El colega venezolano Néstor Francia, con respetado olfato político-electoral, dice que nos acercamos a la "tormenta perfecta" y yo le creo. Están dadas todas las condiciones para una confrontación sin precedentes a lo largo de 17 años de la Revolución Bolivariana. El domingo 6 de diciembre (6D) si el chavismo retiene la mayoría en la Asamblea Nacional, la oposición ya ha cantado fraude anticipado y se irá a las calles. Si pasa lo contrario se sentirán con el control del país y pedirán la renuncia inmediata del presidente Nicolás Maduro.
No se necesita una bola de cristal para dibujar ese escenario. Durante meses la oposición ha venido "triunfando" aceleradamente en las encuestas. En paralelo, se agudizó lo que el Gobierno ha denominado "guerra económica" y las colas se hicieron cada vez más largas en supermercados y bodegas, los precios subieron y la campaña mediática siguió acusando al Gobierno de "ineficiente, incapaz y ladrón". El objetivo de darle al pueblo en su orgullo, para desmoralizarlo, se ha venido cumpliendo al pie de la letra por la cúpula empresarial. Aquí no se inventaron nada nuevo, simplemente desempolvaron los manuales de la oligarquía fascista chilena.
La victoria del derechista Mauricio Macri en Argentina, la posibilidad de un juicio político contra Dilma Rousseff en Brasil, la posición sesgada y antichavista de Luis Almagro (secretario general de la OEA), el cacareo a su favor de ex presidentes iconográficos de la derecha neoliberal y el "oportuno" respaldo de la diplomacia de los Estados Unidos... se han convertido en gasolina de alto octanaje para la oposición venezolana. Guapos y apoyados. Ahora o nunca.
¿QUÉ SE JUEGA EL CHAVISMO?
En cualquiera de los dos escenarios posibles, la oposición está ignorando un detalle que en Venezuela siempre hace la diferencia: el Pueblo. No cabe la menor duda que tras 16 años de avances sociales, participativos, políticos, económicos y de inclusión, el último año de crisis económica (la generada por la depreciación de los precios del petróleo a más de la mitad de su valor anterior y la causada por el macabro plan de la oligarquía) existe un cierto cansancio y rostros duros en los sectores populares. Con esa realidad se han aderezado las encuestas.
Si nos llevamos por estadísticas históricas, a diferencia de las elecciones presidenciales, la contienda parlamentaria del 6D puede presentar una abstención considerable. Pero el tema está en contabilizar de qué bando es mayor esa abstención. La oposición, a no dudar, saldrá a votar en masa, mientras aspira a que exista un voto castigo dentro de los sectores chavistas descontentos con la situación económica del país. Veremos si un año de guerra sicológica puede obrar el milagro de borrar en la memoria de la gente 16 años de una obra revolucionaria que los visibilizó como seres humanos, actores de una revolución y responsable del futuro de sus hijos.
Lo que está en juego es mucho más que la composición de una Asamblea Nacional. La oposición quiere asaltar esa posición y desde allí atrincherarse para acabar con el Gobierno. Impedirán la aprobación de leyes, de los recursos para las misiones sociales, intentarán maniatar la actuación del Ejecutivo y buscarán por todas las vías un golpe constitucional, algo que tampoco es novedoso en el reciente contexto político latinoamericano.
Para el abogado constitucionalista Jesús Silva se avecina un escenario político que estará determinado por la cantidad de diputados que logren cada uno de los dos bloques políticos en disputa: "Con 84 diputados se obtiene mayoría simple en la Asamblea Nacional para aprobar leyes ordinarias así como bloquear que se apruebe todo lo que no les guste. Con 100 diputados se posee mayoría de 3/5 para, por ejemplo, imponer voto de censura y destitución contra el vicepresidente y ministros. Con 111 diputados se cuenta con mayoría calificada de 2/3 y se puede convocar a una Asamblea Constituyente (golpe parlamentario), que obligaría a elecciones generales para renovar a los representantes máximos de los 5 poderes públicos".
Sería muy difícil que la oposición lograra los 111 diputados que necesita para activar un golpe desde el Parlamento, pero con 84 ya puede generar un clima de ingobernabilidad, la creación de conflictos entre los poderes legislativo-ejecutivo, obligando al poder judicial a intervenir para resolver, uno a uno, cada tema de disputa constitucional. Si esto ocurriera, el presidente Nicolás Maduro ya ha dejado clara la posición del chavismo: se irían a las calles a comandar a las fuerzas populares, esas que disiparon aquellas tormentas "casi perfectas" del paro petrolero y del golpe militar contra el Comandante Hugo Chávez.
LA ELECCIÓN ENTRE DOS MODELOS
En las encuestas siempre gana la oposición. En las urnas, excepto una vez, el chavismo se ha alzado con 19 victorias. Por eso tiene tanta importancia el desenlace del 6D, que pone a prueba la conciencia del pueblo, la fidelidad al concepto de Patria que les legó Hugo Chávez y la elección de un modelo socialista que trata de hacer realidad la promesa postergada de Bolívar: "El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política".
