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Manuel C. Martínez M.
01/09/2015 06:33:18 p.m.
Tales migraciones aliviarían las tensiones sociales domésticas del país exportador a costa de complicarle la estabilidad económica al país receptor.
No puede negarse que todas las emigraciones de personas, pobres todas, por buenos trabajadores que sean, reflejan excedentes demográficos de los países exportadores de esa parte de la clase trabajadora a la que la clase burguesa no puede darle empleo ni satisfacerles sus necesidades mínimas.
Hoy se trata, pues, de una lucha entre el país de salida y el de entrada, lucha que podríamos considerarla como los prolegómenos de una nueva guerra, no ya por el control de los mercados, sino para evitar las explosiones masivas y generalizadas que están cocinándose interna y actualmente en los países capitalistas que están llegando a su final como sistema de vida. Tales ciudadanos podrían estar considerándose caballos de Troya para el país receptor.
Desde luego, las emigraciones de posguerra del siglo pasado reciente fueron practicadas como importantes ayudas al país receptor porque recibían mano de obra barata y de calidad que los "ayudaba" a crecer capitalistamente, a pesar de que jamás país alguno ha podido brindar estabilidad, paz y felicidad a la clase trabajadora.
El caso colombiano es emblemático para Venezuela, habida cuenta que sus estadísticas hablan de que ya de cada 6 venezolanos 1, aprox. resulta colombiano y a los cuales razonablemente les asistiría defender más a su país natal en lugar del país salvador de su pobreza, en caso de un indeseable conflicto; es que del sistema capitalista puede esperarse todo tipo de estrategias y esa podría ser una de ellas.
En tal sentido, tales migraciones aliviarían las tensiones sociales domésticas del país exportador a costa de complicarle la estabilidad económica al país receptor. De paso, a diferencia de las inmigraciones de africanos en condición de esclavos, si bien estas tendrían justificado seguir conservando sus valores culturales originarios, no así los actuales inmigrantes, aunque ellos, lejos de sumarse a las protestas contra el sistema que los exporta, llegan a los países receptores a seguir apoyando al sistema capitalista y por consiguiente han terminado cuadrándose con las derechas nacionales. Este es el lamentable caso de la mayoría de los inmigrantes que hemos albergado en Venezuela.
Los países como Grecia, Italia, Alemania y otros países imperiales aburguesados hasta el cuello no están aceptando a los inmigrantes porque ya saben que su presencia les complicaría más aun los problemas sociales atravesados e insuperables que todos sufren con este sistema burgués al cual la clase dominante y sus trabajadores, todavía alienados, no quieren renunciar.