“El General Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada” así se expresa de Sucre el Libertador Simón Bolívar en 1825.
Antonio José de Sucre nace en Cumaná, Venezuela, el 3 de febrero de 1795, hijo de una familia adinerada y de tradición militar, su padre era un coronel del Ejército realista. Sucre fue un genial estratega que le dio independencia a Ecuador, en Pichincha, en cuatro (4) horas, el 24 de mayo de 1822; y a Perú, en Ayacucho, Ayacucho significa en lenguaje indígena Rincón de los Muertos, en tres (3) horas de gloria el 9 de diciembre de 1824. El valeroso cumanés comandó con brillo y valor tropas venezolanas, argentinas, peruanas, ecuatorianas, bolivianas y chilenas. A los 22 años fue General de Brigada, a los 24 años General de División y a los 29 años Gran Mariscal. Participa en 37 encuentros de guerra, 12 batallas, 18 combates y 7 sitios; 22 de estos encuentros en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en Colombia y 4 en Perú. El 6 de agosto de 1825 le da la partida de nacimiento a la nación de Bolivia. El General Sucre en su corta vida, 35 años de edad, 20 lo dedicó a la carrera militar.
El viernes 4 de junio de 1830, Antonio José de Sucre al despuntar el día emprende viaje para reunirse con su esposa. Y es en un sendero estrecho de las montañas de Berruecos donde cuatro asesinos, contactados por José María Obando, lo esperan. Ellos se llamaban: Apolinar Morillo, venezolano, Andrés Rodríguez y Juan Cruz, peruanos y Juan Gregorio Rodríguez, de Tolima, Colombia. Fue al paso de la comitiva que acompaña a Sucre que se oye un grito: ¡General Sucre! El joven General voltea y en el acto suenan los disparos, a Sucre solo se le oye decir: ¡Ay balazo! y cae muerto el aguerrido General cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones de las más rancias oligarquías de Colombia y de las del Continente. Al conocer la noticia Bolívar, lleno de dolor exclama: “Se ha derramado, Dios excelso, la sangre del inocente Abel… La bala que mató a Sucre mató a Colombia y acabó con mi vida” Agrega el Libertador: “Como soldado fuiste la victoria, como magistrado la justicia, como vencedor la clemencia y como amigo la lealtad”
Fue una macabra conspiración política perversa y diabólica. Con el asesinato de Sucre sus rivales logran herir profundamente a Bolívar, algo que no pudieron lograr al perpetrarse el atentado contra Bolívar en Bogotá en la fría noche del 25 de septiembre de 1828. El asesinato de Sucre es actualmente considerado como la Crónica de una Muerte Anunciada, ya que el mismo fue planificado con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación. El cadáver de Sucre permaneció tirado en la montaña de Berruecos por más de 24 horas, hasta que pobladores de las localidades aledañas al sitio le dan sepultura. La conspiración contra la vida de Sucre estaba muy bien concebida y así es como los cómplices de ese abominable hecho tomaron las rutas por donde podría marchar el General Sucre. Por la ruta de Buenaventura lo esperaba el General Pedro Murgueitio para darle muerte; por la de Panamá lo aguardaba para liquidarlo el General Tomás Herrera, y por la vía de Neiva lo esperaba para quitarle la vida el General José Hilario López.