En 1969, Rómulo Betancourt, acabando de ser electo presidente de la República, pero habiendo perdido abiertamente en Caracas frente a Larrazábal, se expresó con ironía y la iracundia que le era habitual, refiriéndose a Gumersindo Rodríguez, entonces miembro de la dirección nacional juvenil de AD, de la siguiente manera:
“Esa vaina se la debemos al marxismo, leninismo, gumersindismo.”
Por supuesto, aquello fue un disparate del presidente electo, con mayoría abrumadora en lo que los caraqueños suelen llamar, con un dejo despectivo, la provincia. Lo fue, porque al contrario, el discurso antimperialista, nacionalista y revolucionario del PCV y URD, partidos claves en la campaña a favor del oriental Larrazábal, se impuso en Caracas abrumadoramente por encima del conservador y anticomunista del electo nacionalmente.
En ese entonces, Gumersindo Rodríguez, comenzando a llegar a la edad madura, era un brillante representante del pensamiento marxista en Venezuela y un columnista exitoso en los diarios de la capital sobre todo en “El Mundo”, diario vespertino y el matutino “Últimas Noticias”, los dos pertenecientes entonces a la cadena Capriles.
Caracas era entonces una ciudad formada mayoritariamente por gente de pensamiento muy radicalizado, en buena medida por el prestigio del PCV, ganado en la heroica lucha contra la dictadura, el ala izquierdista de AD, que luego formaría el MIR y el efecto ecuménico de la Revolución Cubana. No hacía mucho, quizás menos de un año había transcurrido, de cuando los guerrilleros de larga barba habían bajado de la Sierra Maestra hasta La Habana.
Para tener una idea del significado que en el campo de la izquierda venezolana tenía entonces el nacido en “El Valle de Pedro González, Margarita”, tomemos que un prestigioso y muy leído columnista de entonces, quien publicaba en El Mundo diariamente, predijo que sería a partir de aquel año 1959 a 15 años después, el marxista más brillante y exitoso de Venezuela. Atrás quedarían Salvador de La Plaza, Pío Tamayo y otros tantos.
Fue él, el gran teórico revolucionario, que le disputaba a Domingo Alberto Rangel el liderazgo en aquella emergente y potente tendencia izquierdista, uno de los promotores de la idea de dividir a AD y crear un nuevo partido, idea que por su prestigio rápidamente ganó mayoría de adeptos dentro de lo que entonces llamábamos la izquierda adeca. La sanción que le fue aplicada por la dirección nacional del partido blanco, junto a Rangel, Moleiro y Américo Martín, aceleró aquel proceso. Fue él, dicho así exprofeso, el encargado de pronunciar el discurso más radical, antimperialista y pro socialista, en construcción marxista, en aquel célebre mitin de Maracaibo, por cierto la única vez que he estado en esa ciudad, donde también hablaron Simón Sáez Mérida, Rangel y Quintero Luzardo, un abogado zuliano, donde se decretó el nacimiento de ADI o Acción Democrática de izquierda.
Fue él, quien promovió la idea que el naciente partido, que poco tiempo después, en su primer Congreso, que pasó a llamarse Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se definiese como marxista leninista, aunque la proposición la hiciese Celso Fortuol, un exceso que a esta altura de mi vida no entiendo como aquellos “TÉORICOS”, ya en edad madura, muchos de ellos académicos de distintas universidades, incurrieron en tamaño disparate. Hablo así porque en ese entonces, quien esto escribe, pese a formar parte de los cuadros juveniles nacionales, apenas contaba 21 años y estudiaba en los primeros años de una carrera universitaria.
Fue él también, el más entusiasta promotor en Venezuela de la lucha armada y de manera violenta en general. Era entonces la figura más atractiva en el seno de aquel movimiento en gran medida formado por jóvenes y gente madura asqueada de las componendas de AD y Betancourt con Rockefeller y el gran capital internacional. Fue él el primero en denunciar como una estafa el plan de sustitución de importaciones acordado por Betancourt, la oligarquía importadora y el imperialismo.
También fue él, porque en mucho tiempo fungió de primer combatiente revolucionario, quien en aquel célebre y entonces muy exitoso semanario mirista llamado “Izquierda”, hizo el primer llamado de entonces a la lucha armada para tumbar a Betancourt. Razón por la cual fue detenido y depositado en aquella cárcel recién inaugurada, por los lados del Paraíso, conocida como “La Planta”, donde estaban encerrados los más peligrosos, violentos y capaces de todo, delincuentes del país.
Fue él mismo, habiendo salido de la prisión poco tiempo después, quien solicitó a Domingo Alberto, Secretario General del MIR, un permiso “para ir a meditar a Pedro González” y además una generosa contribución económica, entonces el dólar estaba a Bs. 4.30, peticiones que le fueron concedidas. Su segunda petición, según la fuente de mucho valor para mí, quien estaba muy cerca de los altos mandos, le fue materializa una tarde a las 5 p.m. A la noche, en la edición de cierre del muy escuchado, el más escuchado, radio periódico venezolano de entonces, “Radio Rumbos”, en la voz de Aquilino José Mata, por cierto también margariteño, en su edición de cierre, anunció que Rodríguez renunciaba al MIR, y las acusaciones inverosímiles y pecados se los endilgó todos a otros. Se supo, que cuando habló con Rangel, la vez que hemos comentado y llegado a acuerdos amistosos y compañeriles, ya había pactado con el gobierno. Se dijo específicamente que, por intermediación de Gonzalo Barrios, obtuvo una beca y medios pecuniarios, además de lo dado por el MIR, para trasladarse a Londres a estudiar economía, carrera que cursaba entonces en la UCV. Para convalidar lo dicho, al día siguiente partió para aquella ciudad británica y no se supo nada sobre él hasta su regreso, togado y listo para jugar un rol distinto de acuerdo a los nuevos cánones,
De allá regresó lleno de honores, porque no hay duda que Gumersindo era en buena medida talentoso y competente para decantar las ideas y si no logró ser “el marxista más brillante de América Latina”, como intentase predecir aquel nombrado columnista, si fue un tecnócrata brillante pero al servicio del FMI, BM, lo que equivale decir en el bando contrario y el máximo exponente en lo que se refiere al santo de talanquera. No podemos pasar por alto, ¡cosas veredes amigo Sancho!, fue el planificador del programa conocido como la “Gran Venezuela” de CAP que, en buena medida, consistió en comprarle al empresariado toda empresa quebrada a buen precio, visto desde los intereses de este sector, para salvarle de la ruina a costa del ingreso petrolero.
De muy joven, apenas tendría yo 18 años, cuando conocí a Gumersindo y le escuché en AD una conferencia en la parroquia caraqueña Altagracia, en una sede la juventud, hablar largamente sobre la revolución china, manejar las categorías marxistas que a mí se me antojó brillante y magistral, me sentí atraído y atrapado por aquel discurso ideal. ¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo impedir que en este momento, al abrir mi máquina, enterándome de su muerte, precisamente en EEUU, no en Pedro González, no aflorase toda esta historia!