¿En esta guerra con quién están los bachaqueros? ¿El bachaqueo que partido tiene? ¿Dónde están los bachaqueros?
Responder esas preguntas no pareciera cosa de "soplar y hacer botellas", porque en este correr angustiado del salario o ingreso tras los precios, los bachaqueros están en todas partes, como las hormigas en casa desaseada, proliferan y aparecen en donde uno menos lo espera.
Es más, el bachaqueo se ha convertido como en una fiesta nacional, un deporte, un baile que todos quieren practicar o para decirlo en el lenguaje moderno, un virus esparcido por las redes sociales. Si decimos que es una epidemia, no sería nada desatinado. Pero por encima de todo, pareciera una tabla de salvación o medio para contrarrestar esta hecatombe que, a quienes vivimos de un salario, nos tiene como quien se mueve en espacio constantemente bombardeado, menos a quienes a ella montan. Son pues de los más fuertes.
Pero el asunto es más grave. Ante la invasión de bachacos pareciera no haber antídoto o insecticida que los mate o por lo menos les ponga a raya. Ellos gozan de respaldo en todos lados; los genera y estimula la derecha empresarial que lo es toda; les aplaude la MUD porque le ayudan en las encuestas, reproducen egoísmo y producen enfrentamientos en el pueblo; y el gobierno con sus policías los eluden, no les ven y hasta en veces se asocian.
Hay gente de la izquierda que hasta les ve, a los bachaqueros de la calle, con ternura, como proletarios por encima de todo, simples ayunos de ideología, ajenos a toda culpa, almas en pena. Hasta fieles de la balanza en esta confrontación.
Los primeros bachaqueros están entre los grupos económicos, esos que se revenden a sí mismos, en una larga cola de empresas de maletín para dejar ganancia acumulada en cada esquina. Entre quienes producen, importan y revenden, para quienes la ganancia no tiene límite, porque hasta ahora pareciéramos vivir en espacios de nadie, donde cada quien pone su ley. Hay bachaqueros en los cuerpos de seguridad, que bachaquean de frente y haciéndose los locos, mientras en su propia cara, los bachaqueros fondillúos, aquellos de los quienes habló Alí Primera y los bachaqueros medianos y pequeños en las calles hacen de las suyas, como extensión o miembros de la red de los primeros, mientras aquellos, los policías, miran "mansamente" hacia donde nada acontece. Son todos pues como colegas. Esperemos que las nuevas disposiciones del gobierno no sean "más de lo mismo", aunque pareciera haber algo de fanfarria. Por cierto, faltó una resolución que combata directamente al bachaqueo descarado sin importar quien lo practique. Los delincuentes, esos sin cuello blanco, pagan por su culpas ¡y como lo hacen! ¿Acaso el bachaqueo no es un delito, una estafa, sin importar quién lo practique?
Hasta dentro de grupos familiares y amigos se bachaquea; aunque muchas veces, por solidaridad, el bachaqueo que está en el centro y fondo del asunto, puede trocarse en trueque. Entonces, dicen los andinos, sobretodo merideños, con un dejo oriental, "te doy (cambio) un templón por tu cuca". Templón, para quienes no lo saben, es un exquisito dulce andino hecho en base a gelatina de ganado y, cuca, una también deliciosa merienda venezolana, llamada así en oriente, que los caraqueños conocen como catalina.
Ese bachaqueo que hizo que la señora que trabajaba en casa, ayudándonos una vez a la semana, a mi compañera y a mí mismo, por viejos, a tener la casa limpia, nos dejase, ha penetrado pues el alma nacional y hasta la cultura tributaria del gobierno.
Porque, bachaqueo, como antes expuse, no es sólo la práctica del comprar al menor para revender a precios exorbitantes de manera ambulante o en la casa; bachaquear también es sacar productos de las fábricas a escondidas para entregar a quienes puedan inflar los precios en la calle, de las mercancías importadas que se adquieren a un precio y venden al prójimo con ganancias astronómicas. La inflación inducida, esa de la que el gobierno habla con frecuencia y en abstracto, que es verdad, es notoria, es bachaquera. Pero es practicada desde la empresa privada y la del Estado.
El gobierno se la goza, se reclica y reflota porque también, aunque parezca insólito, se beneficia del bachaqueo propiamente dicho, ese que se dedica a la especulación a sangre y fuego, sin paz con la miseria.
El bachaquero del menudo está feliz, pues encontró la forma de escalar socialmente, ponerse por encima de la clase media, profesionales liberales, insertados en la administración pública, tanto en el área de servicio como productiva, privado o público, educadores, sin haberse jodido mucho, como esa pesada y fastidiosa vaina de estudiar por años, pagar impuestos, luz, casa, agua, salud y pare de contar.
¿Pero ese status envidiable para cualquiera, de ganar en un solo día hasta más del salario mínimo mensual, como lo hace el bachaquero, a quién se lo debe?
