La ortodoxia económica dice: A mayor oferta, menores precios, pero también y supuestamente, dice que a menores precios, mayor demanda para que así se estabilice la oferta con la demanda, o sea, un ajuste tendencioso de la producción con el consumo que al final de cuentas se hallan íntimamente ligados en una relación de biunívoca interdependencia.
El problema de su desarmonía deriva del dinero usado en las transacciones de compra venta no efectuadas por trueque. Súmese a esto la pobreza científica con la que los analistas burgueses atacan el problema del equilibrio de los precios. Por ejemplo, la teoría económica burguesa habla de oferta y demanda en general sin la necesaria distinción entre demanda concreta de medios de producción y la d. de bienes de consumo final. Para ellos la demanda es de dinero, y su oferta también lo es.
Esa poquedad de la Teoría vulgar, cuando afirma que a mayor oferta, menores precios, sólo se cumple cuando haya demanda insatisfecha pendiente de esas bajas de precios. No rige, por supuesto, cuando la demanda ya ha sido satisfecha plenamente. Particularmente, la demanda de medios de producción suele frenarse necesariamente porque las inversiones nuevas, aunque bajen los precios de sus insumos, no se realizan mientras los precios altos puedan seguir copando la demanda actual con la misma oferta.
Esas reglas parecieran ser poco realistas frente a los mercados controlados al capricho capitalista y no por la sana competencia producción-consumo. Esto ocurre porque, más que producir para satisfacer necesidades en valores de uso, se hace para acumular más dinero del invertido, y este objetivo crematístico priva porque en la sociedad burguesa hacer dinero es también una necesidad básica.
Esas versiones sobre los movimientos de los precios relacionados con sobrantes o faltantes de oferta, con sobrantes o faltantes de la demanda, son artilugios dirigidos a la protección de los gobiernos para que estos sean los que absorban los excedentes de producción, condonen deudas morosas o subvencionen al capital privado para que este pueda mejorar su oferta, pero, aun así, esta seguirá ajustada a los exclusivos intereses de los empresarios beneficiados con la ayuda keynesiana.
Esas conductas del mercado, pues, no son el meollo de la Teoría Económica científica, sino la armonía de la oferta de unos empresarios con la demanda de otros, la armonía de los ofertantes de medios de producción con la demanda de ellos, y la de bienes de consumo con la oferta de aquellos. Como vemos, se trata de toda una complejidad donde cada tipo de mercado tendría su propia dinámica de crecer o decrecer de acuerdo a la voluntad del tipo de empresariado involucrado.
Es decir, la diferencia entre la oferta y demanda de bienes, como valores de uso, no necesariamente baja ni sube, respectivamente, los precios, ya que la demanda puede estar satisfecha con volúmenes anteriores, para las fábricas y para la demanda de usuarios finales.
Observación: Se anexa como nota final una copia de mi entrega anterior que requirió enmiendas importantes:
“La Macroeconomía mal digerida. La tasa media de ganancia distorsiona la realidad del mercado nacional Segunda edición Corregida
Cuando una empresa capitalista carga como ganancia una tasa = 30% de su inversión[1] en salarios más sus costos constantes, tasa que rige para el caso venezolano, pareciera que en Planificación y los redactores de la Ley de costos, ganancias y precios consideraron que la tasa media de ganancia giraba alrededor de ese monto, o sea, de las 8 horas diarias, 2,4 h eran insumidas en la reposición del salario, y el asalariado dejaba una plusvalía creada durante las restantes 5,6 h, o sea, respectivamente, 2:24 y 5:36.
Carlos Marx introdujo los precios de producción, mismos que son una abstracción de segundo grado, como expresión estadística o la transformación macroeconómica que sufren las plusvalías individuales de todas las empresas a fin de que a cada empresario le llegue una tasa media de ganancia con independencia de sus diferentes composiciones orgánicas de capital, según la cuales, los de composición mayor obtienen una tasa real menor, y viceversa. Para ello se da por entendido que surja una competencia entre fabricantes, entre fabricantes e intermediarios, entre estos y los banqueros, de tal manera que el sistema se estabilice.
Como los efectos son que se sientan igualmente satisfechos todos los capitalistas involucrados, esa tasa media de ganancia se atribuye al capital variable y al constante que es improductivo per se. Este objetivo es el que vemos alcanzado por el empresario actual que está embolsillándose 30% por sus costos de producción semanales[2], con el agravante especulativo de que opera con costes falsos o inducidos semanalmente por la propia burguesía importadora, agrícola y comercial.
Ahora bien, la aceptación de una tasa igual para todos los capitalistas lleva el agravante de que está bloqueada de plano la necesidad de competencia ya que los capitalistas fijan a su capricho los costos de producción y el Estado les iguala sus tasas de ganancia mediante la admisión de una tasa media = 30%.
Expresemos en números lo que decimos en palabras:
Para sector I de medios de producción, y sector II de bienes de consumo:
(1) (2) (3) (4) (5)
c v g P g’ %
I. - 250 40 87 377 218
II. - 80 20 30 130 150
--------------------
Total 330 60 117 507
Demandas de I y II: 60 + 117 = 177
Déficit en la producción de bienes de consumo:
Producción II: 130 – Demanda: 177 = 47, y
Excedente de medios de producción:
Oferta I.- 127- Demanda 80 = 47.
Digamos que en Venezuela actualmente se presenta un faltante de producción en precios que no necesariamente se traduce en déficit real de bienes de consumo ni en falta de mercado para el sector II. Ocurre que la realidad física de mercancías anda por un lado, y su expresión monetaria especulativa por otro. De allí la importante necesidad de que se busque fórmulas eficientes y eficaces que terminen con el actual divorcio entre valores de uso y valores de cambio ya que estos últimos suelen distorsionar la realidad del mercado.
[1] Esa es la tasa que rige en Venezuela, según Ley de Costos, Ganancia y Precios.
[2] Eso significa que su capital rota 54 veces al año.