Día lunes
En la madrugada tuve un sueño maravilloso. Al despertarme, me levanté y escribí sobre un papel, que conservo, junto a un vaso de agua, en la mesita de noche, lo soñado para no olvidar. Porque últimamente olvido las cosas, incluyendo los sueños. Es el caso que soné que los precios de todas las cosas vendibles habían bajado al costo de hace diez años. Los súper mercados estaban abarrotados de todo. Que el dinero me alcanzaba para comprar comida, medicina, y cuanto Dios creó. La Polar estaban full producción, y Lorenzo Mendoza se había convertido en chavista. Mientras que Nicolás Maduro había llamado a gobernar Henry Ramos Allup y Enrique Capriles. Voluntad Popular se había negado a participar en el gobierno. El país de pronto había cambiado. Las colas habían desaparecido. Y todos los venezolanos nos relacionábamos sin rencor. La reconciliación se había hecho realidad… Pero un ensordecedor griterío me despertó. Me asomé por la ventana y observé una larga cola y un apretujamiento frente a un supermercado: un camión estaba descargando “Harinapan”. La realidad me golpeó. Sólo había sido un sueño maravilloso.
Día martes
Mi mujer empezó con una cantaleta, desde la mañana. Que sí no podríamos viajar a ver nuestra hija. Que el dinero no alcanzaba para nada, y no podríamos comprar para navidad ni una botellita de vino “La Sagrada Familia”. “Fíjate —me dijo llorosa— vienen los días navideños y no podemos comprar ni un piche pote de pintura para pintar el apartamento. La mitad de las utilidades las debemos a los prestamistas. Y la otra mitad es para comprarle algo a los bachaqueros. En otras palabras, no podré comprarme ni un parcito de zapatos de pacotilla…”. Yo no más que oía, con la cabeza gacha. Pero por dentro me estaba como reventando de la arrechera, pues ella tenía razón. Todo el dinerito es para entregárselo a los bachaqueros a cambio de arroz, toallín del malo, aceite, harina “Lorenzo”, leche, espagueti, etc. Estos parásitos se van a poner buchones, mientras que a nosotros nos cogerá enero en la pelazón. A la espera de otro aumentico del gobierno para alimentar a los bichitos esos, que cargan la comida en el lomo.
Día miércoles
El mismo negro con su cachimbo. Encendí el televisor en horas de la mañana y había una cadena informativa. Nicolás Maduro, nuestro presidente obrero, insistía en que ganarían las elecciones del 6D “sea como sea”. “Ganaremos con guerra económica o sin ella. Con alimentos o sin ellos. Con hambre o sin ella. Con bachacos o sin ellos. Con observadores o sin ellos. Ganaremos, ganaremos y ganaremos, porque sí o porque no. No vamos a entregarle a la derecha nuestro proceso en bandeja de plata. No señor, se equivocan los pelucones de banda a banda”. Fastidiado de oír tanta paja cambié de canal. Allí estaba el que llaman el “Chuo” de la MUD. Con su misma verborrea de siempre. “El 6D le vamos a dar hasta el tobo. Vamos a ganar de punta a punta, y vamos a aplicar una reingeniería adeca a este país. Y para diciembre traeremos 500 observadores… Que tome nota la señora Tibisay. Además, no vamos a permitir que estos lechuguinos, petimetres y copetones, como dice mi compañero Henry Ramos Allup, se roben el Show... Nosotros seremos los héroes cuando el tirano se vaya para Cuba”. Así cualquiera se vuelve loco.
Día jueves
Me alegra saber que estamos a un paso del fin de semana. Me levanté con el poquito de ánimo que me queda por dentro. Pero mi alegría duro muy poco. Mi mujer había insistido en que yo debía coger una cita con un psicólogo o psiquiatra. “Por qué —le dije—. “Porque te veo mal… muy mal. Pienso que la situación que estamos viviendo te está afectando demasiado. Ahora quieres irte para México, mientras ayer hablabas de irnos para Panamá, y hace tres días te referías a Ecuador… No puede ser que cada día cambies de idea, como cambia el viento. Máxime que no tenemos ni para comprar malojillo. Esa actitud tuya no es normal. Has perdido la ruta. No puedo creer que una crisis como la que estamos viviendo te haga perder el juicio. Los mexicanos se apretaron el cinturón cuando los embistió el huracán “Patricia”… Y ni el susto les quedó”.
Día viernes
Fui a un psicólogo. Salí más perturbado, por no decir otra cosa, del consultorio. La consulta costaba 3 mil bolívares. Imagínese usted. Antes de abandonar el lugar la secretaria me las cantó clarito: “Usted como que vive en la luna, o termina de llegar al país… Señor aquí las cosas suben de un día para otro. A mi jefe…, perdón al doctor, le suben cada semana el alquiler. Conseguir una batería para su carro le cuesta uno ojo de la cara. El combustible para su lancha tiene que comprarlo a los bachaqueros. La guyanesa que tiene de servicio lo abandonó dizque porque ella gana más revendiendo los productos que compra en el Bicentenario. ¿Y entonces, yo no como también? Mire señor, aterrice… Este es el país que tenemos góceselo, al estilo suizo o consulte a un brujo, aunque le digo que también han subido su consulta.
Día sábado
Me levanté de madruga. Mi cédula termina en 00. Hoy me sale cola en el Bicentenario. Cuando llegué la cola era inmensa. Me aguanté como pude hasta las 3 de la tarde cuando pude entrar. Me cansé de patear los pasillos del Abasto y lo que veía era los estantes vacíos. Me pasé mis dedos por los ojos, para asegurarme que veía bien. No era una ilusión, era la realidad. Sólo podía llevar lo que había: una latica de sardina marca “Lina”, y una bolsita de jabón que no alcanza ni para lavar un par de medias. Sudado, con una cara de loco inocultable, me dirigí a mi hogar para vivir, una vez más, la tragedia de un venezolano y su familia: Concierto en “RE” Mayor de la Cantata “Lamentaciones”.
Día domingo
Me levante tarde, pensando en ver un buen partido de fútbol y por la noche el encuentro entre el Caracas y el Magallanes. Mi mujer me preparó un desayuno compuesto por la mitad de un huevo frito, la otra le tocó a ella. Una rodaja de pan, y medio vaso de agua. Me dijo que me conformara con que estuviéramos vivos, y que por allí había muchísimos en peores condiciones. Asentí con la cabeza. Cuando terminé de desayunar me fui directamente al sillón. A penas había encendido el televisor cuando se fue la luz. Grité: “C… como no voy a estar loco… Así quién puede vivir en su sano juicio”.