Espiritu y carne

El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Ubaldo Santana expresó que el "monstruoso" crimen del presbítero "mantiene consternada a toda la población y pone de relieve una vez más la grave situación de inseguridad y de descomposición moral en la que vive el país". En esta aseveración, este prelado en nombre de la cúpula eclesiástica católica (no necesariamente de la grey y los curas de pueblo) parece decir que ellos no viven la realidad venezolana, sino que su pasaporte fuera expedido en el mismísimo cielo. Lo vergonzoso no es que el presbítero Jorge Piñango haya sido asesinado cuando estaba en una situación nada santa pero si muy carnal, sino que estos soberbios empresarios de la religión creen que solo la plebe católica es proclive a la tentación de la carne o cometer alguna fechoría.

Ellos, que deberían ser el nicho de la moral porque su fundamento, formación y función les indican, se han convertido en mercaderes de los milagros no autorizados, viviendo en un submundo donde imperan los más banales y nada éticos valores. Ellos no tienen que mencionar la soga en la casa del ahorcado, porque actúan al margen de los mas nobles y misericordiosos intereses, que son el servir de guía espiritual de un pueblo ávido de un responso que le permita abrigar esperanzas. ¡Pero no! su “trabajo” consiste en ser un partido político mas de la oposición, pendientes de contrariar la labor del gobierno en todo su estamento y participar de manera activa en la recuperación de aquel estado que solo existía para los privilegiados. ¿De que descomposición moral hablan? ¿Y porque no se incluyen dentro de ella? Debajo de esa sotana no hay eunucos, hay humanos que sienten y perciben las mas mínimas sensaciones con todos los sentidos con los cuales el Creador nos dotó.

Además, no solo era el presbítero Jorge Piñango la excepción, existen dentro de ustedes una variopinta gama de gustos. Lo terrible es su muerte, condenable desde todo punto de vista. Pero fue la crónica de una muerte anunciada, porque el estaba jugando con ella en el mas terrenal y lúgubre sitio caraqueño y tal vez con un personaje tan sombrío como este ambiente y creemos que el padre Piñango con su experiencia de vida sabía a lo que se exponía. Entonces monseñor Ubaldo Heredia, no venga ahora a decir que esto es producto de la descomposición moral que vive el país, es la descomposición moral puntual que esta viviendo el cenáculo eclesiástico católico en Venezuela y el mundo. Si busca los medios para atacar y poner en entredicho la labor del gobierno, usted ni sus compañeros de vocación esperen un trato preferencial cuando la verdad sobre este caso o cualquier otro actuar de ustedes salga a la luz pública. Para Dios, y está plasmado en nuestra constitución, todos somos iguales.


Ingº Carlos J. Contreras C.

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Carlos J. Contreras C.


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