Yo entiendo que usted tiene mucho trabajo, señor Presidente. Una candelita aquí otra por allá. Una cola por todos lados. Ataques por doquier. Los precios del petróleo en picada. Escasez de cuanto Dios creó. (La mano productiva del hombre). Guyana, por un lado. Colombia, por el otro. Y Estados Unidos avivando las candelitas. Y para colmo a un paso de las elecciones parlamentarias. Son tantos los problemas que cualquiera hubiera tirado la toalla. Usted solo no se da vasto para tantos problemas. Trabaja, según usted mismo, hasta altas horas de la noche. Y es cuando me pregunto: ¿Y qué hacen sus colaboradores?
Por ejemplo, señor Presidente: hace tiempo usted prometió con voz fuerte, diáfana como una luna llena, pleno como un sol radiante en los médanos de Coro, en un momento eufórico, que implementaría un bono de salud y uno de alimentación para las personas que integramos el conglomerado de la tercera edad. Todos nosotros, a nivel nacional, brincamos en un una sola pata (un solo pie). ¡Qué alegría tan grade, Dios mío! Nuestro presidente se ocupaba de los viejitos y viejitas con el mismo amor en que lo hacía Hugo Chávez. ¿Pero…, siempre el bendito pero, usted se ha olvidado de esas dos promesas. Mientras tantos el dinerito de nuestras pensiones no nos alcanzan ni para comprar pan en una panadería. ¿Por qué? Por la "maldita" inflación, ligada a los especuladores de oficio, que no sacian sus deseos por amargarle la vida, cada día, a los venezolanos.
Pero, (otra vez el odioso pero), en el caso de las personas de tercera edad… ¿No hay, entre tantos funcionarios, entre tantos colaboradores, entre tantos "jala bolas" uno que le recuerde a usted, señor Presidente, que está en deuda con los viejitos y viejitas de este país? Usted tiene a su lado al súper ministro Adolfo Marcos Torres. Un hombre de armas tomar. Eficiente y dispuesto. ¿Por qué este señor no le recuerda, en un momentico, aunque sean cuando usted está descansado de una jornada dura de trabajo, que hay dinero suficiente para cumplir con esas dos promesas?
De manera gratuita, y con el debido respeto, yo se lo recuerdo a través de Aporrea. Señor Presidente: los churupitos de las pensiones no nos alcanza para nada. Ni para comprar un jarabe para la tos, si es que se encuentra en las farmacias. Vienen las elecciones parlamentarias… ¿No piensa usted, que es una buena ocasión para cumplirle a su pueblo cansado, deteriorado, pero esperanzado en que usted un día de estos nos sorprenda agradablemente? Por favor gire instrucciones a su súper ministro, para que se haga realidad sus promesas. No olvide que prometer y no cumplir, es un pecado. Pero es doblemente pecado cuando se trata de los hombres y mujeres que lo han dado todo por este país. ¡Manos a la obra!, como decía aquel excelso e ilustre venezolano. ¡Cúbrase de gloria!
Tengo la disposición de volver.