¡A muchachos! De candidatos sin carisma e hijos muertos en la barriga

"¡A muchacho pa´ bobo!" Así, irreverentemente se expresó el presidente Chávez de su opositor, al escuchar una de las tantas sandeces propias del individuo.

Fue una salida jocosa, dardo punzante y frase exitosa para referirse al candidato que se le enfrentaba. Fue otra forma de decir aquello de "águila no caza moscas", lo que tanto le gustó.

El lector sabe bien a quien se refirió de esa manera el expresidente y por ello no vamos a nombrarle.

La familia, el gran capital venezolano e internacional puso todo del lado de la balanza de aquel individuo para que fuese candidato presidencial y sólo ha conseguido posicionarlo de tal y sempiterno de la oposición. Aquí uno podría decir como en la entrada de la célebre universidad española "Lo que natura non da Salamanca non lo presta".

Para ser candidato presidencial con opción de ganarle a Chávez, se requería mucho más que el respaldo político, dinerario de toda la godarria y el capital internacional. También el aspirante debía poner algo de su parte como talento, formación intelectual y política para diseñar un programa que entusiasmara al electorado, elaborar discurso coherente, comprensivo, sugerente, de altura y no exento de gracia. Frente aquel talentoso personaje capaz de unir lo que antes se mantuvo disperso por largos años, despertar el entusiasmo de quienes parecían dormidos, incorporar a los ancestrales excluidos, de discurso atractivo, elegante y pedagógico, poco podía hacer quien la derecha le ha opuesto por cuatro veces consecutivas. El mismo hombre que se plantó en el escenario de América Latina con una política internacional audaz y novedosa.

Eso es verdad. Los candidatos no se elaboran con dinero nada más, tampoco en un laboratorio y menos en un cogollo político o empresarial. No es posible, menos en circunstancias adversas, volver candidato ganador a fuerza de dinero a quien no tiene nada en la cabeza ni gracia para relacionarse con la gente. Es más, hasta se puede ser muy culto e intelectualmente muy sólido pero si se carece de virtud para llegarle a la gente no se es bueno como candidato; por supuesto con aspiraciones de ganar. Cualquiera puede ser candidato para ganar cuando el cuadro político lo hace más fácil que pegar un tiro al suelo.

Mario Vargas Llosa, con todo lo que representa en el ámbito de la literatura, perdió las elecciones en Perú con Alberto Fujimori, quien de paso era un "asiático" en un país en abundante mayoría indígena. Para más señas, Vargas Llosa a su talento para la literatura sumaba su figura física muy cerca del común de los peruanos.

Pero el inmenso ego de Marito, su predisposición a considerarse por encima del hombre peruano común y no peruano también, que le llevó a "vengarse" de la derrota que le infringió Fujimori, haciéndose ciudadano español, que fue una forma de casi renunciar a la suya, le impidió convencer a sus compatriotas que en él depositasen su confianza en un momento crucial. En aquellas circunstancias, los peruanos prefirieron "al asiático", de apariencia humilde aunque nada modesto en realidad y no al peruano lleno de méritos literarios, pero vacío de afectos para sus sencillos compatriotas.

-"¡Ese muchacho tiene los hijos muertos en la barriga!", suelen decir en Cumaná para referirse a alguien sin gracia, sin capacidad de mostrar sus afectos y hasta disposición para el combate. De alguien quien no da muestras de ánimo, entusiasmo y sí demasiada tristeza y pesimismo, pazguatería, que muestra en su rostro, lo gestual corporal, forma de hablar, aunque su discurso académico pudiera estar lleno de enseñanzas, que en el caso que nos ocupa está por verse y demostrarse. Se trata de candidatos que pese les guste sobremanera serlo, producen hacia fuera la idea que estuvieran en eso obligados, en contra de su voluntad. No se entusiasman, muestran alegre y menos pueden contagiar al electorado de lo que no tienen.

Uno observa a esos individuos, como premiados por la providencia, puestos de candidatos por la autoridad suprema del dedo y hasta elegidos por la protección y promoción de quien el dedo pertenece, ganar las internas porque es una papaya, pero al enfrentarse a rivales externos perder ayer, volver a perder y todavía así siguen de candidatos. Tras de ellos marcha una enorme maquinaria propagandística, ocupan cargos en el gobierno o en la gran empresa, según sea el caso; de esos espacios salen sólo para hacer la campaña con la certeza que a ellos volverían si no logran sus propósitos y eso les sucede siempre, pese también todo el esfuerzo de tantos . Es decir, cuando no son candidatos tienen poder y propaganda como también cuando lo son. Pero no entusiasman porque nacieron incompetentes para hacerlo. Lo más triste es que quienes les aúpan, como ellos mismos, les cuesta entender la realidad de aquel drama.

Recursos cuantiosos que la empresa privada, el gran capital o el Estado, según sea el caso, vuelvo a decir, ponen al servicio de sus candidaturas no alcanzan para que se vuelvan ganadores porque "Salamanca non lo presta" y si se tiene los "muchachos difuntos en la barriga", pese contar con todo aquello no se puede hacer milagros. Porque si bien es cierto, en muchos casos, lo de "el dinero es la grasa que afloja todo tornillo", no siempre eso sucede. El dinero ayuda, es cierto, pero el candidato debe ayudarse. De nada vale se me ayude si no pongo nada de mi parte.

Observen las caras, estados de ánimo, carencia de fogosidad y deseo de combatir y servir con eficiencia, la flojera pintada en aquéllas, el fastidio que emana de sus cuerpos, de la palabra que sale como recostándose de las paredes, un estado de ánimo que sugiere que un momento a otro arrancarán a llorar y cuando mucho una mueca como sonrisa y entenderán porque muchas veces "esos reales se pierden". Con candidatos así, aún ganando a fuerza de gastar, verles gobernando o no haciéndolo por la fatiga y el desgano, al sacar la cuenta, se termina perdiendo.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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