Para enfrentar con éxito las tramoyas de la contrarrevolución y hacer irreversible la transición hacia el socialismo revolucionario en Venezuela, se hace necesario que los sectores populares creen redes de organización propias, dotadas de una autonomía suficiente -tanto en el sentido político como en el sentido económico- que les permita asumir un papel protagónico preponderante en la institución de un nuevo Estado, de un nuevo modelo económico y de un nuevo tipo de sociedad. Aunque habrá voces en contra (producto, básicamente, de la hegemonía ideológica capitalista), se debe insistir en ello, toda vez que sin el pueblo cualquier cambio estructural que se plantee realmente podría sufrir desviaciones y, eventualmente, obstáculos que lo harían algo imposible.
Esto nos hace rememorar lo dicho por el Comandante Hugo Chávez en 2006 en Barquisimeto, cuyas palabras mantienen total vigencia ahora: "La Revolución verdadera no es la de los fusiles, sino la de las ideas, la del estudio; ¡profundicemos la revolución moral!, ¡avancemos en la revolución social para que todos seamos iguales!, ¡potenciemos la revolución económica para que todos podamos vivir dignamente!". Son tres los aspectos que resalta Chávez, todos unidos y orientados a asegurar que sean los sectores populares quienes finalmente dirijan, ejecuten y delineen los objetivos a cumplir por la Revolución Bolivariana, gracias a su participación y protagonismo permanentes. Logrados tales aspectos -fundamentales desde todo punto de vista- será posible transformar de una forma radical las relaciones de poder y de producción actualmente existentes, las mismas que soportan el modelo de sociedad basado en el auge del capitalismo; razón por la cual todas las luchas populares tendrían que enfocarse hacia su sustitución y demolición absolutas. Tal cosa hay que ubicarla -forzosamente- en una lucha de clases que ha de partir del carácter revolucionario que se le imprima, más aún si ésta se enmarca en la construcción del socialismo bolivariano.
Toca, por tanto, conseguir que la teoría revolucionaria del socialismo bolivariano sea ampliamente difundida, debatida y enriquecida con sus aportes prácticos y teóricos por los sectores populares organizados, confrontando la realidad de las cosas y tensionando, incluso, sus relaciones con el poder constituido. No debe ser un simple ejercicio retórico sino causa y efecto de ese deseo ancestral de alcanzar una emancipación integral, en este caso particular, de cada venezolano, al mismo tiempo que se refuerza y se sustenta el concepto de soberanía nacional. Debe ser expresión constante de resistencia y de cimarronaje frente a las pretensiones hegemónicas del capitalismo internacional, tomando en cuenta que Venezuela representa una presa codiciada por las grandes corporaciones transnacionales, por lo que no es simple casualidad la serie de ataques mediáticos emprendidos, primero, contra el gobierno de Hugo Chávez y, en la actualidad, contra el de Nicolás Maduro; divulgándose en todos los medios de información controlados por la derecha local y extranjera situaciones inexistentes que buscan explotar el malestar creado entre la población por los mismos que diariamente denuncian la ineficacia y el fracaso gubernamentales, además de una violación de los derechos humanos que sólo tiene lugar en sus mentes disociadas y en los informes emanados del gobierno imperialista de Estados Unidos.
Es cosa fácil decirlo, ciertamente, pero en todo ello radica la posibilidad de triunfo y de consolidación del proyecto emancipatorio de la Revolución Bolivariana. Quienes están al frente de las diferentes instituciones del Estado tendrían que contribuir a que esta meta pueda cumplirse en un corto plazo, acelerando los cambios revolucionarios que cada uno pueda propiciar desde los cargos que ejercen. En combinación con las organizaciones del poder popular, éstos harían más efectiva y palpable la acción revolucionaria en todos los órdenes de la vida social, lo que implicaría entonces el avance seguro de la Revolución Bolivariana con tinte socialista.-