Felicidad, seguridad social y estabilidad política. Estos tres conceptos han sido columna vertebral del proyecto de país que construye el chavismo. No ha sido fácil erigirlos sobre un siglo de barbarie, de pobreza, de entreguismo y de exclusión. Algunos ya no recuerdan que cuando Chávez cautivó el corazón de Venezuela, como esperanza de un verdadero cambio, muchos de sus compatriotas comían perrarina Dog Chow u otra más barata, o eran analfabetos funcionales, o no sabían que dormían cada noche sobre una de las riquezas petroleras más grandes del mundo, que solo disfrutaban menos del 20 por ciento de los venezolanos.
Pero los logros, las obras y las victorias también corren el riesgo de convertirse en cotidianas. La euforia colectiva las celebra y luego, si no se pule la conciencia, se olvidan. Ahí está la evolución de la clase media como tema pendiente de estudio para los procesos políticos de la izquierda latinoamericana. Venezuela y otros países deben mirarse en el espejo de Argentina, donde hemos visto cumplirse ese ciclo de la clase olvidada que ha llegado a clase media, para abrirle los brazos a una oligarquía que les promete el paraíso nunca cumplido. O como la describe Benedetti: "A veces, sólo a veces, se da cuenta (medio tarde) de que la usaron de peón en un ajedrez que no comprende y que nunca la convierte en Reina".
¿Qué les ofrece la oposición venezolana a los votantes? No hay una sola propuesta en el discurso de los candidatos opositores. Se limitan a prometer que con ellos se acabarán las colas (que ellos mismos diseñaron), que regresará el papel toilet (que ellos secuestraron) y que no volverá a escasear la harina pan (que el empresario más rico del país produce, esconde y utiliza como ecuación política). Ofrecen, además, ganar la Asamblea para legislar una ley de amnistía que ponga en la calle a los responsables de la muerte de muchos venezolanos, cada vez que la oposición se "arrecha" por la pérdida de una elección.
La oposición, contrario a los que muchos creen, si tiene un proyecto, pero es tan perverso que les resulta impublicable. Perderían de una todos los votos de los molestos, de los confundidos, de los indecisos. En ese plan no cuentan las necesidades de los sectores populares, pero si la negociación con las transnacionales petroleras. El tema económico no les provocará dolor de cabezas, porque lo dejarán en manos del FMI y sus políticas de ajuste. Y los estadios universitarios de béisbol-fútbol en Caracas se quedarán pequeños a la hora de reprimir, concentrar y terminar con todos los indignados izquierdosos y defensores del chavismo. Ese proyecto fascista existe y ya lo han intentado ejecutar sin éxito.
LA CAMPAÑA VS REALIDAD
"La suerte está echada" titularán los medios este sábado. Atrás quedó una campaña que para el chavismo fue movida, motivadora y diferente. Aún cuando han tenido que dedicar mucho tiempo a desmontar la estrategia de miedo y las mentiras opositoras, pudieron mostrar entre sus candidatos rostros nuevos, de pueblo, jóvenes y mujeres, quienes junto a luchadores históricos del proceso crean una propuesta de renovación, de representación e inclusión, frente a una plancha de candidatos opositores que son más de lo mismo, "unidos" para la fotografía, pero cuchillo en mano a la hora de repartir cuotas de protagonismo.
La campaña de la oposición se centró en cinco matrices destructivas: "el chavismo es un narco-gobierno", "responsable de la crisis económica", "en el país más inseguro de la región", "con una corrupción galopante" y "un gabinete inepto". No han dicho una sola palabra contra Chávez. Ese tema no se toca. Porque de lo que se trata es de alimentar el sentimiento de que los chavistas están molestos y disienten del gobierno del presidente Nicolás Maduro. Astuta estrategia que se ha reflejado una y otra vez en las encuestas que han ido publicando escalonadamente, hasta que en la última semana llegó Hinterlaces, la encuestadora (no oficial) que les aguó la fiesta: "El cambio al que aspira la mayoría de los venezolanos no es a un cambio de modelo sino a una rectificación del modelo de inclusión del fallecido presidente Hugo Chávez".
Rectificación que hay que interpretar en el campo de la ética revolucionaria, del enfrentamiento a la corrupción y al burocratismo, enemigos de la transparencia y del desarrollo. La descomunal obra social y humana de la revolución bolivariana no es un proyecto terminado y mucho menos perfecto. Hasta hoy sobrevive victoriosa a la guerra económica y comunicacional externa e interna, y carga sobre sus espaldas la ineficiencia propia, asumida por el propio presidente Nicolás Maduro, que ya anuncia una radicalización de la revolución pos 6D.
La oposición llega a este día gritando al mundo su victoria, "porque es imposible cambiar en las urnas la intención de las encuestas, si la diferencia es de 30 puntos porcentuales". Pero como el propio Hugo Chávez enseñó a sus seguidores "el voto mata encuestas", sobre todo si son pagadas por el adversario. La realidad está en las urnas el 6D. Y el chavismo, entre sus fortalezas, tiene a su favor el haber construido la maquinaria de participación partidista más sólida de la historia de Venezuela. Tienen, además, el reto de ganar por Chávez.
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