Que se me ocurra afirmar que esta Asamblea la deben integrar las comunas, justo cuando falta menos de un mes para el acto de votaciones del 6 de diciembre, puede parecer algo iluso, imposible, utópico.

Primero, porque esta Asamblea, que comenzará su período de gobierno legislativo, a partir de 2016, no estará integrada por voceras o voceros de Comunas sino por candidatas y candidatos victoriosos, pero que fueron propuestos de una manera bastante conservadora y todavía anacrónica.

Es posible que no hubiese otra forma de hacerlo hasta hoy. En nuestra sociedad venezolana prevalece todavía un Estado heredado de la cuarta República y, particularmente, fortalecido durante las cuatro últimas décadas de su existencia, durante el denominado período "puntofijista". No hemos conseguido superar esas estructuras, por ahora, y seguimos luchando para ello pero con muy poco debate y con abundantes ganas –por parte de ciertos privilegiados de oficio- de no querer abandonar la visión patriarcal, caudillesca, presidencialista, que permite conservar privilegios y no soltar auténticamente, en manos del pueblo, el poder acumulado.

No nos asombremos. Los procesos revolucionarios son siempre muy complejos, moleculares y lentamente perceptibles en su esencial radicalidad. Las comunas, en Venezuela, son parte de la preclaridad de clase y conceptual, que caracterizó al Comandante Hugo Chávez y del hito histórico que las visibiliza, sobre todo a partir de los días finales del mes de febrero de 1989.

El liderazgo de Chávez las quiso impulsar, tratando de organizarlas estructuralmente, con la ayuda del Estado y la creación de un Ministerio que las acompañará en cada nuevo florecer. Esta parte no se entendió. La nueva institución se empezó a mirar desde dentro, como un ministerio más, con todos sus rasgos de burocratismo y corrupción, signados desde el puntofijismo. Tan es esto cierto, que el propio Comandante Chávez llega a expresar en un momento de revisión y rectificación profunda, sus deseos de eliminar un "incomprendido" ministerio de la nueva estructura del Estado al servicio del poder popular y de la Revolución Bolivariana.

En realidad cuando aquí, en esta nota, utilizo el demostrativo "esta", "esta Asamblea", no me estoy refiriendo a la figura política coyuntural que en diciembre renovará a sus integrantes. Me refiero sí a la Asamblea como figura legislativa, integrada por diputadas y diputados, nacida en Revolución Bolivariana, como producto de una constituyente y que comenzaba a responder a un nuevo concepto de organización del poder legislativo, ya no bajo el nombre de "Congreso" con estructura bicameral de poder, sino desde un espacio de "iguales", todas y todos con un mismo rango de "diputados".

La estructura de poder, llamada Asamblea y que es parte de los cambios intrínsecos a la Revolución Bolivariana es "esta Asamblea", la Asamblea a la cual me refiero y que debe estar llamada a convertirse en asiento o curul real de comuneras y de comuneros. Es decir, del pueblo organizado para la asunción definitiva del poder, sin la mediación de "representantes", como partícipes y protagonistas en la construcción de la democracia verdadera, que no es otra sino la Patria socialista, soñada por el libertador e independentista del siglo XXI, Comandante Hugo Chávez.

El 6 de diciembre vamos a votar. Elegiremos una Asamblea plena de revolucionarias y revolucionarios, no igualitaristas, pero sí unidos por los mismos fines. Y la Asamblea que elijamos el 6, está llamada a ser prefiguradora de la aludida. De la Asamblea de las Comunas. Esta Asamblea de nuevo tipo y para los nuevos tiempos, es algo que no se decreta, que no se improvisa, sino que –al igual que el socialismo- se construye.

Éste es el momento de la unidad. Este no es momento para vacilaciones. ¡Vacilar es perdernos! Y está en juego la Patria.