"Para bachaco, chivo, y para este, empalizá' ", así de sencillo: Él restringe la oferta, y la otra la demanda.
La estrategia de este epígrafe nos permite aclarar que, en contrario a lo que los galardonados de la Economía burguesa escriben desde hace siglos, o sea, que la demanda tiene mayor control en la puja oferta-demanda, en lo sucesivo aconsejamos escribir: demanda-oferta, por aquello de que el orden de las frases subsume rangos cualitativos [1].
Por esa razón, los empresarios burgueses, todos incluidos, desconocen la oblatividad que sí caracteriza hasta inocentemente a los demandantes familiares. Por supuesto que los Psiquiatras y Psicólogos burgueses, chapados a la cultura del "Yo primero y luego los demás", consideran que dar más de lo que se espera es una conducta estúpida por no decir demencial.
Tampoco es que cuando el consumidor termina aceptado un precio que supera el costo de la mercancía con inclusión de la ganancia[2] de los capitalistas involucrados en su producción y distribución, estos consumidores lo hagan por amor al prójimo, por ser oblativos y no posesivos como sí lo demuestra a diario una persona cuyo oficio es entregar menos por más y asimilar esa diferencia como fuente de su riqueza por ser posesivos en lugar de oblativos.
El consumismo al que acostumbraron a la mal llamada e inestable clase media, no sólo despilfarró buena parte de los posibles ahorros familiares de sus componentes, presentes y futuros, [3] sino que adquirió el despilfarro como hábito de consumo.
Efectivamente, abandonó por completo el arreglo de ropas: el denominado remiendo, el alargamiento de faldas y acortamiento de pantalones; por el contrario, puso en boga los pantalones sin ruedos doblados ni ajustados al largor de su tamaño, sino que debían ser arrastrados, rotos y despedazados.
Esa práctica que acortaba la vida de sus prendas de vestir, sumada a la de las ridículas horadaciones a los pantalones nuevos, incrementó el mercado de las ganancias fabriles y comerciales.
El uso de envases desechables proliferó de manera espantosa y ha venido colapsando hasta los mejores servicios de aseo domiciliario y urbano. Una saturación de sólidos como plásticas bolsas, envases de gaseosas y hasta agua "potable", las cajas de empaques varias, recipientes en general, que, como sabemos, fueron acumulados en grandes y diarias cantidades y aprovechadas intensamente en las mal recordadas guarimbas con sus características barricadas a cuya práctica criminalmente contribuyeron las Alcaldías contrarias a la presente Administración Pública-léase de todos los venezolanos y extranjeros.
Los derrames de aguas, de reflectores diaria e inútilmente encendidas a plena claridad solar[4], etc., etc., etc. Fueron muchas las estériles campañas y promesas para clasificar la basura, pero todas ellas se estrellaron contra los mismos malos hábitos adquiridos por ese consumista en latísimo sentido.
Hoy las cosas han cambiado a raíz de la llamada guerra económica declarada y palmaria, ante la cual debe echarse manos a la contracción voluntaria de la demanda, a combatir el arraigado consumismo, a saber estirar el dinero, a aprender a sacarle sangre a las piedras, a hacer de tripas corazón; a conservar nuestros bienes duraderos para alargarles su vida útil, y a no morir ante el primer especulador de la esquina[5], mismo que ya no necesita publicidad, que le aguardan largas colas porque no haya abierto sus estrechas puertas de sus incómodos pasillos atestados de mercancías por la estrechez y desfasadas dimensiones de sus locales hechos y concebidos para la mezquina demanda de la 4ta. República, y cuyos inventarios se le vacían sin solución de continuidad con ventas a los exagerados precios con los cuales mal agradecen a esos mismo clientes que les permitieron enriquecerse y mantenerse abiertos hasta hoy. Así pagan los comerciantes, este flagelo burgués.
[1] Carlos Marx ordenalizó el exordio de su obra El Capital, (Primer Libro), con el Capítulo I, para expresar no sólo la importancia celular que en la economía capitalista tiene la mercancía, sino que su lectura es la primera aproximación que debe tener un lector, profesional o lego, sobre el sistema capitalista.
[2] Esta ganancia surge de la plusvalía que su buen trabajo le cuesta al salariado sin retribución alguna.
[3] "Viaje ahora y pague después" , por ejemplo, se convirtió en una de las más estúpidas modas que sifrinos y sifrinas-antes llamados: "quiero y no puedo" de casi toda la mal llamada e instables clase media-y pasó a ser el prototipo de despilfarro de los ingresos quincenales presentes y de su futuro. Viajar a contemplar las ruinas y antiguallas de la rancia Europa con sus glorias de guerreros contadas dizque líricamente por Homero, de esas que serían la envidia de los pobretones y pobretonas , de sus demésticas y de unos vecinos tan sifrinos como ellos.
[4] El las casa asignadas al personal cercano de Petroquímica, por ejemplo, en Morón, estado Carabobo, era frecuente el mantenimiento de reflectores durante las 24 horas del día, cosas así.
[5] Recuerdo que en Valencia durante las décadas de los años 40; 50 y parte de los 60 muchas esquinas tenían hasta 2 (dos) bodegas; no "bodeguitas", bodegas bien surtidas y ellas se repetían en radios de hasta 400m y más m, o sea, cada bodega contaba con clientelas que cubrían las familias de 4 manzanas en redondo, por lo menos, suficientes para que se dieran casos de muchos bodegueros que llegaron a comprar las 4 esquinas a las que pertenecía su propia bodega.