Tengo por costumbre quitar el anillo de marca con el que las empresas, que nos expropian el agua, identifican el costoso producto envasado en botellitas para el consumo humano. Por una parte, lo hago por el defecto profesional de no ofrecer "publicidad por emplazamiento" especialmente si uno se encuentra frente a un público o delante de cámaras, ya sean de fotografías, televisión o cine. Pero, también lo hago por una razón de soberanía.
De soberanía, sí. Un mínimo ejercicio de soberanía individual cuyo impacto es, fundamentalmente simbólico. Pero quiero exponerlo en esta nota de opinión, al igual que lo hice la pasada semana en medio de un conversatorio organizado por camaradas en el estado Carabobo.
Las compañeras y compañeros convocantes, militantes organizados y comprometidos con nuestra Revolución Bolivariana y Chavista, quizá no repararon en mi "capricho" de quitarle las etiquetas a las botellitas de agua, antes de comenzar nuestras reflexiones. Pero yo les llamé la atención sobre el hecho, sobre todo porque el tema para el debate de ideas, incluía el de la defensa de nuestra soberanía.
Expliqué que, más que una "manía de viejo", mi empeño por despojar a las botellas de su vestimenta publicitaria, es un ejercicio individual de soberanía. El agua, propiedad natural de quienes nacimos o vivimos en esta patria, es de todas y todos. Fluye de nuestros manantiales y ríos, es parte de nuestro patrimonio natural, es una riqueza vital que no puede seguir siendo secuestrada por unos burgueses que lograron instalar sus residencias y, más tarde, sus empresas en puntos estratégicos de acceso a esas aguas, que nos expropian para enriquecerse fácilmente con ella.
Para mayor información y detalles, resulta que las etiquetas que yo arranqué, el acto que ahora describo, son de la transnacional cocola, que nos expropia el agua, nuestra agua, la embotella y comercia bajo el seductor nombre de "nevada", seguro que en un afán publicitario por asegurarnos su frescura, que debemos pagar a precio de "dolartudey". Pero eso poco importa, también la hay de pepsico y de otras transnacionales que, ante nuestros ojos, nos roban nuestra agua y, con ella, nuestra soberanía.
Claro, esa agresión contra nuestro pueblo, patria de grandes libertadores e independentistas como Bolívar y Chávez (por nombrar a sólo dos de nuestros héroes) se repite por igual en otras partes del mundo. En la monárquica España se han inventado un impuesto para pechar a quienes utilizan el sol, convertido en energía eléctrica, mediante el uso de celdas solares que algunas personas adquieren, intentando escurrirse de los altos costos de la electricidad, en ese país. Se conoce popularmente como "impuesto al sol" y expresa lo mismo que estamos condenando aquí con nuestra agua: ese voraz desespero del capitalismo por acabar con la humanidad y con sus bienes naturales y que además le paguemos por ello, para que continúen acumulando capital en sus pocas manos de explotadores.
En fin, son ejemplos. En nuestro caso, una vulgar expropiación a la que la Revolución Bolivariana y Chavista debe ponerle fin. Es parte de nuestra lucha por la soberanía, por la independencia definitiva y por la Patria socialista.
Arrancarle la etiqueta a las botellitas donde está contenida el agua que nos roban, es un acto simbólico de soberanía. Quizás pocos le den la importancia real que ello tiene y los grandes burgueses se burlen de mí, calificándome de "trasnochado comunista". Pero no. Tras el gesto simbólico de romper las etiquetas comercializadoras, está el exhorto a defender íntegramente nuestra soberanía patria frente a las grandes transnacionales del capitalismo.
"En los detalles está el demonio", le gustaba decir a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez. En este detalle también hay un fuerte olor a azufre. La gran victoria del socialismo debe ir aunada a pequeñas victorias como las de estos ejemplos que no se deben perder de vista.