En este país, es difícil encontrar a un revolucionario de verdad, verdad. De esos que hablan sin tapujos y que no tienen rabo de paja. Por eso me dediqué a buscar uno. Para tal fin hice más de una cola en los Abastos Bicentenario. Me vacilé a todos los bancos de muchas plazas Bolívar del país. Y aunque usted no lo crea me encontré a uno durmiendo en un chinchorro de moriche. El encuentro se lo debo a un viejo amigo de los años 60, muy adolorido y cansado de una vida dura y empedrada. No fue muy difícil localizar a este personaje en una casucha vieja, como él, ubicada en Juan Griego, estado Nueva Esparta. Nos habíamos conocido en las cárceles de la IV, en la década de los 60. Yo pensé que se había muerto. Pero no era así. Se encontraba en la retaguardia contándole sus historias de revolucionario al mar.
El viejo amigo se sobresaltó cuando le moví el chinchorro. Pero no abandonó su posición. Reviró sus ojos cansinos una, dos, tres veces, como para asegurarse que no estaba soñando. Mi rostro se le aclaró. Fue cuando se paró como una bala. Me abrazó. Yo lo abracé a él. Nos fundimos en uno, hasta que nuestras fuerzas se debilitaron de lo fuerte que nos abrazamos.
—¿Qué haces por estos lares, viejo amigo?—me dijo.
—Buscando lo que no se me ha perdido… Es decir, buscándote a ti. Un amigo nuestro me indicó donde te encontrabas, aunque, para mis adentro, te creía muertico y enterrado. (Risas).
—Pues, ya me hallaste… Ahora vamos a tomarnos unas "frías", para celebrar, combatir este calorcito y para aclarar la memoria.
Fue así como nos sentamos frente al mar. Chocamos las botellas y después de un profundo suspiro me dijo: "Se que eres periodista, así que soy todo tuyo. Jorunga esta memoria vieja, pero aún en sano juicio. Eso sí cargada de tantos recuerdos de una época perdida, cuyo peso me agobia. Sin embargo, viejo amigo, preferiría que dejaras quieto lo que está quieto y adormilado. Prefiero hablar de lo actual. Si es que te provoca. Le respondí que era válido su señalamiento. "Está bien, compinche, hablaremos de la política actual. Yo sé que a ti te apasiona la política… ¿No es así? "Hasta que me muera", respondió.
—¿Cómo observas el panorama político?—le pregunté.
Mi amigo rió a carcajadas. Destapó otras dos botellas, y me soltó:
—Lo veo como un kilo de estopa. Enredado. Tenemos una revolución chucuta y una oposición chucuta. Tal para cual… ¿Me entiendes?
—No, no te entiendo. Barájamelo despacito, muy…
—Tú me entiendes perfectamente, pero como eres periodista deseas que se me suelte la lengua… Mira viejo, esto no es ni el reflejo de una verdadera revolución… No como aquella que nosotros soñábamos, y por la que pasamos largos años de persecución, cárcel y exilio. A ésta se la robaron antes de nacer. Los camaleones se la agarraron para sí… Pero, como tú viniste especialmente para despertarme de mi tranquilidad salada y pegajosa, te cedo la palabra para que abras fuego, luego de este precalentamiento.
—¿Tú opinión sobre Hugo Chávez?
—Chávez fue un líder. Tenía muchos recursos oratorios, y se manejaba a su antojo enfrentando problemas fueran de tipo político o no. Le encantaba la confrontación. Eso le permitía crecerse. Leía como un loco, pero esa lectura tuvo que ser antes. Mucho antes. Por eso al morir le dejó a Maduro una revolución chucuta y enrollada. Para mí era "mucho camisón" pá Petra. Opino humildemente, que Chávez perdió la oportunidad de hacer una verdadera revolución. Tuvo todo a su favor. Pero se empeñó en que conducir un proceso revolucionario en "democracia", dejando los medios de producción en manos de la burguesía y la banca en manos de los banqueros avaros de la IV, como erróneamente se ha etiquetado al largo período de los adecos y los copeyanos.
—¿Tú piensas que Chávez aró en el mar, entonces?
—En un sentido, sí. No logró consolidar una verdadera revolución. Habría que reconocerle que fue un hombre auténtico, muy auténtico y con ganas de pueblo, pero le faltó esa dureza que requiere un verdadero líder revolucionario, al estilo de un Fidel Castro, cuando las circunstancias lo requirieron. La derecha le puso en bandeja de plata una oportunidad de oro, cuando el golpe fallido del 2002 le permitió regresar victorioso de aquella intentona al Palacio de Miraflores. Aquella madrugada del 14 de abril, sentado ante sus compañeros llorosos, extrajo un Cristo de su bolsillo, y lo colocó frente a las cámaras de la televisión en señal de perdón, diálogo y entendimiento con sus enemigos políticos. La puso. A mi juicio, la puso del tamaño del cielo. Fue un gran error. Desaprovechó la ocasión. Y desde ese momento empezó a empastelarse la cosa. No supo estar a la altura de la frase de José Félix Ribas, en La Victoria, ante los jóvenes estudiantes: "No podernos optar entre vencer o morir, es necesario vencer". Muchas veces salió de la boca de Chávez esa frase. Pero su vigencia alcanzó su cenit esa madrugada cuando lo aclamaban civiles militares tanto en Miraflores como en el resto del país. Su popularidad se elevó como un Águila, y, como si fuera poco, tenía a las Fuerzas Armadas en un bolsillo. Pero se perdió. Se perdió una oportunidad de oro. Arrugó.
