¿El Capitalismo es o no es para todos?, ¿acaso, su democratización es un vulgar desaguisado?

Definamos qué entender por clases sociales.

Gentes connotadamente burguesas han afirmado que el capitalismo puede y debe democratizarse más y más, que puede popularizarse, y también hay personas no menos connotadamente antiburguesas que se obstinan en declarar que eso es imposible o poco menos que un disparate. Es la dicotomía dialéctica de los correspondientes contrarios presentes en toda sociedad bi, tri u oligoclasista*. Sus apreciaciones de bando y bando suelen ser empíricas.

Como sabemos, en todas las sociedades clasistas sus explotadores presentan marcadas diferencias de poder económico; por ejemplo, algunos poseyeron más esclavos y servidumbres y mejores palacios que otros. Asimismo, los explotados pasan por diferentes tareas, unas más exigentes y humillantes que otras.

El trabajo medioeval, otro ejemplo, presentó una servidumbre adulona y rastreara que de hecho y a nombre del señor feudal se limitaba a vigilar y explotar al resto de la servidumbre, con lo cual se dedicaban a vivir de lo lindo, a disfrutar de la mansión, de sus aposentos de lujo, a leer la prensa matutina-caso burgués incipiente-, a comer con prioridad incuestionable los mejores platos del día; a vestir siempre "de punta en blanco, azul o verdusco" sin lavar ni aplanchar un pañuelo; a cómodas prácticas varias de rigurosa intimidad, cosas así. O sea, ellos, mayordomos y amas de llaves, explotaban a sus "compañeros" de clase.

Es que, amas de llaves y mayordomos representaron lo más exquisito del trabajo servil, y de cuyo ejercicio se hallaban muy orgullosos. Hoy, hasta diríamos que les asistía toda la lógica para compartir semejante tipo de explotación del trabajo de los demás. El "mejor futuro" para los niños lo tenían garantizados los hijos del matrimonio contraído por estos dos "excelsos" lacayos.

Con los cambios del caso, o mutatis mutandis, ese cuadro explotacional vino de las sociedades griegas, esclavistas en sus orígenes[1]. Desde luego, la máxima ejemplificación de cómo coexisten plenamente y "en paz" los explotados y explotadores es la del presente sistema de producción-cuidémonos de calificarlo "productivo" que es un calificativo tendenciosamente subliminal.

Efectivamente, el sistema capitalista es el s. en el que mejor puede observarse todo género de oportunidades para indistintamente ser explotador y/o ser explotado, como en ninguno de sus correspondientes predecesores, y de allí su cacareada y falaz cualidad de sistema democrático y popular, y que, según sus apologistas, marcaría, repetimos, el término de la Historia porque su continuidad sólo se traduciría en un explosivo perfeccionamiento. De allí, asimismo, su arrogancia al considerarse lo máximo en armonización de las clases por cuanto a nadie se le niega ser capitalista.

Es que las clases burguesas, a diferencia de las feudales y de las de más atrás, son tal vez las menos racistas-insólito, ¿verdad?- las menos discriminatorias. Por ejemplo, para los esclavos era impensable llegar a ser esclavista, salvo que algún poderoso burócrata esclavista lo adoptara como hijo putativo y le diera suficiente "billete", una posibilidad con bajísima probabilidad de ocurrencia.

Los siervos medioevales jamás pudieron reemplazar a la nobleza ya que ésta estuvo fincada en relevos hereditarios. Recordemos que de sus más poderosos peldaños aristocráticos -duques-siguen derivaban los relevos del rey sin sucesor consanguíneo.

La prueba de mayor democratización o popularización del capital lo tenemos ahorita, aquí, con los bachaqueros del momento, aunque los hemos conocido con el eufemismo de buhoneros en general y mejoradamente, como "comerciantes informales".

Así, tenemos minoristas como arroz; su ejercicio lo practican sin restricción alguna, niños y niñas, ancianos, y discapacitados. Lo hacen ocasional o permanentemente, desde su casa, desde su trabajo, en talleres ad hoc y en calles y plazas públicas, sedentaria o ambulatoriamente-quincalleros de a pie, últimamente desparecidos por la inseguridad sembrada por la gente de la 4ta. República-estén o no, debidamente autorizados.

Así que ¿cómo democratizar lo que ya lo es, en el sentido clasista, claro está? De manera que hablar de la democratización del capitalismo, de su popularización, resulta hasta redundante o demuestra desconocer hasta lo más elemental de las caracterizas más relevantes del capitalismo ya que se trata de un sistema, como los que le precedieron, con una marcada desigualdad de poder económico entre sus correspondientes explotadores y entre sus explotados.

Por supuesto, de lo que realmente se trata cuando hablamos de la extinción del capitalismo o de su reemplazo o mejoramiento es de que, mientras las puertas para meterse a capitalista, a explotador, siempre están abiertas casi de par en par, las de ser asalariado no lo están por aquello del desempleo crónico en régimen capitalista-Ejército de Reserva Industrial-, y de que lo que no puede democratizarse no es el ejercicio del capitalista, de sus inversiones de capital, sino el empleo pleno y digno del trabajador en régimen capitalista. Detalles al respecto lleva más tiempo que el permitido por estos medios, pero, resumidamente tal es el meollo del asunto, y que deja mucho qué desear, pues, de todos los tirajes de flechas de ambos bandos.

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* Las clases sociales son, sencillamente, la porción demográfica de una sociedad cualquiera que excluyentemente asume la propiedad de los medios de producción, y deja en libertad o no el resto de las fuerzas productivas (mano de trabajo); por consiguiente, el resto demográfico puede ser o no ser propietario de su persona con toda su saludable física y mentalmente fuerza de trabajo.

Nota final: Tal vez por esta razón, Marx no se ocupó de dar definiciones sofisticadas de estas categorías socioeconómicas estructurales. Se agradece citar la fuente cuando copie estos conceptos. Esta observación va con la gente de izquierda, en su segmento verdaderamente socialista o respetuosa de las ideas ajenas.


[1] Valga la digresión: Conviene ser cauteloso en cuanto a todo lo que no nos conste con evidencias y testimonios de coetáneos o de cercana temporalidad. De los griegos nos venimos enterando que practicaron la monohomosexualidad porque consideraban válida la transmisión de la virilidad de hombre a hombre. Ni tan de perogrullo, los historiadores que afirmaron tales características se abstuvieron de señalar la posible homosexualidad para el género femenino por cuanto aquella justificación resultaría obviamente incongruente.



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Manuel C. Martínez


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