Una burbuja económica pareciera devolverse sobre sus infladores

La Biblia[1] es irrespetada hasta por furibundos capitalistas "cristianos", por quienes no les "paran" a los "tiempos de las vacas flacas"

Nos referimos al Viejo Testamento o Biblia, Parte I. Las crecidas del río Nilo determinaban, y lo siguen haciendo, la renovada fertilidad que anualmente disfrutaba el Egipto. Cambios atmosféricos erráticos en las cabeceras de sus afluentes podían alterar el caudal de ese río; normalmente inundaban o amplificaban su cauce por exceso de lluvias, y correspondientemente a veces aparecía la sequía.

Resulta lógico y comprensible que la Naturalezas juegue con abundantes aportes pluviales capaces de aumentar o rebajar alternadamente porque, de no ser así, las vacas gordas se inflarían o explotarían de obesidad, y porque toda oferta debe tener demanda[2]. De perogrullo, las sequías permiten la recuperación del agua caída para alimentar las nubes subidas que garantizan las renovadas lluvias.

Como sólo la inundación garantizaba la extraordinaria fertilización de aquellos desérticos y presentes suelos, en los años de sequía, obviamente, bajaba la productividad agrícola, y a menor cosecha menos comida y afines. Ocurría lo que en Economía moderna llamamos ciclos económicos, mismos que perfectamente presentan fases-estaciones-ondulatorias en su dinámica de crecimiento, estancamiento y recuperación.

Los científicos o especialistas-religiosos, por lo general-asesoraban a los faraones de marras, luego de presentir y experimentar los vaivenes propios de la soberana o autónoma conducta de la Naturaleza en materia de enfriamiento y calentamiento, de lluvias, seguidas de veranos o sequías sustancialmente interconectadas como partes regulares y garantizadoras de la vida en este planeta.

Esa sucesión de buenas y malas cosechas obligó pues, a la toma de previsiones alimentarias agrícolas y artesanales que, si bien gozaron de la bendición divina, identificaban plenamente el orden natural y referencial con su materialización puntual aquí en la tierra.

De resultas, a la "plusvalía" podríamos considerarla el fruto de las vacas gordas frente a la depresión potencial que caracteriza a la economía capitalista. El capitalista, cual faraón desfasado en tiempo y espacio, acumula todo ese excedente que le sirve de base para nuevas acumulaciones de capital mientras se manifiesta en "valores de uso", pero, cuando usa el dinero involucrado como otra mercancía negociable bursátilmente, esta termina desligándose de aquellos valores, y ocurren las famosas pompas financieras.

Este capitalista hace del proceso de trabajo y de producción un tiempo permanente de vacas gordas[3], pero no para satisfacer las imprescindibles necesidades sociales de la población sembradora y cosechadora de esa generosa oferta cultivada en los centros fabriles, sino que opta por encerrarlas en sus bolsas financieras, como aquellos silos que un día Moisés abrió para su gente, esclavizada entonces, a fin de que pudieran robustecerse, alimentarse en sentido lato, y sólo así poder seguir trabajando y aportando nuevas y permanentes vacas gordas o excedentes diarios, semanales, quincenales, anuales, excedentes de una riqueza hasta ahora reservada a la humanidad solvente, mientras sus trabajadores sobrevivan para seguir cultivando lo que no les pertenece ya que el capitalista es una suerte de faraón actualizado, especulador, acaparador, inflador y más por naturaleza propia o económica Y, por supuesto, todo lo hace muy "religiosamente".


[1] Este extraordinario Libro está cargado de densas metáforas y parábolas, de sueños y vigilias capaces de atrapar en el menor volumen textual la mayor cantidad de conocimientos acumulados durante milenios transitados por la humanidad.

[2] No confundir demanda con acumulación porque resultaríamos contradictorios. El capitalista no demanda su propia oferta, la acumula.

[3] Lo está haciendo en Venezuela mediante su inflación inducida, su acaparamiento, su especulación desenfrenada.



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Manuel C. Martínez


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