Los contrarios económicos que rivalizan en el título de esta entrega son expresivos por sí mismos; no obstante, repasemos que el salario es la parte débil del valor agregado durante cada segundo de la jornada convenida cumplida por parte del único creador de la riqueza nacional, hoy llamado trabajador asalariado.
La ganancia, el contrario del salario, se ha llevado siempre la mejor tajada, vale decir que la tasa de plusvalía siempre ha ido más allá de 100% del salario[1], o sea, que el asalariado ha trabajado más para el capitalista que lo que este le ha reconocido a punta de lágrimas, sudor y sangre en abundancia a lo largo de la historia del trabajador moderno[2].
Hasta allí, la guerra pareciera ganarla el patrono, pero la actual guerra económica, que cuenta con la servil soldadesca compuesta por batallones de capitalistas menores, con los detallistas, por ejemplo, ha sido reforzada por el empresario especulador de alto peso económico y esto cambia radicalmente la contienda y sus posibles resultados que muy probablemente, si pisamos tierra, terminará a favor del salario. Lo explicamos: En principio, los marcadores de la especulación son los capitalistas de alto giro; los demás fabricantes e intermediarios se limitan remarcar precios del inventario que generalmente se reduce a consignaciones o a los llamados "créditos con brevísimo plazo, de 30 o menos días", según la naturaleza comercial de las compras a sus proveedores que en cada visita semanal, por ejemplo, les obligan-literalmente-al remarcaje y neomarcaje.
Hay que dejar salvas las ganancias especulativas o de mercado que hipertrofian las ganancias ordinarias del empresario actual metido en estas actividades belicoeconómicas, ganancias de mercado que pueden asimilarse a un perfeccionamiento de la subyacente guerra que siempre ha practicado unilateralmente el empresario burgués[3].
Este tipo de ganancia-de mercado-es totalmente huero, habida cuenta de que a él, al detallista, le aumentan los precios de sus provisiones con cada renovación de su inventario, y él hace otro tanto, y si bien su ganancia aumenta sobre bases crecientes debe destinarlas para mantener, por lo menos, incólume su capital inicial que se lo están haciendo añicos sin que él lo sospeche, cegado como está por su odio hacia este gobierno al que señala, y así se lo han hecho ver, como culpable de sus males de caja.
De resultas, desde el punto de vista macroeconómico, los inductores de esta ola especulativa han dirigido su guerra contra sus propios lacayos mercantiles o fabricantes menores y detallistas varios, mismos que no pueden hacer nada para defenderse porque ese odio hacia el gobierno les obnubila, les ata de manos y les achica su patrimonio personal.
Por ahora, con la flamantísima mejora salarial (30% neto a partir del 01/11/2015), con esas ganancias, aunque aparentemente el especulador podría salir flotando porque los salarios se cargan a los costos, la obligación de pagar las deudas vencidas con sus trabajadores suelen ser de cortísimo plazo y, como sabemos, si no vende se halla en rojo y no podrá esperar comprensión de esos asalariados a quienes él de conjunto les ha tirado a sacarlos, a matarlos de hambre con su especulación de la cual es servil distribuidor.
Ahora, el especulador deberá ajustar, a partir de este noviembre, de ese mismo mes, esa misma quincena, esa misma semana, toda su nómina y deberá contar con reservas suficientes para cancelar sin demora las llamadas utilidades de fin de año que indudablemente repercutirán explosivamente sobre sus "acariciadas" ganancias hueras. No habrá banco que le financie porque estos corren la misma suerte, y sus proveedores no permitirán que les pague a terceros porque ellos se hallan atravesando la misma estrechez de caja que esa especulación le depara a sí mismos.
[1] Marx se portó generoso con la burguesía cuando usó estadísticos de 100% como medida hipotética para la tasa de plusvalía, según se lee en el Libro Tercero de su obra cumbre, El Capital. Se le excusa porque así podía ejemplificar y pedagogizar mejor la famosa metamorfosis del valor en precios de producción, meollo estos de todo el Libro en cuestión, y que explican macroeconómicamente el verdadero reparto de la explotación burguesa.
[2] La historia del modo feudal nos habla de un trabajo servil de 100% en favor del amo, del "señor" (tres días trabajaba el siervo en su parcela, y los otros 3 en la de ese señor, o dueño del feudo con todo su contenido entre sus linderos.
[3] Las mercancías que necesita el pueblo trabajador han sido el arsenal más eficiente del que disponen los empresarios, y prueba de ello es que no sólo las producen y tienen bajo llave en sus almacenes, bien custodiadas, m. producidas por esta misma población, las almacena y sólo la lanza al mercado cuando se halla apretado y agobiado por las deudas contraídas con sus proveedores, que lo presionan porque estos hallan en la misma situación de sempiternos deudores. Es un hecho que los capitalistas se interexplotan unos con otros y esta guerra también los tiene como víctimas.