Fantomas, rodeado de todas sus exuberantes asistentes, estaba atribulado. Como por arte de magia, todos los libros de las más famosas bibliotecas del mundo habían desaparecido; así como de cada estante donde el más humilde lector tenía alineado los suyos para cuando el tiempo permitiese ojearlos. Hasta los libros colocados en las guanteras de los carros, en millones de ellos, alrededor del planeta, colocados allí por sus conductores para aligerar las colas, un invento reciente del mismo Fantomás, se esfumaron sin que no se supiese cómo. De todo el mundo, escritores, poetas, bibliotecarios, dueños de librerías, conductores de automóviles le llamaban para que pusiese un parao a aquel extraño "bibliotecidio". Se movía de un lado a otro, de un continente a otro con la velocidad de un autobús Yutong. Fantomas, afortunadamente tiene el don de la ubicuidad y siempre estará allí, al lado suyo, cuando le llame o le necesite para algo.
"¡Coño perdón!", exclamó en voz alta el cura del tren y lo repitió quien esto escribe: "más o menos lo anterior lo escribió Cortázar. Lo nuestro es sobre el reposo del vicepresidente y ministro del PPPEV, uno o todos los días en la madrugada, cuando cansado de tanto enderezar entuertos llega a casa, oír discursos que se repiten aquí y allá, tener que aplaudir sin fuerza alguna para levantar los brazos y menos manotear, se dispone a acostarse sin siquiera hablar con la mujer y haberle dado una furtiva "visteaíta" a los carajitos, quienes siempre, tal como su madre, a esa hora también reposan por los ajetreos del día, lo que incluye el "fastidio" o insatisfacción de no haber visto al compañero y a papá."
Cuando aún no había terminado de cepillarse los dientes, lo único que le provocó hacer esa noche o mejor madrugada antes de intentar acostarse, espalda con espalda como le corresponde, sonó el teléfono celular, el cual por descuido u olvido motivado al cansancio no había apagado.
"Ring, ring, ring". Lo dejó sonar tres veces. No quería atender por razones nada difíciles de entender, pero bien había internalizado su deber y respeto por el soberano, el "Poder Popular", quien como el mismo Fantomas, estaba en todas partes y a toda hora.
-"¿Quién?". Pregunto sin poder evitar el largo bostezo y porque el móvil no señalaba el nombre de quién en ese momento le llamaba.
-"Perdone vicepresidente y ministro que le moleste a esta hora, pero le he estado tratando de localizar desde esta mañana y no había sido posible".
-"¡Sí! ¿Pero quién es y qué quiere?".
-"Soy yo ministro, Gutiérrez, su asistente en el ministerio para la cría de chivos."
-¿Cómo es la vaina? ¿Eres mi asistente en ese ministerio? ¿Eso existe? ¿Quién eres?"
-"Claro ministro. ¿No se acuerda que cuando le dieron el ministerio del Poder Popular para la Defensa de las Especies Vivas – por sus siglas MPPPEV - incluyeron allí todos los ministerios que tienen que ver con ellas? Usted mismo, me escogió de una lista acompañada de sus respectivos currículos, que le fue presentada. Me firmó las respectivas credenciales, asignó las responsabilidades, luego de hablar un largo rato me dijo para resumir y "por allí te vas"; y me dijo ese día, además, con gran confianza y entusiasmo "Pa´ lante con los faroles".
-"En verdad, no me acuerdo. La lista de cargos, responsabilidades y asistentes que tengo es tan larga que ni siquiera he terminado de leerla desde que me la entregaron. Pero ya que estamos hablando dime para qué me llamas".
- "Sucede ministro que los espacios que tengo bajo mi responsabilidad están a tono, pelados como "peladero e´ chivos"; buenos para seguir criándolos allí. Así ellos no tendrían que comerse el malojo, pues ese trabajo ya está hecho. Hay además una buena nueva; los terrenos están invadidos de bachacos y usted como experto bien sabe que "pa´ bachaco chivo". Como también que el terreno es bueno para sembrar orégano, que los chivos anteriores se comieron y no han retoñado pero, si es que cae la lluvia, volverán, volverán". Debe saber por experto y haberle oído alguna vez a Hernán Marín, el de Cumaná, que bueno es el chivo que come orégano.
-"Entonces estamos hechos, dijo el ministro entusiasmado".
-"¡No ministro! El problema es que no tenemos ni un chivo. Ni hemos podido comprar para reponer la manada".
-"¿Qué pasó allí? Porque si bien es verdad que no sé si allí había chivos cuando me encasquetaron el ministerio, como no sabía hasta ahorita que de ese sector soy ministro, supongo que allí los había."
-"¡Por carajazo, jefe! Pero Pdval, Mercal, los Bicentenarios a quienes estuvimos abasteciendo nunca pagaron y no fue posible reponer la manada. Esa es la razón por la cual la carne de chivo escasea y está tan cara como el salmón chileno.
-¡Ah! Se olvidaba Vice, unos cuantos chivos se llevaron los "Chivos" infiltrados de camisas rojas para cuanta vaina salía y como usted bien sabe, esos mandan más que un dinamo.
-"¿Entonces para qué llamas?"
-"Porque hay que pagarle mañana a la gente y si no, se ponen en huelga y se van bachaquear; pero no en los terrenos de los chivos, sino en los de los chinos".
-"Bueno, vamos a hacer una vaina, llámame más tarde a las once de la mañana para ver si te he conseguido los reales. Antes no me llames porque pienso pasar la mañana con la familia".
-"Noooo, Vice. A esa hora no. Antes, a las siete".
-"¡Coño, pero si falta poco para esa hora!"
-"Cierto. Pero antes, los viceministros y asistentes como yo de setenta especies vivas, uno por uno, se presentarán a su casa a rendirle cuentas, por eso, para evitarme la cola, lo he llamado".
-"¿Y la cuenta es cómo la tuya?", preguntó el Vicepresidente como atolondrado.
-"Bueno Vice, por lo menos nosotros tenemos los terrenos de los chivos como peladero e´ chivo y listos pa´ que los chivos bachaqueen".
El asistente empezó a despedirse del Vice que tomó su libreta y pudo constatar que por debajo de él, hay cientos de asistentes y viceministros de asuntos que desconoce, no sabe cómo andan, aunque supone muy mal, porque de lo que la gente se queja que no encuentra, escasea o desapareció del mapa, son cosas o bienes que están bajo la responsabilidad de entes que aparecen en su lista, en la del MPPPEV.
Esa noche, como tantas, el ministro tampoco pudo dormir; temprano, a la hora de irse los niños al colegio, en la puerta de su casa había una cola tan grande como la de un abasto de chinos asediado por bachaqueros; en su casa esperaban para darle, como cuentas, malas ¿nuevas?".
Fantomas por lo menos tiene el don de la ubicuidad y una máscara que le permite escurrir el bulto.