En Venezuela es cosa común que mucha gente se muestre preocupada por la suerte que corra el proceso revolucionario bolivariano socialista o, más sencillamente, la Revolución Bolivariana, máxime ahora cuando su conducción está en manos del Presidente Nicolás Maduro. Gran parte de esta gente espera que sus diagnósticos, advertencias y propuestas tengan eco en algún oído receptivo entre quienes asumieron la responsabilidad de dirigir las instituciones del Estado; confiada en que sus palabras servirán de algo para profundizar los diversos cambios adelantados hasta ahora y para deslastrarse de todo vicio burocrático-clientelar-cupular que se halle presente en los entes públicos. Todos apuntan a las estructuras, la composición y al modo de cómo se conduce el Estado liberal-burgués vigente, pero obvian (casi a propósito) el vital papel que le toca jugar al pueblo organizado en toda revolución que se considere verdadera, por lo cual sus recetarios para llevarla a cabo se limitan a ser un mero ejercicio retórico.
Ante ello, es importante entender que mucho de lo planteado respecto a la construcción de un modelo de sociedad de nuevo tipo bajo el socialismo bolivariano debe diferenciarse ampliamente de las experiencias históricas sucedidas en otros tiempos y otros países, aunque existan similitudes que nos hagan creer que deba hacerse lo mismo en Venezuela. Ya en su momento, el Libertador Simón Bolívar, al igual que organizaciones revolucionarias de la época de la lucha guerrillera de las décadas de los 60 y los 70 del siglo pasado, como el PRV-Ruptura, los Comandantes Hugo Chávez y William Izarra, y el General Francisco Visconti, llegarían a la conclusión que la revolución venezolana tendría que nutrirse esencialmente de la historia de las luchas populares ocurridas desde el momento mismo que Guaicaipuro y los pueblos aborígenes se enfrentaran a los invasores europeos, pasando por la lucha de resistencia protagonizada por los negros esclavizados. En este entendimiento compartido pudiera rastrearse lo que requiere la Revolución Bolivariana para consolidar y ampliar sus grandes objetivos de transformación, sin que ello represente un desprecio total respecto a los aportes teóricos y prácticos provenientes de otras experiencias revolucionarias volcadas también a la construcción de una verdadera alternativa revolucionaria frente al capitalismo imperante.
Es más: todos los recetarios recomendados debieran partir de lo que hace, o buscan hacer, los sectores populares organizados y no sólo de la lectura fascinante de algún autor revolucionario afamado. Lo que se precisa es, en un primer plano, desmontar todo el andamiaje cultural levantado desde la época colonial hasta ahora, cuando la gran maquinaria propagandística que es Hollywood ha convencido a un número considerable de personas sobre las bondades del "american way of life" y de la fatalidad del imperialismo gringo. Esto nos conduciría a explicarnos desde nuestra propia historia lo que intentamos constituir en suelo venzolano, con nuevos paradigmas que den cuenta de la necesidad urgente de definir nuestra democracia mestiza, con conceptos endógenos que se desarrollen y revisen continuamente, de manera que se concrete -definitivamente- la nueva realidad creada por la Revolución Bolivariana Socialista.-
Maestro ambulante
¡¡¡Rebelde y Revolucionario itinerante!!!
¡¡¡Hasta la Victoria siempre!!!
¡¡¡Luchar hasta vencer!!!