En la parte verbal de esta guerra, los contendientes se culpan mutuamente haber ocasionado el fenómeno. Fedecámaras, empresarios como los de Polar, etc., acusan de esa distorsión y "divertimento" nacional, que a ningún trabajador entusiasma vender su fuerza de trabajo en el área productiva, porque "bachaquear es más sabroso", al gobierno. Este a su vez se defiende echándole la culpa a aquel sector. Hoy Julio Escalona, que no es gobierno y tampoco opositor, lo atribuye al sector empresarial privado. Es decir, le devuelven la pelota. La verdad verdadera, es que ambos con sus respetivos equipos, participan en el juego.
Empresarios, distribuidores, dueños de abastos privados, tienen conexión y preferencia con el bachaqueo; tienen sus conexiones y hasta vasos comunicantes. Parte de la mercancía que maneja el distribuidor se la reserva a bachaqueros por intermedio de una red o mafia que ya es demasiado notoria. Pero en la calle, los bachaqueros no sólo venden productos regulados provenientes del sector productivo privado, también del oficial, de los que distribuyen Mercal, Pdval y la red Bicentenaria, contando con la indiferencia oficial.
¿Por qué es más que imposible adquirir en un abasto, bodega, etc., un litro de leche "Los Andes", o un paquete de "Café Venezuela", por sólo nombrar estos que produce y distribuye el Estado, mientras a las cafeterías llegan sin cesar? Nadie puede negar que sea mutación del bachaqueo.
Ahora, que digamos que el bachaqueo con todo lo que eso implica es un producto cultural capitalista, de eso no hay duda. Se trata de ganar y ganar trabajando lo menos posible u ofreciendo poco a cambio.
Lo envuelto en la anterior interrogante es de fácil comprobación. Lo sabemos, no lo intuimos, imaginamos ni inventamos. Esa es una versión del bachaqueo que permite a dueños de cafeterías obtener leche y café subsidiados, que deben llegar a los hogares, para vender el café negro, con leche o marrón, a precio inflacionario, sin control. ¿Quién o quiénes desde esa empresa del Estado hacen llegar esos productos a donde no deben? ¿Por qué? ¿A cambio de qué? ¿Cuánto hay pa´ eso?
En medio de aquellas acusaciones mutuas, el bachaquero del menudo, ese que mira ahora por encima del hombro a todo profesional que se le atraviese, no sabe bien de qué palo ahorcarse; no sabe bien si todo ese bienestar se lo debe a la MUD, empresarios o al gobierno. Lo que seguro tiene es que, este estado de cosas, donde unos y otros se acusan, le conviene y debe luchar por mantener. ¡Qué las cosas sigan como están! ¿Por qué salir a protestar por el estado de cosas, altos precios, escasez si a ellos en eso no le pica ni coquito, sino le resbala? ¡Todo está muy bien, que así siga y se mantenga!
El precio del petróleo se cayó. Pareciera difícil que esa tendencia se revierta por ahora. No hay duda, eso impactó la economía nacional no preparada para esos avatares. El ingreso en divisas entonces disminuyó en la misma medida que venía aumentando la estafa y despilfarro con ellas y de ellas con un sistema cambiario vulnerable.
Pero al hacer el balance de los aportes del fisco, ¡oh! divina providencia, la tributación interna fue capaz de tapar el hueco dejado por la violenta caída del precio del hidrocarburo. El gobierno anuncia con bombos y platillos que los impuestos pagados al fisco nacional subieron abruptamente, como para mantener el ritmo de gasto que llevamos. Tanto es así, que en el presupuesto presentado para el 2016, con el barril de petróleo estimado en 40 dólares, el aporte de éste sector sería insignificante y muy grande la tributación interna.
¿Cómo pudo suceder ese portentoso milagro si la producción de capa caída anda?
Pues parece que se lo debemos a la especulación, inflación y hasta esa forma de bachaqueo que paga impuesto; pues según dicen los entendidos, y confirman las cifras, sólo el aporte del IVA, que pagamos todos, de eso no se salva nadie, salvo quienes se lo roban, es de un peso asombroso.
Es decir, estamos reciclando los reales. La inflación y el bachaqueo, a quienes producen, nos deja secos. Ante la angustia y el peligro que eso implica, el gobierno aumenta los salarios; por esto, la inflación repunta y los especuladores de todo pelo aprovechan para seguir chupando y así, entramos en una rueda que no para. Pero mientras tanto, especuladores y bachaqueros de todos los niveles, obtienen pingües ganancias, por eso no quieren que eso pare. Mientras los precios suben. los ingresos del Estado por impuestos y sobre todo IVA también suben, como el gallo en la canción nicaragüense de García Godoy.
También por eso, los bachaqueros están en los dos lados, un rato en el gobierno y otro en la oposición. Prefieren que todo quede así. Están con Dios y con el diablo.