El refranero popular venezolano dice "¿con esa clase de amigos, para qué quiere uno enemigos?". Decimos esto porque, hasta hace unos días creíamos que el gobierno de Brasil, este encabezado por Dilma, igual que el de antes, el de Lula, era nuestro amigo; pero leyendo las declaraciones dadas por su embajador en Guyana, justifica empecemos por dudar aquello porque no sólo descalificó nuestro reclamo histórico sobre el Esequibo, sino que nos habló como gringo, en tono amenazante y todo.
Pareciera, ojalá nos equivoquemos, que nos estuvieran cayendo encima en cayapa, casualmente coincidiendo con la brutal caída de los precios del petróleo. Tomo esta referencia porque es la única que tengo, en vista que el gobierno de Maduro, salvo la inversión social, muy generosa y anti neoliberal, nada más audaz, atrevido o revolucionario ha hecho como para alarmar a quienes parecieran formar parte de la jauría.
Si hasta el mismísimo Bank of America, está diciendo que Venezuela no caerá en default, porque dispone de medios para pagar los intereses de la deuda contraída, si es que no le creemos al gobierno, que tampoco ha sido muy locuaz en eso. Aunque alguna gente de la izquierda, como Manuel Shutherland y medios ajenos a ella, hablan de la obligación de pagar este año 5 mil millones dólares de intereses y el año próximo, incluyendo parte de capital e intereses, unos 20 mil millones en la misma divisa. Es más, el renombrado analista económico que hemos mencionado, define el cuadro venezolano de esta manera: "La situación del país es muy grave. La inflación más alta del mundo (68.5 %, 2014), déficit fiscal de 2 dígitos, caída del 60% en precios del petróleo, la cantidad de divisas operativas en las reservas internacionales más baja del decenio". En todo caso, considerando estas últimas informaciones y también lo que se piensa en el Banco gringo, es obvio lo que Sutherland dice en la primera frase que hemos citado, "la situación venezolana es muy grave".
Pero también es cierto que poseemos reservas de distinta naturaleza, como las que más mentamos y mientan los otros, las relativas a petróleo y eso, nos da seguridad, capacidad de pago, pero nos hace una codiciada presa, como la "joya de la corona".
El Esequibo es nuestro y siendo nuestro también lo es lo que haya en él, incluyendo sin duda en su subsuelo, más petróleo. Es esta otra verdad.
Como es verdad que EEUU ha prendido las alarmas porque se agotan sus reservas y lo del esquisto parece evidente que no es negocio rentable, además peligroso y destructivo. Eso explica las guerras que se desarrollan en el medio oriente y las otras que intentan desatar, como también la presencia de Exxon Mobil en el Esequibo, violando los acuerdos internacionales, mediante un convenio o negocio a todas luces ilegal, con el recientemente inaugurado gobierno de Guyana que encabeza el señor Granger.
Es decir, teniendo Venezuela problemas en la frontera con Colombia, por lo que allí sucede, en donde no se respeta lo más mínimo el derecho de los venezolanos y se nos sustrae ilegalmente el combustible, otros productos como el anterior también subsidiados para el consumo interno e incluso aquellos que adquirimos con dólares preferenciales, para revenderlos al otro lado a precios internacionales y por demás elevados con la venia y complicidad del gobierno del vecino país, aparece la petrolera gringa y se dedica a explorar en espacio en litigio, que es Venezolano y nosotros no hemos renunciado.
Se nos ataca adentro con todo, por el oeste y también por el este; como dijo alguien en un movimiento envolvente o de "pinza".
Estando así las cosas y cuando el señor Granger, en apariencia, ha aceptado continuar discutiendo el asunto con ánimo de arribar a un acuerdo de conformidad a lo acordado en Ginebra antes, el señor embajador de Brasil en Guyana, cuyo nombre no recuerdo, hablando en un acto con motivo de la conmemoración de la independencia de su país, no tuvo empacho en decir: "Creo que en el siglo XXI no hay lugar para viejas disputas territoriales". Por eso, se manifestó a favor de Guyana en lo relativo al Esequibo y se convirtió en tribunal internacional que deshizo la madeja.
Como vemos, el señor, de manera prepotente, dejó sentado su juicio sobre derecho internacional nuevo o moderno, según el cual, esas disputas o mejor diferendos fenecieron. Uno no sabe si eso fue dicho antes, comenzando o al final de la fiesta. Sería bueno saber el instante preciso para medir exactamente la connotación del discurso. En mi pueblo suelen decir "lo que diga un borracho no vale". Pero en todo caso, lo dijo el embajador de Brasil, un gobierno que tenemos como amigo.
Aparte que el hecho que el crea lo que dijo, no genera doctrina, no da ni quita derechos, lo importante es que la política internacional de cualquier país moderno la maneja la primera autoridad ejecutiva, primer ministro o presidente. En el caso de España esa atribución constitucionalmente está asignada al rey. Es poco probable que en Brasil esa materia la manejen por su cuenta los embajadores. Por lo que si el embajador de Brasil en Guyana, cuando habló, en medio de aquel festejo podía o no hacer el cuatro, lo hizo en nombre de su gobierno. En caso contrario, que el asunto se le "chisporroteó", como solía decir "El Chavo", debió ser llamado por su cancillería y ser objeto de una sanción. Si eso no ha sucedido es porque expresó lo que le ordenaron o se piensa en su cancillería.
Observemos lo curioso del juicio, no expresado antes por ningún especialista en el asunto, pero sí muy concordante con el de Obama, para quien la historia, lo sucedido antes, lo del pasado, carece de interés y hay que borrar. Pero no es esta la única "extraña" coincidencia con el juicio del presidente de EEUU.
Si ese es el criterio de la cancillería brasileña, bajo el gobierno de Vilma, a quien tenemos como amiga, el asunto es de suma gravedad.
Pero la gravedad es mayor cuando el embajador brasileño, también esta vez como Obama o mejor, el mayoral de estos lados, dijo con muy poca delicadeza y hasta tono amenazante, nada adecuado para manejar un asunto entre vecinos y supuestos "hermanos" y más tratándose de un diplomático, "Brasil no aceptará ningún disturbio en sus fronteras".
Tal juicio, suena a amenaza, irritante e inusual muestra de soberbia por estos lados que no deberíamos tolerar. Es por lo menos una manera muy poco sutil de tocar el asunto. Es demasiado pedestre.
Pero si es muy grave lo que dijo, lo es más aun tratándose del embajador de Vilma y peor que no le hayan llamado a su cancillería. Pero allí no queda todo. Lo más lamentable y triste es que hasta este momento, cuatro o cinco días después de aquellas inusuales declaraciones e impertinencias, el gobierno de Venezuela no haya reaccionado, como acudir al "amigo" a pedir las debidas explicaciones y hasta excusas.