—¿Y entonces…?
—El "entonces" se volvió nada. Agua, pues.
—¿Qué pasó, viejo amigo? ¿Qué pasó—repliqué.
—Lo que siempre sucede cuando no se cuenta con una basé filosófica, ideológica y económica sólida. Cuando no se tiene preestablecido un rumbo fijo, el barco pierde el rumbo, mientras llaman a un nuevo timonel que no sabe de maniobras complicadas en un mar embravecido, y atraca, (con ayuda de Dios), el barco en puerto equivocado. Así suceden las cosas, en materia de revolución, cuando no se actúa como lo hicieron Fidel, el Che, Raúl, entre otros. Ese era un grupo de guerrilleros bien formados y curtidos en la lucha guerrillera contra las tropas del sargento Batista.
—Permítame periodista, amigo, hacer referencia breve de la revolución cubana. Fidel, por ejemplo, era un abogado aguerrido. Leyó textos marxista desde temprana edad. Se impregnó de la filosofía de Carlos Marx, y estructuró en su mente una base ideológica firme, antisísmica. Fue un revolucionario consciente de lo que había que hacer antes y después de enfrentar y derrocar al régimen de Fulgencio Batista. Contaba Fidel con muchos hombres probados en la Sierra Maestra, y atiborrados de lecturas. Un ejemplo, fue el Che Guevara. El llamado guerrillero heroico. Guevara, desde joven, se nutrió de los textos clásicos de Carlos Marx, Federico Engels y de Lenin. Cuando llegan los barbudos al poder en 1960, el Che demostró su formación filosófica, política y económica. Lo que lo convirtió en uno de los principales pilares de la revolución. Fue la mano derecha de Fidel Castro. Había leído el Manifiesto Comunista, El Capital de Marx. Así como el Anti-Düiring de Engels. Se agregó a su lectura El Estado y la Revolución y El imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin. Así se forjaron la mente de estos líderes. Cuando llegaron al poder, hicieron lo que tenían planeado, sin dudar un segundo. Sin titubear. Sin ambigüedades. Sin permitir halagos del resto del régimen batistero, pero con la dureza que les deparaba las circunstancias. Comprendieron que se trataba de una revolución, no de una reforma o de una pantomima.
Aproveché un suspiro de mi amigo, para encaramarle otra pregunta:
—¿Qué opinas de Maduro?
—¿Tienes otras preguntas?—Me respondió ligerito.
—¿Qué opinión te merece lo que se ha dado en llamar la guerra económica?
—No podías fallar con esa pregunta. Por eso estaba preparado. Amigo, esa vaina tiene tres componentes. A ver si me explico: el primero trata del empeño del imperio estadounidense en aplicarle a Maduro la misma receta que le aplicaron a Salvador Allende, en Chile, con apoyo de la derecha interna. De eso no hay duda. El segundo elemento, trata de la incompetencia del gobierno para poner a producir a las empresas del Estado, inclusive aquellas que expropió Chávez. Y el tercer factor trata la inapetencia del venezolano para trabajar la tierra, ya que la cultura petrolera le quitó las ganas.
—¿Podrán acabar con Maduro y la revolución?
—Todo es posible en este mundo. Es posible que acaben con ella, pero también es posible que perdure. Todo va a depender del liderazgo que emerja del señor Nicolás Maduro. Ya el imperio comienza a asomar sus garras. Se está moviendo en aguas profundas, y no te extrañe que vengan acontecimientos no deseados. El 6D angustia a tirios y troyanos.
—A ti siempre las elecciones te daban alergia. ¿Qué opinas de estas próximas que se efectuarán el 6D?
—Son difíciles para unos y para otros. El PSUV tiene una envidiable maquinaria, y hay dinero para la movilización. Pero este proceso, llamado revolución, tiene tres plomazos en un ala: la alta inflación, la elevada escasez de alimentos y otros productos, y la inseguridad. No es poca cosa… Pero Chávez es Chávez y puede seguir ganando elecciones después de muerto, veremos.
—¿Quieres decir que el chavismo perderá?
—No quiero decir nada…
—El mayor logro de Hugo Chávez…
—Haber sembrado conciencia en las clases más pobres y haberle inyectado una gran dosis de esperanza.
—¿Y el de Nicolás Maduro?
—Paso…
—¿Cómo ves tú el cercano 2016?
—Mira, por cualquier lado, lo veo complicado. Pon atención a lo siguiente: si gana las elecciones el chavismo por poco margen, habrá violencia desde esa misma noche en la que se conozcan los resultados. La derecha está lista para cantar fraude y generar violencia. Y tendrá el apoyo de la derecha internacional, y, en especial, del gobierno del señor Obama.Y, por otro lado, si gana, la derecha, sea por el margen que sea, igualmente habrá violencia de parte y parte. La derecha por cobrar, y el chavismo por defender el legado. Por tal motivo, el 2016, para mí, va hacer arrechamente complicado. No pierdas de vista las garras del imperio. Todo parece indicar que se prepara para intentar un zarpazo. Están preparándose. Yo, desde mi chinchorro de moriche, lanzo una alerta seria a quienes todavía guardan la esperanza que Hugo Chávez le sembró a estar mosca, y que compren alpargatas porque lo que viene es joropo…