Izquierda, derecha, arriba, abajo

Discutir si el "eje izquierda-derecha" para clasificar a "la gente" está demodé frente al "eje arriba-abajo", puede ser divertido, pero se trata de un ejercicio de metáforas topográficas que nada tiene que ver con las ciencias sociales.

Ya de entrada, referirse al conjunto de la población como "la gente" indica un escaso deseo por dotarse de un análisis serio, a la vez que una visión oscurantista de la realidad. Tal y como explicaban Marx y Engels en La ideología alemana, para que haya "gente" que opere en la historia o en la política, es ante todo preciso que esa "gente" esté viva. Y para vivir necesitan agua, alimentos, abrigo, vivienda y unas cuantas cosas más. Así que lo primero que debemos examinar es como cada persona de esa "gente" consigue los medios para vivir.

Y aquí sí que tenemos un primer gran eje objetivo: por un lado están los que se ven obligados a trabajar para otros por un salario. Son los asalariados o proletarios, cuantitativamente la inmensa mayoría de la población. En ella hay que incluir a los parados –es decir, asalariados sin empleo, a la espera de poder conseguir uno para sobrevivir– y a los pensionistas, esto es, proletarios que ya no son productivos y reciben un salario diferido para el que cotizaron toda su vida laboral.

Por otro lado están los que viven del trabajo de otros. Son los burgueses, dueños de las empresas y, por lo tanto, en situación de imponer a los no poseedores el precio por su trabajo. Una minoría de estos burgueses ni siquiera necesita pasarse por las empresas de las que son propietarios –total o parcialmente (mediante acciones)– para recibir sus beneficios. Estos son capitalistas en sentido pleno: no necesitan trabajar en absoluto.

En medio de esta gran división social en clases antagónicas, hay un pantanoso terreno de burguesía burocrática (funcionarios de alto nivel del Estado y la universidad, jueces, políticos profesionales, etc.), trabajadores no asalariados (autónomos) y pequeña burguesía –que oscila entre la sumisión total al estado capitalista y a los potentados, y la realidad de que su enemigo objetivo son las grandes corporaciones, que le lleva a la ruina sistemáticamente–.

Dado que el interés de los capitalistas es mantener a toda costa el sistema que les garantiza su riqueza y su dominio, y que el interés objetivo de los asalariados es acabar con el capitalismo, es preciso señalar otro gran eje clarificador: el que separa a las fuerzas partidarias del capitalismo (con rostro más o menos "humano") de las fuerzas partidarias del socialismo, en sus distintas variantes.

En este sentido hay que reconocer que las fuerzas partidarias del capitalismo son, a día por hoy, abrumadoras. Van desde la derecha (PSOE) y la extrema derecha (PP, C's), al reformismo iluso que pretende un capitalismo con "sensibilidad social" (Podemos, IU). Por contra, las fuerzas partidarias del socialismo son practicamente inexistentes, dispersas, anticientíficas y semianalfabetas, y con nula implantación social.

Como corolario del eje fuerzas partidarias del capitalismo - fuerzas partidarias del socialismo, cabe señalar el eje fuerzas imperialistas frente a fuerzas antiimperialistas y anticolonialistas. En este archipiélago africano estamos acostumbrados a ver que algunos que se dicen partidarios del socialismo adoptan posiciones imperialistas españolistas con respecto a Canarias. Cosa que les viene facilitada por la debilidad y primitivismo de buena parte de las fuerzas anticolonialistas, por lo demás residuales y arrinconadas en su propio gueto.

Por último, y como guía general para evitar el sectarismo y el aislamiento, hay que trazar un eje claro entre el pueblo y el enemigo. Llamamos "pueblo" a los asalariados y al conjunto de sectores intermedios, potenciales aliados estratégicos de los asalariados y objetivamente interesados en el avance al socialismo, aunque aún –y todavía por un largo periodo de tiempo– no lo vean. El enemigo, indudablemente, es el cartel de grandes capitalistas y potentados financieros que dominan el Estado y la economía.

Mientras que, por ejemplo, PP y PSOE están al servicio del enemigo, otros como Podemos e IU, con todas sus contradicciones, forman parte del pueblo. Saber diferenciar entre el pueblo y el enemigo es fundamental. Mientras que las contradicciones en en seno del pueblo deben resolverse por la crítica, la batalla de ideas y el convencimiento, las contradicciones entre el pueblo y el enemigo son irresolubles –al menos de forma pacífica–.

Prafraseando a Dürrenmatt, "tristes tiempos estos en que es necesario explicar lo evidente".



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Teodoro Santana Hernández


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