuenta casi al mismo tiempo al conocer los sucesos de España. La “Campaña Admirable” que llevó a Bolívar desde Colombia a Caracas, es sólo una parte del cuento de lo acontecido en aquella época. Basta recordar, que aún con anticipación, desde Chacachacare, en las cercanías a la Isla de Trinidad, se inició la Admirable Campaña de Oriente, comandada por patriotas orientales que nada sabían de lo que hacía Bolívar.
Por eso, la república nace al inicio como un remiendo de espacios y comunidades que no tenían aún motivos suficientes para integrarse. Aquella primera república, nació tal como debía hacerlo. Por esas razones tardó Bolívar tiempo para que le reconociesen como jefe de los ejércitos patriotas. No podía ser de otra manera.
Muchos años después, aproximadamente en 1869, el caudillo zuliano Venancio Pulgar, sostenía “los caraqueños pueden irse mucho al carajo; ellos gobiernan allá y acá los zulianos”. Más o menos por esa época, uno de los guerreros de la “FEDERACIÓN”, Juan Antonio Sotillo, pregonaba que “Federación era que los caraqueños gobernaran en Caracas, los zulianos en el Zulia y los orientales en oriente”.
Son demasiadas las palabras y frases del vocabulario revolucionario de la patria grande que parecieran como mágicas. Por lo menos en la mente de muchos de nosotros. Sólo pronunciarlas o mejor escucharlas nos magnetizan y nos crean la sensación que en ellas está el secreto del saber y del movimiento. Todo está en ellas. Una de esas expresiones es aquella, que no sé a ciencia cierta si forma parte de un manual, pero todo lo manualiza, es decir lo pone al alcance de la mano. Así se dice “todas las condiciones objetivas están dadas; sólo – casi nada, ¡ah Chachito dirían en Sucre! – falta que maduren las subjetivas”.
Eso significa más o menos que los mangos están maduros y sólo falta que alguien se proponga tumbarlos, se busque un palo y golpee los frutos o que se abrace al tronco y estremezca la mata. ¡Así de fácil!
En la década del sesenta nos echábamos unos a otros ese cuento. El socialismo está hecho a nuestra medida, sólo necesitamos llegar al poder y estando las condiciones objetivas dadas, tenemos que apurarnos en hacer que las subjetivas salgan del horno y pan comido. Claro, para algunos ambas estaban dadas, únicamente faltaba que “le echáramos bolas”. Mucho comandante sin o con poca tropa, sin fundamento cultural alguno, solía decir eso.
Así, como dije antes, se dicen tantas cosas parecidas que aún nos hacen ver todo fácil o mantequilla, llevaron a la vanguardia a a acciones descabelladas y al golpearse una y otra vez contra los muros, por no entender que no era así de simple.
He dejado para el final una frase que en estos últimos años se repite sin cesar, como si sólo ella sirviese para despejar los caminos, las incógnitas y fuese como un amuleto o frase mágica, tal aquella de “Ábrete Sésamo”. Me refiero a una atribuida al Ernesto “Che” Guevara, según la cual “el socialismo no se construye con las armas melladas del capitalismo”.
Se trata no de decirla acríticamente y sin especificar nada; meterla aquí y allá y ante cualquier duda, como si ella por si sola sirviera para despejar la muy complicada que significa cambiar la sociedad. Es evidente, cualquier idea fundamentada sobre el asunto, debe reconocer que en nuestra caso, el socialismo se intentaría construir a partir del capitalismo. La estructura económica, la tecnología, instrumentos, las clases sociales y otros elementos sustanciales, nacieron y se desarrollaron en el capitalismo. La cultura en buena medida, por no decir bastante, dominante entre quienes habrán de construir el socialismo, las masas, no las vanguardias, por mucha ansia y fuerza de cambio, dejará su huella; no se ausentará de la mañana a la noche. Las mismas vanguardias, que no son ángeles bajados del cielo, no dejarán de tener guardados en los más recónditos intersticios sus sutiles “prejuicios y hábitos pequeño burgueses”. Aun, ese hombre nuevo de quien tanto se habla, no nace en laboratorio aislado para evitar cualquier contaminación, pues la genética misma dejaría su impronta. ¿No han visto en este tiempo tanto “revolucionario” cargando basura?
¿Para construir el socialismo será posible invertir sólo siete días? ¿Se le construye destruyendo todo lo existente e inherente al capitalismo para reconstruir de los escombros o mejor cenizas una sociedad nueva, pura, ajena a toda mutación genética? El Ave Fénix renace de sus cenizas, pero ese socialismo del cual algunos hablan, pudiera nacer de la nada, porque las cenizas que quedarían después de la hecatombe estarían contaminadas.
¿Construir el socialismo no demanda el tiempo que la vida imponga, ingenio, creatividad, aprovechar lo bueno existente y a partir de allí empezar a cincelar nuevas formas? No todo lo viejo es malo y execrable. ¿Qué significa entonces esa frase? Por más que la analizo no entiendo la connotación que suelen darle algunos inconformes con la marcha del proceso bolivariano y me molesta y ofusca, porque creo ser bruto, viendo como muchos amigos la entienden a perfección. Lo único que les censuro es que si tienen su arsenal, nunca lo muestran. Pero aun así no dejo de preguntarme, ¿la idea que ellos manejan es la misma que inspiró a Guevara? En verdad no lo creo. El argentino no era un hombre simple y ligero.
Pienso que la marcha y tarea de construir al socialismo no implica una ruptura abrupta con lo existente, porque es imposible. Así no es la vida, la existencia. Siendo así habrá que valerse de lo existente para abrir nuevos caminos y sobre todo trabajar y luchar con valores culturales internalizados y no fáciles de cambiar. Por eso, aunque uno no quiera, esas armas melladas estarán allí; con ellas, otras nuevas que habremos de construir partiendo de lo viejo, forcejearemos para que la vida cambie.
El socialismo claro, no se construye con las prácticas, cultura y lógica del capitalismo, pero tampoco actuando como si eso no existiese y hubiesen cosas que pueden sumarse al arsenal de lo nuevo, menos con el sólo poder de las pistolas y los decretos que se conciben capaces por sí solos de cambiarlo todo.
No es posible exclamar “ábrete sésamo” para que se abran aquellas amplias alamedas de las que habló Salvador Allende. Aun estando en el gobierno los revolucionarios, la tarea de construir una sociedad nueva sigue siendo larga, exigente y durante ella habrá que usar todas las armas disponibles siempre que no contradigan, detengan o desvíen las aspiraciones, ritmo y ruta impuestos por el movimiento popular. No es esta una tarea, en ningún caso, exclusividad de vanguardias, roscas o cogollos de cualquier signo.