Atravieso la plaza Caracas, al centro de la capital venezolana. Una madre lleva en sus brazos a un niño que no debe alcanzar los dos años, pero habla nítido. Señala con el dedo índice de su mano derecha hacia el cristal de una tienda y dice a su madre: "!ahí, cajitafelí!".
La madre lo ignora mientras yo me detengo en el fenómeno y la derrota, frente al puñetazo del enemigo que no deja de hacer fintas ni un segundo para seguir ejerciendo su hegemonía. El publicista de la empresa fabricante de banalidades y muerte, surte su food-nefast acompañado de un juguete que llega hasta niñas y niños consumistas, en una cajita prometedora de "felicidad".
La empresa de publicidad y el "creativo" de la pieza promotora tendrían, en el hecho descrito, una nueva razón para sentirse orgullosos de su trabajo seductor. El niño, probablemente no reconozca la plaza, ni en qué lugar del mundo se encuentra. Abandonado a su arbitrio, seguro correría hasta donde una "cajita feliz" quizá le ofrezca seguridad.
Entre tanto, los adultos responsables de su orientación, de su educación y de alimentarlo, se expresan por cualquier parte de la ciudad o de las ciudades de Venezuela, colocando como referencias para sus ubicaciones geográficas, alguna de esas casas devoradoras de conciencia y proveedoras de alimentos nefastos (food-nefast) que suelen servir con rapidez, para aceleradas personas víctimas del más exacerbado consumismo.
Ya no hay esquina de Coliseo, La Pelota, Ánimas, Velásquez o de El Muerto. Ahora todo es de "magdona" hacia arriba o hacia abajo. Cruzando donde está el "magdona". Me esperas donde está el "magdona". Atrapados por el estómago, por los jugueticos de la "cajitafelí", por la geografía estereotipada del dominio de las transnacionales de todo tipo, la hegemonía burguesa, el pensamiento dominante, la ideología del capital, nos devora.
Nos matan las referencias, los sueños y la memoria. En última instancia, nos dolarizan el pensamiento, nos obligan a hacer colas, nos extorsionan y, pa’remate, esperan que culpabilicemos de los hechos a Chávez, al chavismo, a Maduro… que nos sintamos unos muérganos, obligados a refugiarnos allí, donde está la "cajitafelí" y donde todo, a nuestro alrededor, se llama "Magdona".
¿Nos rendimos o nos defendemos? Estamos ante la victoria enemiga sobre la memoria. La última palabra, la conciencia proletaria, no se negocia. Le pertenece al pueblo.