¿Para qué carajo una revolución?

En la década de los 60 estuve preso tanto en el Cuartel Carabobo, como en el San Carlos y después fui a parar a la isla del Burro. Éramos centenares de presos entre militares y civiles. Los militares habíamos participado en lo que se denominó como "El Porteñazo". Un movimiento cívico militar contra el gobierno opresor de Rómulo Betancourt. Las operaciones militares se iniciaron en la madrugada del día sábado, 2 de junio de 1962. La lucha duró tres días. Se estima que hubo más de 400 muertos entre soldados de ambos bandos, así como de civiles.

La estancia en la isla del Burro me sirvió de mucho, en lo personal. Fueron cinco años y un poco más de lectura continua y aprendizaje, en todos los sentidos. Me encontraba atrasado en eso de "las motivaciones revolucionarias". Había compañeros "bien formados". La lectura de algunos libritos sobre Marx, Lenin y Mao, les convertían en "maestros" para los bisoños como yo. Un buen día le pregunté a uno de estos "maestros": "Por favor, ayúdame a comprender para qué pretendemos hacer una revolución". Y esta fue su respuesta:

"Camarada: queremos hacer una revolución para cambiar lo viejo por lo nuevo. Acabar con las estructuras de una sociedad burguesa, alineada con el imperialismo, y instaurar una sociedad igualitaria…". Me dijo que debíamos acabar con la corrupción, la burocracia y la pobreza. "Tenemos que lograr un nuevo hombre basado en las prédicas revolucionarias de Fidel, despojado de la avaricia por el dinero y la suntuosidad. ¿Para qué guardaespaldas, carros blindados, y el culto a la personalidad? Esos son vicios de un estado burgués…". Hizo énfasis que cuando llegáramos al poder todos esos vicios del caduco estado serian barridos y sepultados en el cementerio del olvido.

Aquella perorata se me incrustó en mi mente. Y hoy día, a más de 50 años de aquel encierro y aquel aprendizaje, mi "maestro" no es el mismo. Se comió sus lecturas marxistas y brincó la talanquera. Ahora está de lado de quienes combatimos desde aquella época. Pero eso no es lo importante, en este caso. Lo que importa es que vino Hugo Chávez e hizo lo que nosotros no pudimos. Sin embargo, si estuviera frente a este "maestro" le haría estas preguntas, después de 16 años de revolución: ¿Dónde está la igualdad? ¿Dónde está el hombre nuevo? ¿Se eliminó la corrupción? ¿Se eliminó el burocratismo? ¿Se eliminaron los gualdas espaldas? ¿Se eliminaron los carros y camionetas blindadas? ¿Se eliminó el hambre?

Hay muchas preguntas que le haría ese "maestro", pero pienso que el ex presidente José "Pepe" Mujica es un verdadero ejemplo lo que es un ser un revolucionario verdaderamente auténtico, y un mejor ser humano. Cuando llegó a la presidencia en vez de comprar un avión presidencial, prefirió comprar un helicóptero bien equipado para servir a su país donde se le necesitara. En vez de un "Mercedes blindado" y 25 motos, prefirió un viejo y descolorido Volkswagen manejado por el mismo. Él viejo guerrillero predica con su ejemplo. Muchos que se dicen revolucionarios, en este proceso, liderado por Nicolás Maduro, deberían aprender de "Pepe" Mujica. Ser revolucionario no es pregonarlo como un loro, cuando se está frente a una cámara de televisión, y vestir una camisa roja y una gorra del 4-F, sino dar el ejemplo a los ciudadanos de a pie, poniendo en práctica los verdaderos valores de un revolucionario. Es muy fácil rasgarse las vestiduras con consignas trilladas, mientras se disfruta del poder político, y económico. Lujosos carros. Mansiones. Abultadas cuentas bancarias. Etcétera. Mostrándose arrogantes ante las personas "hediondas" a pueblo. ¡Se cansa uno!

Puerto Ordaz, 23 de septiembre de 2015

 



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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