“El hombre de la obligación, incluso frente al demonio, sólo deberá cumplir con su obligación.”
(Dietrich Bonhoeffer, Ética)
“Si un hombre pudiera escribir un libro de ética que realmente fuera un libro de ética, este libro destruiría como una explosión, todos los demás libros del mundo.”
(Ludwing Wittgenstein, Conferencia sobre ética)
En una nación hay problemas de fondo y problemas de superficie. Los hay con altavoces que los proclaman, mientras otros quedan mudos, sin que nadie se atreva a proferirlos en alto; unas veces por la dificultad de encontrarles solución, otras por miedo o falta de coraje para pechar con ellos. ¿Cuáles son en este instante los problemas fundamentales de Venezuela? ¿Qué podemos hacer por nuestra Patria Venezuela, cuál es la tarea a cumplir?
Que es necesario un giro de democratización profunda y eficaz en la gobernación-gerencia-conducción de nuestro país nadie serio lo pone en duda. Una atmósfera general de desilusión ha invadido el país. Todos los sistemas de valores, todos los ideales, todas los programas (políticos, económicos, educativos, sociales, etc.)elaborados y puestos en práctica por las instituciones están en crisis, se han revelado, en mayor o menor grado, como incapaces de dar una respuesta coherente y eficaz a los problemas y desafíos cada vez más ingentes y dramáticos a que se enfrenta la sociedad venezolana. Ha llegado la hora. La hora es de cambios, de decir las verdades, de plantear nuevos rumbos. Los métodos anticuados y los viejos estilos no tienen futuro. Nos llevarían a la catástrofe, y ese camino no podemos contemplarlo en la pasividad. Las inercias para que todo siga igual, sólo pueden conducirnos hacia atrás. Las mentiras edulcoradas o las verdades a media, hay que sustituirlas por los análisis en profundidad. Todos los que hoy vivimos, somos los máximos y más directos responsables de lo que en el futuro pueda suceder. Nos hallamos ante una ardua coyuntura económica-política-social-moral-espiritual-epistémica.El país se ve amenazado por sus enemigos de casi siempre. Pero también actúan contra el país el desánimo, la ineficacia, la indecisión en el propósito de defender y aplicar el preámbulo de la Constitución día a día con el trabajo bien hecho. Falta el entusiasmo para llevar a cabo las transformaciones necesarias; sin prisa, pero también sin pausa. Como también escasea el ánimo para arrostrar las decisiones de manera resuelta, sin temor a sinsabores y críticas. Es urgente una mayor eficacia que permitan la gradual materialización del proyecto de sociedad democrática de avanzada que con carácter global está inscrito en el preámbulo de la Constitución: “El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad; en ejercicio de su poder originario representado por la Asamblea Nacional Constituyente mediante el voto libre y en referendo democrático, decreta la siguiente”
La verdadera senda para resolver hoy los males de la Patria, es el esfuerzo solidario y tenaz que permita construir un Estado de justicia, federal, descentralizado, democrático y moderno, y que haga viable una sociedad más libre, más espiritual, más justa, más eficaz y menos irracional. Lo cual exige la incorporación de muchos más ciudadanos a las tareas económicas, políticas y sociales. Necesitamos deponer los maximalismos a fin de trabajar en un cauce común. El futuro, eso está claro, hemos de construirlo entre todos, con un esfuerzo permanente de racionalidad, en un ejercicio de tenacidad, y en un entusiasmo creador que surja de la imaginación colectiva, que si queremos sea verdaderamente creativa habrá de autoliberarse de dogmas, clichés y burocratismo.
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